Una vez, Nasrudín comenzó a pensar en voz alta.
— ¿Cómo sé si estoy vivo o muerto?
— No seas necio —dijo su esposa—. Si estuvieras muerto, tus miembros estarían fríos.
Poco tiempo después, el mullah se encontraba en el bosque cortando leña. Era pleno invierno. De repente, se dio cuenta de que tenia frías las manos y los pies.
“Indudablemente, estoy muerto”, pensó, “de modo que debo interrumpir mi trabajo. Los cadáveres no van por ahí caminando”.
Se tendió sobre la hierba y, al rato, llegó una manada de lobos que empezó a atacar a su asno, que estaba atado a un árbol.
— Vamos, aprovechaos de un hombre muerto —dijo Nasrudín sin moverse—. ¡Pero si estuviera vivo no os permitiría estas libertades con mi asno!
Cuento de la tradición sufí.
sábado, 22 de mayo de 2010
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