El poeta hindú Tulsi Das compuso la gesta de Hanuman y de su ejército de monos. Años después, un rey lo encarceló en una torre de piedra. En la celda se puso a meditar y de la meditación surgió Hanuman con su ejército de monos. Ellos conquistaron la ciudad, irrumpieron en la torre y lo liberaron.
Cuento de Richard F. Burton.
lunes, 31 de mayo de 2010
La obra y el poeta
domingo, 30 de mayo de 2010
El reflejo
Cuando murió Narciso, las flores de los campos quedaron desoladas y solicitaron al río gotas de agua para llorarlo.
— ¡Oh! —les respondió el río—. Aun cuando todas mis gotas de agua se convirtieran en lágrimas, no tendría suficientes para llorar yo mismo a Narciso: yo lo amaba.
— ¡Oh! —prosiguieron las flores de los campos—. ¿Cómo no ibas a amar a Narciso? Era hermoso.
— ¿Era hermoso? —preguntó el río.
— ¿Y quién mejor que tú para saberlo? —dijeron las flores—. Todos los días se inclinaba sobre tu ribera y contemplaba en tus aguas su belleza.
— Si yo lo amaba —respondió el río—, es porque, cuando se inclinaba sobre mí, veía yo en sus ojos el reflejo de mis aguas.
Cuento de Oscar Wilde.
— ¡Oh! —les respondió el río—. Aun cuando todas mis gotas de agua se convirtieran en lágrimas, no tendría suficientes para llorar yo mismo a Narciso: yo lo amaba.
— ¡Oh! —prosiguieron las flores de los campos—. ¿Cómo no ibas a amar a Narciso? Era hermoso.
— ¿Era hermoso? —preguntó el río.
— ¿Y quién mejor que tú para saberlo? —dijeron las flores—. Todos los días se inclinaba sobre tu ribera y contemplaba en tus aguas su belleza.
— Si yo lo amaba —respondió el río—, es porque, cuando se inclinaba sobre mí, veía yo en sus ojos el reflejo de mis aguas.
Cuento de Oscar Wilde.
sábado, 29 de mayo de 2010
Mensaje
Una mujer está sentada sola en una casa. Sabe que no hay nadie más en el mundo: todos los otros seres han muerto. Golpean a la puerta.
Cuento de Thomas Bayley Aldrich.
Cuento de Thomas Bayley Aldrich.
viernes, 28 de mayo de 2010
Cómo se pescan calamares
El calamar tiene ocho brazos que puede replegar sobre su cabeza: de tal modo se esconde de cualquier enemigo. Para protegerse mejor, también suelta un líquido muy negro, la famosa tinta que le sirve para ocultarse al menor peligro.
Cuando los pescadores ven que el agua se pone negra echan la red y así pescan fácilmente a los calamares.
Cuento tradicional chino.
Cuando los pescadores ven que el agua se pone negra echan la red y así pescan fácilmente a los calamares.
Cuento tradicional chino.
jueves, 27 de mayo de 2010
En la Tierra de los Sueños
Un discípulo de Soyen Shaku relató lo siguiente:
Nuestro maestro solía tomar una siesta todas las tardes. Le preguntamos por qué lo hacía y respondió: “Voy a Tierra de los Sueños para encontrarme con los sabios antiguos, como lo hacía Confucio. Cuando Confucio dormía, soñaba con ellos y más tarde les hablaba de esos sueños a sus seguidores.
Una tarde muy calurosa, algunos de nosotros nos acostamos a dormir y nuestro maestro nos reprendió. "Fuimos a la Tierra de los Sueños para encontrarnos con los antiguos sabios, igual que Confucio”, le dijimos. “¿Y cuál fue su mensaje?”, quiso saber Soyen.
Uno de nosotros contestó: "Les preguntamos si ibas todas las tardes, pero nos dijeron que nunca te habían visto por allí”.
Cuento de la tradición budista zen.
Nuestro maestro solía tomar una siesta todas las tardes. Le preguntamos por qué lo hacía y respondió: “Voy a Tierra de los Sueños para encontrarme con los sabios antiguos, como lo hacía Confucio. Cuando Confucio dormía, soñaba con ellos y más tarde les hablaba de esos sueños a sus seguidores.
Una tarde muy calurosa, algunos de nosotros nos acostamos a dormir y nuestro maestro nos reprendió. "Fuimos a la Tierra de los Sueños para encontrarnos con los antiguos sabios, igual que Confucio”, le dijimos. “¿Y cuál fue su mensaje?”, quiso saber Soyen.
