Nadie quería decirle a qué hora pasaría el tren. Lo veían tan cargado de maletas, que les daba pena explicarle que allí no había habido nunca ni vías ni estación.
Cuento de Pere Calders.
lunes, 31 de enero de 2011
domingo, 30 de enero de 2011
La herencia
Un hombre tenía dos hijos.
— Cuando muera, lo partiréis todo a medias —les dijo en una ocasión.
El padre se murió y los hijos comenzaron a discutir sobre la herencia. Finalmente, le pidieron a un vecino que los aconsejara, y éste les preguntó:
— ¿Cómo dijo vuestro padre que dividierais la herencia?
Los hermanos contestaron:
— Nos recomendó que la partiéramos a medias.
— Entonces —dijo el vecino—, cortad en dos los trajes, romped la vajilla por la mitad, y partid en dos cada cabeza de ganado.
Los hermanos siguieron el consejo del vecino y se quedaron sin nada.
Cuento de León Tolstoi.
— Cuando muera, lo partiréis todo a medias —les dijo en una ocasión.
El padre se murió y los hijos comenzaron a discutir sobre la herencia. Finalmente, le pidieron a un vecino que los aconsejara, y éste les preguntó:
— ¿Cómo dijo vuestro padre que dividierais la herencia?
Los hermanos contestaron:
— Nos recomendó que la partiéramos a medias.
— Entonces —dijo el vecino—, cortad en dos los trajes, romped la vajilla por la mitad, y partid en dos cada cabeza de ganado.
Los hermanos siguieron el consejo del vecino y se quedaron sin nada.
Cuento de León Tolstoi.
sábado, 29 de enero de 2011
El rito
En el templo irrumpen leopardos y se beben el vino de los cálices; esto acontece repetidamente; al cabo se prevé que acontecerá y se incorpora a la ceremonia del templo.
Cuento de Franz Kafka.
Cuento de Franz Kafka.
viernes, 28 de enero de 2011
El sabor del melón
Un maestro y un estudiante estaban comiendo un melón. Entonces, el maestro preguntó:
— ¿Como está? ¿Está bueno?
El estudiante no supo qué decir y elaboró la siguiente respuesta:
— En realidad, el sabor del melón no existe. Lo que percibimos es una reacción de nuestra lengua frente al melón y...
El maestro lo interrumpió:
— ¡No seas idiota, el melón está muy bueno!
Cuento de la tradición budista zen.
— ¿Como está? ¿Está bueno?
El estudiante no supo qué decir y elaboró la siguiente respuesta:
— En realidad, el sabor del melón no existe. Lo que percibimos es una reacción de nuestra lengua frente al melón y...
El maestro lo interrumpió:
— ¡No seas idiota, el melón está muy bueno!
Cuento de la tradición budista zen.
jueves, 27 de enero de 2011
Devoción
Un día que Abu Nonas visitaba a un amigo, el techo empezó a crujir.
— ¿Qué es eso? —preguntó.
— No temas, es el techo alabando al Señor.
En cuanto oyó estas palabras Abu Nonas salió de la casa.
— ¿A dónde vas? —le preguntó el amigo.
— Temo que aumente su devoción —contestó Abu Nonas— y que se prosterne conmigo adentro.
Cuento de Nozhat el Djallas.
— ¿Qué es eso? —preguntó.
— No temas, es el techo alabando al Señor.
En cuanto oyó estas palabras Abu Nonas salió de la casa.
— ¿A dónde vas? —le preguntó el amigo.
— Temo que aumente su devoción —contestó Abu Nonas— y que se prosterne conmigo adentro.
Cuento de Nozhat el Djallas.
miércoles, 26 de enero de 2011
Atlas
Atlas estaba parado, con las piernas bien abiertas, cargando el mundo sobre sus hombros. Hiperión le preguntó:
— Supongo, Atlas, que te pesará más cada vez que cae un aerolito y se clava en la tierra.
— Exactamente —contestó Atlas—. Y, por el contrario, a veces me siento aliviado cuando un pájaro levanta vuelo.
Cuento de Enrique Anderson Imbert.
— Supongo, Atlas, que te pesará más cada vez que cae un aerolito y se clava en la tierra.
— Exactamente —contestó Atlas—. Y, por el contrario, a veces me siento aliviado cuando un pájaro levanta vuelo.
