Junaid tenía un discípulo al que prefería sobre todos los demás, lo que incitó los celos de los otros discípulos. El maestro, que conocía los corazones, se dio cuenta de ello.
— El es superior en cortesía y en inteligencia —les dijo—. Hagamos una experiencia para que vosotros también lo comprendáis.
Junaid mandó entonces que le trajeran veinte aves, y ordenó a los discípulos:
— Que cada uno tome un pájaro, se lo lleve a un lugar en el que nadie lo vea, lo mate, y me lo traiga.
Todos los discípulos se fueron, mataron los pájaros y los volvieron a traer. Todos, salvo el discípulo favorito, que lo devolvió vivo.
— ¿Por qué no lo has matado? —preguntó Junaid.
— Porque tú has dicho que tenía que hacerse en un lugar en el que nadie pudiese vernos. Pues bien, en todas partes a donde he ido, Dios me estaba mirando y además estaba presente mi conciencia, que me dice que no puedo matar a ningún ser vivo.
— ¿Veis su grado de comprensión? —exclamó Junaid—. Comparadlo con el vuestro.
Los discípulos pidieron perdón a Dios.
Cuento de la tradición sufí.
miércoles, 5 de mayo de 2010
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