Uno de nosotros contestó: "Les preguntamos si ibas todas las tardes, pero nos dijeron que nunca te habían visto por allí”.
Cuento de la tradición budista zen.
miércoles, 26 de mayo de 2010
Curación
A una persona muy afligida que había acudido a él en busca de ayuda, el maestro le preguntó:
— ¿Deseas realmente ser curado?
— ¿Me habría molestado en acudir a ti si no lo deseara?
— ¿Y por qué no? —dijo el maestro—. La mayoría de la gente lo hace.
— Entonces, ¿para qué vienen?
— No precisamente buscando la curación, que es dolorosa, sino buscando alivio.
Cuento de Anthony de Mello.
— ¿Deseas realmente ser curado?
— ¿Me habría molestado en acudir a ti si no lo deseara?
— ¿Y por qué no? —dijo el maestro—. La mayoría de la gente lo hace.
— Entonces, ¿para qué vienen?
— No precisamente buscando la curación, que es dolorosa, sino buscando alivio.
Cuento de Anthony de Mello.
martes, 25 de mayo de 2010
La persecución del maestro
El discípulo atraviesa el país en busca del maestro predestinado. Sabe su nombre: Tilopa; sabe que es imprescindible. Lo persigue de ciudad en ciudad, siempre con atraso.
Una noche, famélico, llama a la puerta de una casa y pide comida. Sale un borracho y con voz estrepitosa le ofrece vino. El discípulo rehúsa, indignado. La casa entera desaparece; el discípulo queda solo en mitad del campo; la voz del borracho le grita: “Yo era Tilopa”.
Otra vez, un aldeano le pide ayuda para cuerear un caballo muerto; asqueado, el discípulo se aleja sin contestar; una burlona voz le grita: “Yo era Tilopa”.
En un desfiladero, un hombre arrastra del pelo a una mujer. El discípulo ataca al forajido y logra que suelte a su víctima. Bruscamente se encuentra solo y la voz le repite: “Yo era Tilopa”.
Llega, una tarde, a un cementerio; ve a un hombre agazapado junto a una hoguera de ennegrecidos restos humanos; comprende, se prosterna, toma los pies del maestro y los pone sobre su cabeza. Esta vez, Tilopa no desaparece.
Cuento de Alexandra David-Néel.
Una noche, famélico, llama a la puerta de una casa y pide comida. Sale un borracho y con voz estrepitosa le ofrece vino. El discípulo rehúsa, indignado. La casa entera desaparece; el discípulo queda solo en mitad del campo; la voz del borracho le grita: “Yo era Tilopa”.
Otra vez, un aldeano le pide ayuda para cuerear un caballo muerto; asqueado, el discípulo se aleja sin contestar; una burlona voz le grita: “Yo era Tilopa”.
En un desfiladero, un hombre arrastra del pelo a una mujer. El discípulo ataca al forajido y logra que suelte a su víctima. Bruscamente se encuentra solo y la voz le repite: “Yo era Tilopa”.
Llega, una tarde, a un cementerio; ve a un hombre agazapado junto a una hoguera de ennegrecidos restos humanos; comprende, se prosterna, toma los pies del maestro y los pone sobre su cabeza. Esta vez, Tilopa no desaparece.
Cuento de Alexandra David-Néel.
lunes, 24 de mayo de 2010
El sueño del Rey
— Ahora está soñando. ¿Con quién sueña? ¿Lo sabes?
— Nadie lo sabe.
— Sueña contigo. Y si dejara de soñar, ¿qué sería de ti?
— No lo sé.
— Desaparecerías. Eres una figura de su sueño. Si se despertara ese Rey te apagarías como una vela.
Pasaje de “A través del espejo”, de Lewis Carroll.
— Nadie lo sabe.
— Sueña contigo. Y si dejara de soñar, ¿qué sería de ti?
— No lo sé.
— Desaparecerías. Eres una figura de su sueño. Si se despertara ese Rey te apagarías como una vela.
Pasaje de “A través del espejo”, de Lewis Carroll.
domingo, 23 de mayo de 2010
La distancia más corta
El Maestro impartía su doctrina en forma de parábolas y de cuentos que sus discípulos escuchaban con verdadero deleite, aunque a veces también con frustración, porque sentían necesidad de algo más profundo. Esto lo traía sin cuidado al Maestro, que a todas las objeciones respondía:
— Todavía tenéis que comprender, queridos, que la distancia más corta entre el ser humano y la verdad es un cuento.