Cuento de Enrique Anderson Imbert.
martes, 25 de enero de 2011
Legumbres
Cuando las zanahorias pensantes llegadas del fondo de lejanas galaxias vieron por vez primera seres humanos de la Tierra en la que acaban de aterrizar, exclamaron, estupefactas: "¡Son legumbres evolucionadas!".
Cuento de Jacques Sternberg.
Cuento de Jacques Sternberg.
lunes, 24 de enero de 2011
Calidad y cantidad
No se enamoró de ella, sino de su sombra. La iba a visitar al alba, cuando su amada era más larga.
Cuento de Alejandro Jodorowsky.
Cuento de Alejandro Jodorowsky.
domingo, 23 de enero de 2011
El concurso
Un día de verano, el venerable maestro Chao-chou le propuso un pequeño concurso de réplicas zen a su discípulo Wen-yuan. El desafío consistía en ver quién podía identificarse con lo más bajo en la escala de valores humanos. Chao-chou comenzó:
— Yo soy un burro.
— Yo soy nalgas del burro —replicó Wen-yuan.
— Yo soy el estiércol del burro —continuó Chao-chou.
— Yo soy un gusano en el estiércol —dijo el discípulo.
Incapaz de pensar en una réplica, el maestro preguntó:
— ¿Y qué estás haciendo allí?
— Estoy pasando mis vacaciones de verano —afirmó Wen-yuan.
Entre carcajadas, Chao-chou reconoció su derrota.
Cuento de la tradición budista zen.
— Yo soy un burro.
— Yo soy nalgas del burro —replicó Wen-yuan.
— Yo soy el estiércol del burro —continuó Chao-chou.
— Yo soy un gusano en el estiércol —dijo el discípulo.
Incapaz de pensar en una réplica, el maestro preguntó:
— ¿Y qué estás haciendo allí?
— Estoy pasando mis vacaciones de verano —afirmó Wen-yuan.
Entre carcajadas, Chao-chou reconoció su derrota.
Cuento de la tradición budista zen.
sábado, 22 de enero de 2011
La sanción
Los delitos allí son diversos, pero la sanción es una, siempre la misma.
Se introduce al condenado en un túnel interminable, se lo deja entre los rieles de una vía ferroviaria. El condenado sabe bien lo que le espera y se larga a correr. Escapa. No contempla otra alternativa. Pero huir es imposible porque el túnel no tiene fin.
El condenado corre y corre, hasta perder el aliento, incluso hasta perder la vida.
Puede afirmarse, sin embargo, que ningún tren ha circulado nunca por aquellas vías.
Cuento de Jacques Sternberg.
Se introduce al condenado en un túnel interminable, se lo deja entre los rieles de una vía ferroviaria. El condenado sabe bien lo que le espera y se larga a correr. Escapa. No contempla otra alternativa. Pero huir es imposible porque el túnel no tiene fin.
El condenado corre y corre, hasta perder el aliento, incluso hasta perder la vida.
Puede afirmarse, sin embargo, que ningún tren ha circulado nunca por aquellas vías.
Cuento de Jacques Sternberg.
viernes, 21 de enero de 2011
¿Cómo será?
Un hombre se dirigió a Nasrudín y le preguntó:
— ¿Cómo será el lugar del que venimos y hacia el cual vamos?
— ¡Debe ser espantoso! —exclamó el mullah.
— ¿Por qué lo dices?
— Porque cuando nacen los niños, lo hacen llorando; la mayoría de la gente es reacia a dejar este mundo y, cuando lo dejan, lo hacen también llorando.
Cuento de la tradición sufí.
— ¿Cómo será el lugar del que venimos y hacia el cual vamos?
— ¡Debe ser espantoso! —exclamó el mullah.
— ¿Por qué lo dices?
— Porque cuando nacen los niños, lo hacen llorando; la mayoría de la gente es reacia a dejar este mundo y, cuando lo dejan, lo hacen también llorando.
Cuento de la tradición sufí.
jueves, 20 de enero de 2011
El cooli de Calcuta
Un viajero occidental llegó a Calcuta buscando a un elevado maestro espiritual llamado Baba Gitananda. Después de un agotador viaje en tren, se dirigió a varios coolis para averiguar el paradero del sabio. Finalmente, encontró uno que le contestó:
— Sí, señor, lo conozco.
El extranjero contempló a su interlocutor. Era un hombre muy sencillo, de edad avanzada y aspecto de pordiosero.
— ¿Estás seguro de que conoces a Baba Gitananda? —insistió.
