Un viajero occidental llegó a Calcuta buscando a un elevado maestro espiritual llamado Baba Gitananda. Después de un agotador viaje en tren, se dirigió a varios coolis para averiguar el paradero del sabio. Finalmente, encontró uno que le contestó:
— Sí, señor, lo conozco.
El extranjero contempló a su interlocutor. Era un hombre muy sencillo, de edad avanzada y aspecto de pordiosero.
— ¿Estás seguro de que conoces a Baba Gitananda? —insistió.
— Sí, lo conozco bien.
— Entonces, llévame hasta él.
El viajero se acomodó con desconfianza en el carrito y el cooli comenzó a tirar del mismo. Después de un largo trayecto, el porteador se detuvo en una callejuela muy estrecha. Jadeante por el esfuerzo y con voz entrecortada, dijo:
— Señor, voy a mirar dentro de la casa. Entrad en unos instantes.
El occidental estaba sorprendido. ¿Cómo iba a vivir allí Baba Gitananda ni ningún mentor espiritual? Vaciló e incluso pensó en huir. Pero, recurriendo a todo su coraje, se decidió a bajar del carrito y entrar en la casa. Atravesó un pasillo que desembocaba en una sala en penumbras que olía a sándalo. Al fondo de la misma, vio la silueta de un hombre en meditación profunda.
Lentamente, el viajero se aproximó al yogui y, ¡cuál no sería su sorpresa al comprobar que aquel hombre era el cooli que lo había conducido hasta allí! A pesar de la escasa luz de la estancia, el occidental pudo ver los ojos calmos del maestro, y contemplar el lento movimiento de sus labios al decir:
— Yo soy Baba Gitananda. Aquí me tienes, amigo mío.
Cuento de la tradición hindú.
jueves, 20 de enero de 2011
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