Cuento de Anthony de Mello.
— Todavía tenéis que comprender, queridos, que la distancia más corta entre el ser humano y la verdad es un cuento.
Cuento de Anthony de Mello.
sábado, 22 de mayo de 2010
¿Vivo o muerto?
Una vez, Nasrudín comenzó a pensar en voz alta.
— ¿Cómo sé si estoy vivo o muerto?
— No seas necio —dijo su esposa—. Si estuvieras muerto, tus miembros estarían fríos.
Poco tiempo después, el mullah se encontraba en el bosque cortando leña. Era pleno invierno. De repente, se dio cuenta de que tenia frías las manos y los pies.
“Indudablemente, estoy muerto”, pensó, “de modo que debo interrumpir mi trabajo. Los cadáveres no van por ahí caminando”.
Se tendió sobre la hierba y, al rato, llegó una manada de lobos que empezó a atacar a su asno, que estaba atado a un árbol.
— Vamos, aprovechaos de un hombre muerto —dijo Nasrudín sin moverse—. ¡Pero si estuviera vivo no os permitiría estas libertades con mi asno!
Cuento de la tradición sufí.
— ¿Cómo sé si estoy vivo o muerto?
— No seas necio —dijo su esposa—. Si estuvieras muerto, tus miembros estarían fríos.
Poco tiempo después, el mullah se encontraba en el bosque cortando leña. Era pleno invierno. De repente, se dio cuenta de que tenia frías las manos y los pies.
“Indudablemente, estoy muerto”, pensó, “de modo que debo interrumpir mi trabajo. Los cadáveres no van por ahí caminando”.
Se tendió sobre la hierba y, al rato, llegó una manada de lobos que empezó a atacar a su asno, que estaba atado a un árbol.
— Vamos, aprovechaos de un hombre muerto —dijo Nasrudín sin moverse—. ¡Pero si estuviera vivo no os permitiría estas libertades con mi asno!
Cuento de la tradición sufí.
viernes, 21 de mayo de 2010
El fantasma de Año Nuevo
Cierta noche de Año Nuevo, un rabino caminaba hacia su casa cuando se encontró con una figura sombría. Sorprendido, descubrió que era un hombre de la ciudad que acababa de morir.
— ¿Qué estás haciendo aquí? —le preguntó—. Se supone que estás muerto.
— Rabino —repuso el fantasma—, usted sabe que ésta es la noche en que las almas reencarnan en la Tierra. Yo soy una de ellas.
— ¿Y por qué te enviaron de nuevo aquí?
— Llevé una vida perfectamente libre de culpa en la tierra —dijo el otro—, pero en el momento de morir pensé en todo lo bueno que había hecho y mi corazón se llenó de orgullo. He sido enviado de regreso para pagar por ello.
Dicho esto, la figura desapareció y el religioso volvió a su casa. Poco tiempo después, nació su hijo. El niño llegó a ser el rabino Wolf, quien fue un hombre de gran humildad.
Cuento de la tradición jasídica.
— ¿Qué estás haciendo aquí? —le preguntó—. Se supone que estás muerto.
— Rabino —repuso el fantasma—, usted sabe que ésta es la noche en que las almas reencarnan en la Tierra. Yo soy una de ellas.
— ¿Y por qué te enviaron de nuevo aquí?
— Llevé una vida perfectamente libre de culpa en la tierra —dijo el otro—, pero en el momento de morir pensé en todo lo bueno que había hecho y mi corazón se llenó de orgullo. He sido enviado de regreso para pagar por ello.
Dicho esto, la figura desapareció y el religioso volvió a su casa. Poco tiempo después, nació su hijo. El niño llegó a ser el rabino Wolf, quien fue un hombre de gran humildad.
Cuento de la tradición jasídica.
jueves, 20 de mayo de 2010
Receta para preparar el té
Sogyo, uno de los principales maestros del arte del té, intervino en una ceremonia de un templo zen donde se ofrecía una taza a todos los monjes. El té preparado por Sogyo era el más delicioso de todos y un antiguo maestro, Gesshu, le preguntó si añadía algo más a la bebida. Sogyo respondió:
— Sí, incluyo un poco de consideración.
Cuento de la tradición budista zen.
— Sí, incluyo un poco de consideración.
Cuento de la tradición budista zen.
miércoles, 19 de mayo de 2010
Las tres preguntas más importantes
Había un rey que pasaba sus días reflexionando sobre tres preguntas de suma importancia: ¿Qué persona es la más importante? ¿Qué cosa es la más importante? y ¿Cuál es el momento crucial para actuar?