— Sí, lo conozco bien.
— Entonces, llévame hasta él.
El viajero se acomodó con desconfianza en el carrito y el cooli comenzó a tirar del mismo. Después de un largo trayecto, el porteador se detuvo en una callejuela muy estrecha. Jadeante por el esfuerzo y con voz entrecortada, dijo:
— Señor, voy a mirar dentro de la casa. Entrad en unos instantes.
El occidental estaba sorprendido. ¿Cómo iba a vivir allí Baba Gitananda ni ningún mentor espiritual? Vaciló e incluso pensó en huir. Pero, recurriendo a todo su coraje, se decidió a bajar del carrito y entrar en la casa. Atravesó un pasillo que desembocaba en una sala en penumbras que olía a sándalo. Al fondo de la misma, vio la silueta de un hombre en meditación profunda.
Lentamente, el viajero se aproximó al yogui y, ¡cuál no sería su sorpresa al comprobar que aquel hombre era el cooli que lo había conducido hasta allí! A pesar de la escasa luz de la estancia, el occidental pudo ver los ojos calmos del maestro, y contemplar el lento movimiento de sus labios al decir:
— Yo soy Baba Gitananda. Aquí me tienes, amigo mío.
Cuento de la tradición hindú.
— Sí, señor, lo conozco.
El extranjero contempló a su interlocutor. Era un hombre muy sencillo, de edad avanzada y aspecto de pordiosero.
— ¿Estás seguro de que conoces a Baba Gitananda? —insistió.
— Sí, lo conozco bien.
— Entonces, llévame hasta él.
El viajero se acomodó con desconfianza en el carrito y el cooli comenzó a tirar del mismo. Después de un largo trayecto, el porteador se detuvo en una callejuela muy estrecha. Jadeante por el esfuerzo y con voz entrecortada, dijo:
— Señor, voy a mirar dentro de la casa. Entrad en unos instantes.
El occidental estaba sorprendido. ¿Cómo iba a vivir allí Baba Gitananda ni ningún mentor espiritual? Vaciló e incluso pensó en huir. Pero, recurriendo a todo su coraje, se decidió a bajar del carrito y entrar en la casa. Atravesó un pasillo que desembocaba en una sala en penumbras que olía a sándalo. Al fondo de la misma, vio la silueta de un hombre en meditación profunda.
Lentamente, el viajero se aproximó al yogui y, ¡cuál no sería su sorpresa al comprobar que aquel hombre era el cooli que lo había conducido hasta allí! A pesar de la escasa luz de la estancia, el occidental pudo ver los ojos calmos del maestro, y contemplar el lento movimiento de sus labios al decir:
— Yo soy Baba Gitananda. Aquí me tienes, amigo mío.
Cuento de la tradición hindú.
miércoles, 19 de enero de 2011
Guardar secretos
Un hombre le preguntó a Nasrudín:
— ¿Conoces a alguien de esta aldea que pueda guardarme un secreto?
— Sí —respondió el mullah sabiamente—. Tú mismo.
Cuento de la tradición sufí.
— ¿Conoces a alguien de esta aldea que pueda guardarme un secreto?
— Sí —respondió el mullah sabiamente—. Tú mismo.
Cuento de la tradición sufí.
martes, 18 de enero de 2011
El empleado de correo
En los diez años que había vivido enjaulado detrás de la ventanilla, al fondo de la vasta oficina de correo, el empleado no había recibido una sola queja.
Recibía, canjeaba, entregaba, anotaba, estampillaba, sellaba, firmaba, contaba y devolvía. Todo lo hacía con una calma perfecta, sin el menor nerviosismo y siempre afable, cortés, sonriendo sin pausa a vecinos, a clientes, a vigilantes, al mundo entero, a todas las cosas, a él mismo... A su día de trabajo. Ante todo, su trabajo, que el empleado juzgaba una tarea muy fastidiosa, pero soportaba gracias a una pequeña obsesión estrictamente personal.
Porque el empleado, en efecto, hace diez años que comete cada noche, antes de irse, lo que se llama un delito cotidiano: un gesto que se ha vuelto obligatorio, una razón de vivir.
Todas las noches introduce en su valija un fajo de cartas escogidas al azar. Se las lleva, vuelve cuanto antes a su hogar, arroja las cartas sobre la mesa, las abre con ansiedad y cada noche, desde las nueve hasta el amanecer, las responde, una por una, sin olvidarse de una sola, sin escribir una palabra a la ligera.
