Un explorador blanco, ansioso por llegar cuanto antes a su destino en el corazón de África, ofreció una paga extra a sus porteadores para que anduviesen más de prisa.
Durante varios días, los porteadores apuraron el paso.
Una tarde, sin embargo, se sentaron todos en el suelo y dejaron la carga, negándose a continuar. Por más dinero que les ofreciese, los hombres no se movían.
Finalmente, cuando el explorador pidió una explicación para aquel comportamiento,
obtuvo la siguiente respuesta:
— Hemos andado demasiado de prisa, y ya no sabemos ni dónde estamos ni qué estamos haciendo. Tenemos que esperar a que nuestras almas nos alcancen.
Cuento de Paulo Coelho.
miércoles, 5 de enero de 2011
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