Ninguno de sus consejeros era capaz de respondérselas. Hasta que un día, en uno de sus paseos de incógnito llegó a un lugar alejado y buscó albergue en la casa de un venerable anciano para pasar la noche.
Un ruido lo despertó de madrugada, y vio que un hombre cubierto de sangre irrumpía en la casa del anciano. El hombre dijo:
— Me vienen siguiendo.
— Será mejor que entres y te escondas —afirmó el anciano.
Al rato llegaron los soldados perseguidores, que preguntaron al dueño de casa:
— ¿Has visto a un hombre que pasaba corriendo?
A lo que el anciano contestó que no sabía y los soldados siguieron su camino
Poco después el hombre perseguido dijo unas palabras de agradecimiento y se marchó.
A la mañana siguiente, el rey le preguntó:
— ¿No temes que caiga sobre ti alguna desgracia? ¿Cómo te atreviste a dejar entrar a aquel hombre del que nada sabías?
El anciano respondió sin inmutarse:
— Es que no hay en el mundo persona más importante que la que en este preciso instante necesita ayuda; no hay cosa más importante que prestar esa ayuda de inmediato; no hay momento más importante que este momento.
Las tres preguntas del rey quedaron contestadas.
Cuento de origen desconocido.
Ninguno de sus consejeros era capaz de respondérselas. Hasta que un día, en uno de sus paseos de incógnito llegó a un lugar alejado y buscó albergue en la casa de un venerable anciano para pasar la noche.
Un ruido lo despertó de madrugada, y vio que un hombre cubierto de sangre irrumpía en la casa del anciano. El hombre dijo:
— Me vienen siguiendo.
— Será mejor que entres y te escondas —afirmó el anciano.
Al rato llegaron los soldados perseguidores, que preguntaron al dueño de casa:
— ¿Has visto a un hombre que pasaba corriendo?
A lo que el anciano contestó que no sabía y los soldados siguieron su camino
Poco después el hombre perseguido dijo unas palabras de agradecimiento y se marchó.
A la mañana siguiente, el rey le preguntó:
— ¿No temes que caiga sobre ti alguna desgracia? ¿Cómo te atreviste a dejar entrar a aquel hombre del que nada sabías?
El anciano respondió sin inmutarse:
— Es que no hay en el mundo persona más importante que la que en este preciso instante necesita ayuda; no hay cosa más importante que prestar esa ayuda de inmediato; no hay momento más importante que este momento.
Las tres preguntas del rey quedaron contestadas.
Cuento de origen desconocido.
martes, 18 de mayo de 2010
El versículo que está adentro
Una vez, cuando rabí Mordejai estaba en la ciudad de Minsk explicando la Torá a un grupo de hombres adversos al jasidismo, éstos se rieron de él.
— ¡Lo que dices no explica ese versículo en absoluto!
— ¿Creéis realmente —con testó el rabí— que estoy intentando explicar el versículo del libro? ¡Eso no necesita explicación! Quiero explicar el versículo que está dentro de mí!
Cuento de la tradición jasídica.
— ¡Lo que dices no explica ese versículo en absoluto!
— ¿Creéis realmente —con testó el rabí— que estoy intentando explicar el versículo del libro? ¡Eso no necesita explicación! Quiero explicar el versículo que está dentro de mí!
Cuento de la tradición jasídica.
lunes, 17 de mayo de 2010
Los expertos
Un hombre a quien se consideraba muerto fue llevado por sus amigos para ser enterrado. Cuando el ataúd estaba a punto de ser introducido en la tumba, el hombre revivió sorpresivamente y comenzó a golpear la tapa. Abrieron el féretro y el hombre se incorporó.
— ¿Qué estáis haciendo? —dijo a los atónitos asistentes—. Estoy vivo. No he muerto.
Sus palabras fueron recibidas con asombrado silencio. Al fin, uno de los deudos atinó a hablar:
— Amigo, tanto los médicos como los sacerdotes han certificado que habías muerto. Y, ¿cómo van a haberse equivocado los expertos?
Así pues, volvieron a atornillar la tapa del ataúd y lo enterraron debidamente.
Cuento de la tradición sufí.
— ¿Qué estáis haciendo? —dijo a los atónitos asistentes—. Estoy vivo. No he muerto.