Cuento de Jacques Sternberg.
Recibía, canjeaba, entregaba, anotaba, estampillaba, sellaba, firmaba, contaba y devolvía. Todo lo hacía con una calma perfecta, sin el menor nerviosismo y siempre afable, cortés, sonriendo sin pausa a vecinos, a clientes, a vigilantes, al mundo entero, a todas las cosas, a él mismo... A su día de trabajo. Ante todo, su trabajo, que el empleado juzgaba una tarea muy fastidiosa, pero soportaba gracias a una pequeña obsesión estrictamente personal.
Porque el empleado, en efecto, hace diez años que comete cada noche, antes de irse, lo que se llama un delito cotidiano: un gesto que se ha vuelto obligatorio, una razón de vivir.
Todas las noches introduce en su valija un fajo de cartas escogidas al azar. Se las lleva, vuelve cuanto antes a su hogar, arroja las cartas sobre la mesa, las abre con ansiedad y cada noche, desde las nueve hasta el amanecer, las responde, una por una, sin olvidarse de una sola, sin escribir una palabra a la ligera.
Cuento de Jacques Sternberg.
lunes, 17 de enero de 2011
El paisajista
Un pintor de mucho talento fue enviado por el emperador a una provincia recién conquistada, con la misión de traer imágenes para que el soberano pudiera conocerla.
El pintor viajó mucho a través de los nuevos territorios, pero regresó a la capital sin siquiera un boceto.
El emperador se sorprendió, e incluso se enojó. Entonces, el pintor pidió que le extendiesen un gran lienzo sobre una pared del palacio. Allí representó todo el país que acababa de recorrer.
Cuando el trabajo estuvo terminado, el monarca fue a visitar el gran fresco. El pintor, varilla en mano, le explicó todos los detalles del paisaje, de las montañas, de los ríos, de los bosques.
Cuando la descripción finalizó, el artista se acercó a un estrecho sendero que salía del primer plano del fresco y parecía perderse en él. Los ayudantes vieron cómo el hombre se adentraba a poco en el camino y se hacía más pequeño. Pronto, una curva del sendero lo ocultó a sus ojos. Y al instante desapareció toda la pintura, dejando el gran muro desnudo.
El emperador y las personas que lo rodeaban volvieron a sus aposentos en silencio.
Cuento popular chino.
El pintor viajó mucho a través de los nuevos territorios, pero regresó a la capital sin siquiera un boceto.
El emperador se sorprendió, e incluso se enojó. Entonces, el pintor pidió que le extendiesen un gran lienzo sobre una pared del palacio. Allí representó todo el país que acababa de recorrer.
Cuando el trabajo estuvo terminado, el monarca fue a visitar el gran fresco. El pintor, varilla en mano, le explicó todos los detalles del paisaje, de las montañas, de los ríos, de los bosques.
Cuando la descripción finalizó, el artista se acercó a un estrecho sendero que salía del primer plano del fresco y parecía perderse en él. Los ayudantes vieron cómo el hombre se adentraba a poco en el camino y se hacía más pequeño. Pronto, una curva del sendero lo ocultó a sus ojos. Y al instante desapareció toda la pintura, dejando el gran muro desnudo.
El emperador y las personas que lo rodeaban volvieron a sus aposentos en silencio.
Cuento popular chino.
domingo, 16 de enero de 2011
La danza y el dolor
Cada víspera de Shabat, rabí Jaím de Kosov bailaba ante sus discípulos reunidos. Su rostro estaba encendido y todos sabían que cada paso contenía sublimes significados y obraba cosas sublimes.
Una vez, cuando estaba en medio de su danza, cayó un pesado banco sobre su pie y tuvo que detenerse por el dolor. Después, cuando le preguntaron sobre esto, dijo:
— Me parece que el dolor se hizo sentir porque interrumpí la danza.
Cuento de la tradición jasídica.
Una vez, cuando estaba en medio de su danza, cayó un pesado banco sobre su pie y tuvo que detenerse por el dolor. Después, cuando le preguntaron sobre esto, dijo:
— Me parece que el dolor se hizo sentir porque interrumpí la danza.
Cuento de la tradición jasídica.
sábado, 15 de enero de 2011
Ajedrez virtual
Los dos ajedrecistas habían jugado miles de partidas durante años. Conocían hasta los más sutiles vericuetos de sus mutuas defensas y ataques.
