En cierta ocasión, en casa del Baal Shem Tov, sus jóvenes discípulos celebraban la festividad del Júbilo bailando y bebiendo. A cada rato traían cántaros de vino de la bodega de la casa, hasta que la mujer del Baal Shem Tov, preocupada, le dijo a su marido:
— Si siguen bebiendo de esta manera, pronto se acabará el vino y nos faltará para la santificación del sábado.
— Tienes mucha razón — respondió el Baal Shem Tov, riendo —. Ve tú misma y diles que se moderen.
De modo que la mujer fue a hacerlo y, al abrir la puerta de la sala, vio a los jóvenes que bailaban en círculo. Y, por sobre ese resplandeciente círculo de bailarines, vio una no menos resplandeciente corona de grandes llamas azuladas.
Entonces, la mujer tomó un cántaro vacío con cada mano y se precipitó a la bodega en busca de más vino para los bailarines.
Cuento de la tradición jasídica
sábado, 7 de febrero de 2009
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