Sus palabras fueron recibidas con asombrado silencio. Al fin, uno de los deudos atinó a hablar:
— Amigo, tanto los médicos como los sacerdotes han certificado que habías muerto. Y, ¿cómo van a haberse equivocado los expertos?
Así pues, volvieron a atornillar la tapa del ataúd y lo enterraron debidamente.
Cuento de la tradición sufí.
domingo, 16 de mayo de 2010
Para la cátedra de Literatura
Enrique Buenaventura estaba bebiendo ron en una taberna de Cali, cuando un desconocido se acercó a la mesa. El hombre se presentó, era de oficio albañil, a sus órdenes, para servirlo:
— Necesito que me escriba una carta. Una carta de amor.
— ¿Yo?
— Me han dicho que usted puede.
Enrique no era especialista, pero hinchó el pecho. El albañil aclaró que él no era analfabeto:
— Yo puedo escribir. Pero una carta así, no puedo.
— ¿Y para quién es la carta?
— Para... ella.
— ¿Y usted qué quiere decirle?
— Si lo sé, no le pido.
Enrique se rascó la cabeza. Esa noche, puso manos a la obra.
Al día siguiente, el albañil leyó la carta:
— Eso —dijo, y le brillaron los ojos—. Eso era. Pero yo no sabía que era eso lo que yo quería decir.
Cuento de Eduardo Galeano.
— Necesito que me escriba una carta. Una carta de amor.
— ¿Yo?
— Me han dicho que usted puede.
Enrique no era especialista, pero hinchó el pecho. El albañil aclaró que él no era analfabeto:
— Yo puedo escribir. Pero una carta así, no puedo.
— ¿Y para quién es la carta?
— Para... ella.
— ¿Y usted qué quiere decirle?
— Si lo sé, no le pido.
Enrique se rascó la cabeza. Esa noche, puso manos a la obra.
Al día siguiente, el albañil leyó la carta:
— Eso —dijo, y le brillaron los ojos—. Eso era. Pero yo no sabía que era eso lo que yo quería decir.
Cuento de Eduardo Galeano.
sábado, 15 de mayo de 2010
Los orfebres
En un pueblo de la India había un negocio de orfebrería donde trabajaban cuatro hombres a los que se consideraba muy piadosos. Las gentes de la localidad, impresionadas por sus aires de santidad, se habían convertido en generosos clientes del establecimiento. Les agradaba mucho comprobar que, cuando llegaban a la tienda, los cuatro orfebres repetían los nombres de distintas divinidades hindúes. Al llegar un cliente, uno de ellos exclamaba: “Keshava, Keshava”; un poco después, otro entonaba: “Gopal, Gopal”; a continuación, el tercero recitaba: “Hari, Hari”. Al instante, el cuarto orfebre decía fervorosamente: “Hara, Hara”. Entonces los clientes, satisfechos con tanta devoción, hacían una buena compra.
Todos estos términos son nombres de deidades del panteón hindú, pero los orfebres eran bengalíes y en su lengua tienen un segundo significado. “Keshava” quiere decir: “¿Quiénes son?”, que es lo que preguntaba el primer orfebre; “Gopal” significa: “Un rebaño de vacas”, que es lo que contestaba el segundo; “Hari” significa: “¿Puedo robarles?”, que es lo que preguntaba el tercero; “Hara” quiere decir: “Sí, róbales”, que es lo que declaraba el cuarto.
Cuento de la tradición hindú.
Todos estos términos son nombres de deidades del panteón hindú, pero los orfebres eran bengalíes y en su lengua tienen un segundo significado. “Keshava” quiere decir: “¿Quiénes son?”, que es lo que preguntaba el primer orfebre; “Gopal” significa: “Un rebaño de vacas”, que es lo que contestaba el segundo; “Hari” significa: “¿Puedo robarles?”, que es lo que preguntaba el tercero; “Hara” quiere decir: “Sí, róbales”, que es lo que declaraba el cuarto.
Cuento de la tradición hindú.
viernes, 14 de mayo de 2010
Los huesos del Buda
Una fría noche de invierno, un asceta errante pidió asilo en un templo. El pobre hombre estaba tiritando bajo la nieve, y el sacerdote del templo, aunque era reacio a dejarlo entrar, acabó accediendo:
— Está bien, puedes quedarte, pero sólo por esta noche. Esto es un templo. No un asilo. Por la mañana tendrás que marcharte.
A altas horas de la noche, el sacerdote oyó un extraño crepitar. Acudió rápido al templo y vio que el forastero había encendido un fuego y estaba calentándose. Observó que faltaba un Buda de madera, y preguntó:
— ¿Dónde está la estatua?