Esa tarde, se sentaron frente a frente ante una mesa vacía y se miraron por largo rato sin mover un músculo.
— Jaque mate —dijo por fin uno de ellos.
El otro suspiró, extendió la mano e inclinó su rey invisible.
Cuento de Graciela Pérez Aguilar.
Esa tarde, se sentaron frente a frente ante una mesa vacía y se miraron por largo rato sin mover un músculo.
— Jaque mate —dijo por fin uno de ellos.
El otro suspiró, extendió la mano e inclinó su rey invisible.
Cuento de Graciela Pérez Aguilar.
viernes, 14 de enero de 2011
¿Quién es el que quiere verlo?
— ¿Cuál es el camino?—le preguntó un monje curioso a su maestro.
— Está justo ante tus ojos —repuso éste.
— ¿Por qué no lo veo por mí mismo?
— Porque estás pensando en ti mismo.
- ¿Y usted? —dijo el monje —. ¿Usted lo ve?
Entonces, el maestro dijo:
— Mientras sigas viendo doble, diciendo que yo no y tú sí, y así sucesivamente, tus ojos estarán nublados.
— Cuando no hay ni yo ni tú, ¿se puede ver? —preguntó el monje.
— Cuando no hay ni yo ni tú, ¿quién es el que quiere verlo?
Cuento de la tradición budista zen.
— Está justo ante tus ojos —repuso éste.
— ¿Por qué no lo veo por mí mismo?
— Porque estás pensando en ti mismo.
- ¿Y usted? —dijo el monje —. ¿Usted lo ve?
Entonces, el maestro dijo:
— Mientras sigas viendo doble, diciendo que yo no y tú sí, y así sucesivamente, tus ojos estarán nublados.
— Cuando no hay ni yo ni tú, ¿se puede ver? —preguntó el monje.
— Cuando no hay ni yo ni tú, ¿quién es el que quiere verlo?
Cuento de la tradición budista zen.
jueves, 13 de enero de 2011
Las palabras del rey
Nasrudín volvió a su pueblo luego de una visita a la ciudad real y los aldeanos se reunieron para escuchar el relato de su viaje.
— Sólo puedo decirles —afirmó el mullah con voz solemne— que el rey me habló.
La mayoría de los aldeanos corrieron a difundir la maravillosa noticia, pero uno de los que quedaban preguntó:
— ¿Y qué te dijo el rey?
— Lo que me dijo, con toda claridad, fue:” ¡Fuera de mi camino!".
Cuento de la tradición sufí.
— Sólo puedo decirles —afirmó el mullah con voz solemne— que el rey me habló.
La mayoría de los aldeanos corrieron a difundir la maravillosa noticia, pero uno de los que quedaban preguntó:
— ¿Y qué te dijo el rey?
— Lo que me dijo, con toda claridad, fue:” ¡Fuera de mi camino!".
Cuento de la tradición sufí.
miércoles, 12 de enero de 2011
La ira en Arcadia
El diminuto país de Arcadia tiene una manera especial de lidiar con la ira. Cuando sus habitantes acumulan demasiado enojo, introducen dos dedos en su garganta y vomitan un pequeño escarabajo negro, de mandíbulas grandes y afiladas. Luego, lo llevan a una enorme pileta pública.
Cuando la pileta se llena de escarabajos, arrojan en ella a media docena de los habitantes menos populares. Luego de un par de horas, cubren todo con tierra hasta la siguiente oportunidad.
Cuento de Graciela Pérez Aguilar.
Cuando la pileta se llena de escarabajos, arrojan en ella a media docena de los habitantes menos populares. Luego de un par de horas, cubren todo con tierra hasta la siguiente oportunidad.
Cuento de Graciela Pérez Aguilar.
martes, 11 de enero de 2011
Pregunta y respuesta
Ho le preguntó al maestro Basho:
— ¿Qué es lo que trasciende a todo el universo?
— Te lo diré después de que hayas tomado toda el agua del río Oeste de un solo trago.
— Ya me tomé toda el agua del río Oeste de un solo trago.
— Entonces —concluyó Basho—, ya te contesté la pregunta.
Cuento de la tradición budista zen.
— ¿Qué es lo que trasciende a todo el universo?
— Te lo diré después de que hayas tomado toda el agua del río Oeste de un solo trago.
— Ya me tomé toda el agua del río Oeste de un solo trago.
— Entonces —concluyó Basho—, ya te contesté la pregunta.
