Cierta noche de Año Nuevo, un rabino caminaba hacia su casa cuando se encontró con una figura sombría. Sorprendido, descubrió que era un hombre de la ciudad que acababa de morir.
— ¿Qué estás haciendo aquí? —le preguntó—. Se supone que estás muerto.
— Rabino —repuso el fantasma—, usted sabe que ésta es la noche en que las almas reencarnan en la Tierra. Yo soy una de ellas.
— ¿Y por qué te enviaron de nuevo aquí?
— Llevé una vida perfectamente libre de culpa en la tierra —dijo el otro—, pero en el momento de morir pensé en todo lo bueno que había hecho y mi corazón se llenó de orgullo. He sido enviado de regreso para pagar por ello.
Dicho esto, la figura desapareció y el religioso volvió a su casa. Poco tiempo después, nació su hijo. El niño llegó a ser el rabino Wolf, quien fue un hombre de gran humildad.
Cuento de la tradición jasídica.
viernes, 21 de mayo de 2010
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