El otro señaló al fuego con un gesto y dijo:
— Pensé que iba a morirme de frío…
— ¿Estás loco? ¿Sabes lo que has hecho? Era una estatua de Buda. ¡Has quemado al Buda!
El fuego iba extinguiéndose poco a poco. El asceta lo contempló fríamente y comenzó a removerlo con su bastón.
— ¿Qué haces ahora? —vociferó el sacerdote.
— Estoy buscando los huesos del Buda que, según tú, he quemado.
Cuento de la tradición budista zen.
— Está bien, puedes quedarte, pero sólo por esta noche. Esto es un templo. No un asilo. Por la mañana tendrás que marcharte.
A altas horas de la noche, el sacerdote oyó un extraño crepitar. Acudió rápido al templo y vio que el forastero había encendido un fuego y estaba calentándose. Observó que faltaba un Buda de madera, y preguntó:
— ¿Dónde está la estatua?
El otro señaló al fuego con un gesto y dijo:
— Pensé que iba a morirme de frío…
— ¿Estás loco? ¿Sabes lo que has hecho? Era una estatua de Buda. ¡Has quemado al Buda!
El fuego iba extinguiéndose poco a poco. El asceta lo contempló fríamente y comenzó a removerlo con su bastón.
— ¿Qué haces ahora? —vociferó el sacerdote.
— Estoy buscando los huesos del Buda que, según tú, he quemado.
Cuento de la tradición budista zen.
jueves, 13 de mayo de 2010
Los designios del karma
Sariputta era uno de los más grandes discípulos del Buda y llegó a ser un iluminado de excepcional sabiduría. Viajaba propagando su enseñanza y, cierto día, al pasar por una aldea, vio que una mujer sostenía en una mano un bebé y con la otra estaba dando una sardina a un perro. Con su visión clarividente e intemporal pudo ver quiénes habían sido todos ellos en una pasada existencia.
Se trataba de una mujer casada con un cruel marido que la golpeaba a menudo. Se enamoró de otro hombre pero entre su padre y su marido, poniéndose de acuerdo para ello, le dieron muerte.
Ahora, la mujer mantenía a un bebé en sus brazos, su antiguo amante, que fuera asesinado. La sardina era su despiadado marido y el perro, su padre. Todos habían vuelto a reunirse en la presente vida, pero en condiciones muy distintas.
Cuento de la tradición hindú.
Se trataba de una mujer casada con un cruel marido que la golpeaba a menudo. Se enamoró de otro hombre pero entre su padre y su marido, poniéndose de acuerdo para ello, le dieron muerte.
Ahora, la mujer mantenía a un bebé en sus brazos, su antiguo amante, que fuera asesinado. La sardina era su despiadado marido y el perro, su padre. Todos habían vuelto a reunirse en la presente vida, pero en condiciones muy distintas.
Cuento de la tradición hindú.
miércoles, 12 de mayo de 2010
Todo el poder
Kyoyu era un hombre recto que vivía muy sencillamente y era apreciado por todos. Por eso, cierta vez, el Emperador le dijo:
— Eres un gran hombre, de modo que te voy a legar mi imperio. Supongo que lo aceptarás.
Pero Kyoyu en vez de alegrarse, se enojó mucho y dijo:
— ¡Tus palabras han ensuciado mis oídos! —Y se fue a un río cercano y se lavó las orejas a conciencia.
A todo esto, pasó un labriego amigo suyo que conducía una vaca y, al verlo, le preguntó:
— ¿Qué estás haciendo, Kyoyu? ¿Por qué te lavas las orejas con tanto cuidado?
— ¡Calla, calla! Hoy no es mi día. El emperador quería hacerme su heredero. ¡Me quería dejar el Imperio! Mi oídos se han ensuciado con tales proposiciones y por eso me los estoy lavando.
— ¡Vaya! –dijo el labriego-. Y yo que había traído mi vaca al río para que bebiera, ¡ahora resulta que el agua está sucia!
Cuento de la tradición budista zen.
— Eres un gran hombre, de modo que te voy a legar mi imperio. Supongo que lo aceptarás.
Pero Kyoyu en vez de alegrarse, se enojó mucho y dijo:
— ¡Tus palabras han ensuciado mis oídos! —Y se fue a un río cercano y se lavó las orejas a conciencia.
