Un hombre a quien se consideraba muerto fue llevado por sus amigos para ser enterrado. Cuando el ataúd estaba a punto de ser introducido en la tumba, el hombre revivió sorpresivamente y comenzó a golpear la tapa. Abrieron el féretro y el hombre se incorporó.
— ¿Qué estáis haciendo? —dijo a los atónitos asistentes—. Estoy vivo. No he muerto.
Sus palabras fueron recibidas con asombrado silencio. Al fin, uno de los deudos atinó a hablar:
— Amigo, tanto los médicos como los sacerdotes han certificado que habías muerto. Y, ¿cómo van a haberse equivocado los expertos?
Así pues, volvieron a atornillar la tapa del ataúd y lo enterraron debidamente.
Cuento de la tradición sufí.
lunes, 17 de mayo de 2010
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