Cierta vez, el rey Rama quiso construir un puente que uniera la India con la isla de Sri Lanka para rescatar a su amada Sita, secuestrada por el demonio Rávana. Todo el ejército real acumuló tierra, piedras y troncos para rellenar el istmo durante meses.
Un día, los soldados vieron que una pequeña ardilla rodaba sobre la tierra y corría hacia el puente para sacudirla encima.
— ¿Qué estás haciendo? —le preguntaron entre risas.
— Estoy ayudando a Rama a rescatar a la reina.
— ¡Hemos traído toneladas de tierra para construir el puente y tú haces esta tontería!
Pero Rama, que había hecho muchos amigos entre los pájaros y los animales de los bosques durante su largo exilio, vio la escena y dijo:
— Bendita sea esta pequeña ardilla, que está haciendo su trabajo lo mejor que puede. Ella es tan grande como cualquiera de ustedes.
Y, cariñosamente, se inclinó y acarició al pequeño animal en la espalda. Y debido a que Rama es Dios mismo, todavía se pueden ver las marcas de sus dedos en todos los descendientes de la ardilla.
Cuento tomado del Ramayana.
domingo, 2 de mayo de 2010
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1 comentario:
Como nosotros decimos, un grano no hace granero, pero ayuda al compañero.
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