A todo esto, pasó un labriego amigo suyo que conducía una vaca y, al verlo, le preguntó:
— ¿Qué estás haciendo, Kyoyu? ¿Por qué te lavas las orejas con tanto cuidado?
— ¡Calla, calla! Hoy no es mi día. El emperador quería hacerme su heredero. ¡Me quería dejar el Imperio! Mi oídos se han ensuciado con tales proposiciones y por eso me los estoy lavando.
— ¡Vaya! –dijo el labriego-. Y yo que había traído mi vaca al río para que bebiera, ¡ahora resulta que el agua está sucia!
Cuento de la tradición budista zen.
martes, 11 de mayo de 2010
El salto cualitativo
— ¿No habrá una especie aparte de la humana —dijo ella enfurecida arrojando el periódico al bote de la basura—, a la cual poder pasarse?
— ¿Y por qué no a la humana? —dijo él.
Cuento de Augusto Monterroso.
— ¿Y por qué no a la humana? —dijo él.
Cuento de Augusto Monterroso.
lunes, 10 de mayo de 2010
El diamante encontrado
Mientras peregrinaba hacia la Meca, cierto día Nasrudín encontró un diamante al borde de la carretera. Según la ley, el que encontraba algo sólo podía quedárselo si anunciaba su hallazgo, en tres ocasiones distintas, en el centro de la plaza del mercado.
Como Nasrudín no deseaba eludir la ley, y además era demasiado codicioso como para correr el riesgo de tener que entregar lo que había encontrado, acudió durante tres noches consecutivas al centro del mercado de la plaza, cuando estaba seguro de que todo el mundo dormía, y allí anunció con voz apagada:
— He encontrado un diamante en la carretera que conduce a la ciudad. Si alguien sabe quién es su dueño, que se ponga en contacto conmigo cuanto antes.
Naturalmente, nadie se enteró de las palabras del mullah, excepto un hombre que se encontraba asomado a su ventana la tercera noche y oyó cómo el peregrino decía algo entre dientes. Cuando quiso averiguar de qué se trataba, Nasrudín le replicó:
— Aunque no estoy en absoluto obligado a decírtelo, te diré algo: como soy un hombre religioso, he acudido aquí esta noche a pronunciar ciertas palabras en cumplimiento de la ley. Y la he cumplido al pie de la letra.
Cuento de la tradición sufí.
Como Nasrudín no deseaba eludir la ley, y además era demasiado codicioso como para correr el riesgo de tener que entregar lo que había encontrado, acudió durante tres noches consecutivas al centro del mercado de la plaza, cuando estaba seguro de que todo el mundo dormía, y allí anunció con voz apagada:
— He encontrado un diamante en la carretera que conduce a la ciudad. Si alguien sabe quién es su dueño, que se ponga en contacto conmigo cuanto antes.
Naturalmente, nadie se enteró de las palabras del mullah, excepto un hombre que se encontraba asomado a su ventana la tercera noche y oyó cómo el peregrino decía algo entre dientes. Cuando quiso averiguar de qué se trataba, Nasrudín le replicó:
— Aunque no estoy en absoluto obligado a decírtelo, te diré algo: como soy un hombre religioso, he acudido aquí esta noche a pronunciar ciertas palabras en cumplimiento de la ley. Y la he cumplido al pie de la letra.
Cuento de la tradición sufí.
domingo, 9 de mayo de 2010
Consuelo para el demonio
Una antigua leyenda cristiana dice que cuando el Hijo de Dios fue clavado en la cruz y entregó su espíritu, descendió inmediatamente a los infiernos y liberó a todos los pecadores que allí sufrían tormentos.
Y el demonio se afligió y lloró, porque creía que ya no conseguiría más pecadores para el infierno. Entonces, le dijo Dios:
— No llores, que yo he de enviarte a todas esas santas personas que se complacen en la autoconciencia de su bondad y de su santurronería y en la condenación de los pecadores. Y el infierno volverá a llenarse una vez más, durante generaciones, hasta que yo decida regresar de nuevo.
Cuento de Anthony de Mello.
Y el demonio se afligió y lloró, porque creía que ya no conseguiría más pecadores para el infierno. Entonces, le dijo Dios:
— No llores, que yo he de enviarte a todas esas santas personas que se complacen en la autoconciencia de su bondad y de su santurronería y en la condenación de los pecadores. Y el infierno volverá a llenarse una vez más, durante generaciones, hasta que yo decida regresar de nuevo.