Cuento de la tradición budista zen.
lunes, 10 de enero de 2011
El alquimista y el ratón
En la oscuridad de su laboratorio, el alquimista arrojó un líquido verdoso sobre los demás ingredientes del crisol. Luego de una explosión, en el fondo del recipiente apareció un minúsculo ratón blanco, húmedo y tembloroso.
— ¡Criatura despreciable! —gritó el alquimista—. ¡No eres digno de mi genio!
— Tú tampoco— musitó el roedor. Y lo fulminó con un pequeño movimiento de sus bigotes.
Cuento de Graciela Pérez Aguilar.
— ¡Criatura despreciable! —gritó el alquimista—. ¡No eres digno de mi genio!
— Tú tampoco— musitó el roedor. Y lo fulminó con un pequeño movimiento de sus bigotes.
Cuento de Graciela Pérez Aguilar.
domingo, 9 de enero de 2011
Escucha el silencio
— Toda palabra y toda imagen que se emplee para referirse a Dios tienen más de falseamiento que de descripción.
— Entonces, ¿cómo puede hablarse de Dios?
— Por medio del silencio.
— Y si es así, ¿por qué hablas tú con palabras?
El Maestro no pudo evitar reírse con todas sus ganas, y dijo:
— Cuando yo hablo, no debes escuchar las palabras. Escucha el silencio.
Cuento de Anthony de Mello.
— Entonces, ¿cómo puede hablarse de Dios?
— Por medio del silencio.
— Y si es así, ¿por qué hablas tú con palabras?
El Maestro no pudo evitar reírse con todas sus ganas, y dijo:
— Cuando yo hablo, no debes escuchar las palabras. Escucha el silencio.
Cuento de Anthony de Mello.
sábado, 8 de enero de 2011
Despiértese
Despiértese, que es tarde, me grita desde la puerta un hombre extraño. Despiértese usted, que buena falta le hace, le contesto yo. Pero el muy obstinado me sigue soñando.
Cuento de Ana María Shua.
Cuento de Ana María Shua.
viernes, 7 de enero de 2011
La lechuza y el ciempiés
Un ciempiés consultó a una lechuza acerca del dolor que sentía en las patas.
La lechuza le dijo:
— ¡Tienes demasiadas! Si te convirtieras en un ratón, sólo tendrías cuatro patas y… una vigesimoquinta parte del dolor.
— Esa es una gran idea — dijo el ciempiés—. Pero ahora dime cómo puedo convertirme en un ratón.
— ¡Hombre, no me molestes con detalles! —dijo la lechuza—. Yo solamente estoy aquí para establecer la política a seguir.
Cuento tomado del libro “Gracias, maestros”, de Juan Carlos López Rodríguez.
La lechuza le dijo:
— ¡Tienes demasiadas! Si te convirtieras en un ratón, sólo tendrías cuatro patas y… una vigesimoquinta parte del dolor.
— Esa es una gran idea — dijo el ciempiés—. Pero ahora dime cómo puedo convertirme en un ratón.
— ¡Hombre, no me molestes con detalles! —dijo la lechuza—. Yo solamente estoy aquí para establecer la política a seguir.
Cuento tomado del libro “Gracias, maestros”, de Juan Carlos López Rodríguez.
jueves, 6 de enero de 2011
El mudo y el papagayo
Un discípulo le preguntó al sabio Zu Shou:
— Si un individuo se ilumina pero no consigue expresarse con palabras, ¿con qué puede ser comparado?
— Con un mudo que prueba la miel.
— Y si un individuo todavía no ha alcanzado la Iluminación pero habla sobre ella con palabras floridas, ¿con qué puede ser comparado?
— Con un papagayo parlanchín.
Cuento de la tradición budista zen.
— Si un individuo se ilumina pero no consigue expresarse con palabras, ¿con qué puede ser comparado?
— Con un mudo que prueba la miel.
— Y si un individuo todavía no ha alcanzado la Iluminación pero habla sobre ella con palabras floridas, ¿con qué puede ser comparado?
— Con un papagayo parlanchín.
Cuento de la tradición budista zen.
miércoles, 5 de enero de 2011
Más rápido que las almas
Un explorador blanco, ansioso por llegar cuanto antes a su destino en el corazón de África, ofreció una paga extra a sus porteadores para que anduviesen más de prisa.
Durante varios días, los porteadores apuraron el paso.
Una tarde, sin embargo, se sentaron todos en el suelo y dejaron la carga, negándose a continuar. Por más dinero que les ofreciese, los hombres no se movían.
Finalmente, cuando el explorador pidió una explicación para aquel comportamiento,
obtuvo la siguiente respuesta:
— Hemos andado demasiado de prisa, y ya no sabemos ni dónde estamos ni qué estamos haciendo. Tenemos que esperar a que nuestras almas nos alcancen.
Cuento de Paulo Coelho.
Durante varios días, los porteadores apuraron el paso.
Una tarde, sin embargo, se sentaron todos en el suelo y dejaron la carga, negándose a continuar. Por más dinero que les ofreciese, los hombres no se movían.
Finalmente, cuando el explorador pidió una explicación para aquel comportamiento,
obtuvo la siguiente respuesta:
— Hemos andado demasiado de prisa, y ya no sabemos ni dónde estamos ni qué estamos haciendo. Tenemos que esperar a que nuestras almas nos alcancen.
Cuento de Paulo Coelho.
martes, 4 de enero de 2011
Buenas y malas prácticas
Un forastero que andaba en busca de las cosas divinas le preguntó al Maestro cómo podría, cuando regresara a su país, distinguir entre un verdadero maestro y uno falso.
El Maestro le dijo:
— El bueno propone prácticas; el mal maestro propone teorías.
— Pero, ¿cómo podré distinguir entre una práctica buena y una práctica mala?
— Del mismo modo que un agricultor distingue entre un cultivo bueno y un cultivo malo.
Cuento tomado del libro “¿Quién puede hacer que amanezca?”, de Anthony de Mello.
El Maestro le dijo:
— El bueno propone prácticas; el mal maestro propone teorías.
— Pero, ¿cómo podré distinguir entre una práctica buena y una práctica mala?
— Del mismo modo que un agricultor distingue entre un cultivo bueno y un cultivo malo.
Cuento tomado del libro “¿Quién puede hacer que amanezca?”, de Anthony de Mello.
lunes, 3 de enero de 2011
Un millón de hormigas
La topadora avanzaba amenazante hacia el enorme hormiguero.
Cuando una de las vigías dio la voz de alarma, novecientas noventa y nueve mil novecientas noventa y nueve hormigas se apilaron unas sobre otras, hasta esbozar una inmensa figura.
Cuando llegó la hormiga número un millón, la figura se cerró. Una aterradora hormiga gigante tomó entre sus tenazas la topadora y la hizo trizas. El conductor huyó despavorido.
Cuento de Graciela Pérez Aguilar.
Cuando una de las vigías dio la voz de alarma, novecientas noventa y nueve mil novecientas noventa y nueve hormigas se apilaron unas sobre otras, hasta esbozar una inmensa figura.
Cuando llegó la hormiga número un millón, la figura se cerró. Una aterradora hormiga gigante tomó entre sus tenazas la topadora y la hizo trizas. El conductor huyó despavorido.
Cuento de Graciela Pérez Aguilar.
domingo, 2 de enero de 2011
Parábola turística
Propongo a tu consideración la siguiente parábola de la vida: un autobús cargado de turistas atraviesa una hermosísima región llena de lagos, montañas, ríos y praderas. Pero las cortinas del autobús están cerradas, y los turistas, que no tienen la menor idea de lo que hay al otro lado de las ventanillas, se pasan el viaje discutiendo sobre quién debe ocupar el mejor asiento del autobús, a quien hay que aplaudir, quién es el más digno de consideración... Y así siguen hasta el final del viaje.
Cuento de origen desconocido.
Cuento de origen desconocido.
sábado, 1 de enero de 2011
Críticas y criticados
A un individuo dotado de auténtico espíritu emprendedor pero al que desalentaban las frecuentes críticas que se le hacían, le dijo el Maestro:
—Escucha las palabras del crítico, que te revelarán lo que tus amigos tratan de ocultarte.
Y añadió:
— Pero no te dejes abrumar por lo que el crítico diga. Nunca se ha erigido una estatua en homenaje a un crítico. Las estatuas son para los criticados.
Cuento de Anthony de Mello.
—Escucha las palabras del crítico, que te revelarán lo que tus amigos tratan de ocultarte.
Y añadió:
— Pero no te dejes abrumar por lo que el crítico diga. Nunca se ha erigido una estatua en homenaje a un crítico. Las estatuas son para los criticados.
Cuento de Anthony de Mello.
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