Cuento de Anthony de Mello.
sábado, 8 de mayo de 2010
Las monas viajeras
Un día las monas decidieron hacer un viaje de aprendizaje. Camina que camina, se pararon y una preguntó:
— ¿Qué es lo que se ve?
— La jaula de un león, el estanque de las focas y la casa de la jirafa.
— Qué grande es el mundo y qué instructivo es viajar.
Siguieron el camino y se pararon sólo al mediodía.
— ¿Qué es lo que se ve ahora?
— La casa de la jirafa, el estanque de las focas y la jaula del león.
— Qué extraño es el mundo y qué instructivo es viajar.
Se pusieron en marcha y se pararon sólo a la puesta del sol.
— ¿Qué hay para ver?
— La jaula del león, la casa de la jirafa y el estanque de las focas.
— Qué aburrido es el mundo: se ven siempre las mismas cosas. Y viajar no sirve precisamente para nada.
Claro: viajaban, viajaban, pero no habían salido de la jaula y no hacían más que dar vueltas en redondo como los caballos de la calesita.
Cuento de Gianni Rodari, tomado del libro “Cuentos por teléfono”.
— ¿Qué es lo que se ve?
— La jaula de un león, el estanque de las focas y la casa de la jirafa.
— Qué grande es el mundo y qué instructivo es viajar.
Siguieron el camino y se pararon sólo al mediodía.
— ¿Qué es lo que se ve ahora?
— La casa de la jirafa, el estanque de las focas y la jaula del león.
— Qué extraño es el mundo y qué instructivo es viajar.
Se pusieron en marcha y se pararon sólo a la puesta del sol.
— ¿Qué hay para ver?
— La jaula del león, la casa de la jirafa y el estanque de las focas.
— Qué aburrido es el mundo: se ven siempre las mismas cosas. Y viajar no sirve precisamente para nada.
Claro: viajaban, viajaban, pero no habían salido de la jaula y no hacían más que dar vueltas en redondo como los caballos de la calesita.
Cuento de Gianni Rodari, tomado del libro “Cuentos por teléfono”.
viernes, 7 de mayo de 2010
El animal fabuloso
Había una vez un hombre muy pobre que vivía a la entrada de un profundo bosque. Apenas tenía para comer y siempre se quejaba de su suerte miserable.
Una noche, cuando se disponía a cenar, alguien llamó a la puerta de su casa. Era un monje errante que le pidió alojamiento. El hombre lo recibió amablemente, compartió con él su humilde cena y luego le cedió su propia cama para que pasara la noche.
A la mañana siguiente, antes de partir, el monje le dijo:
— Has sido amable y hospitalario conmigo, por eso, en agradecimiento, te voy a confiar un tesoro. Delante mismo de la puerta de tu casa, ahí, en ese espeso bosque, vive un animal fabuloso que se llama Satori. Su vida transcurre en la copa de los árboles, allí come y duerme. El que consiga cazarlo no tendrá que preocuparse nunca más por nada; podrá conseguir todo lo que desee y vivirá en paz el resto de su vida.
El hombre se puso muy contento y, cuando el monje partió, fue al pueblo, compró un hacha e inmediatamente se puso a talar árboles.
"Con un poco de suerte”, pensaba, “lo sorprenderé mientras duerme y antes de que se dé cuenta lo habré cazado".
Pero el animal Satori era muy sabio y muy viejo, y además poseía la facultad de leer el pensamiento; por eso, cada vez que el hombre se acercaba al árbol donde él estaba, se trasladaba a otro.
Así pasó el tiempo. El hombre había talado ya muchos árboles, y aprovechaba la madera para venderla como leña en el pueblo.
Así, sus problemas económicos se habían solucionado. Llegó el día en que ni siquiera pensaba en el animal. Cortaba un árbol, recogía la madera y se iba. El animal Satori también había dejado de temerle. No percibía en él ningún pensamiento amenazador.
Una mañana, el hombre cortaba un árbol, como de costumbre, cuando el animal Satori cayó a sus pies. Estaba durmiendo entre las ramas y no había podido detectar en la mente del hombre ni un solo pensamiento que le avisara de su presencia.
Cuento de la tradición budista zen.
Una noche, cuando se disponía a cenar, alguien llamó a la puerta de su casa. Era un monje errante que le pidió alojamiento. El hombre lo recibió amablemente, compartió con él su humilde cena y luego le cedió su propia cama para que pasara la noche.
A la mañana siguiente, antes de partir, el monje le dijo:
— Has sido amable y hospitalario conmigo, por eso, en agradecimiento, te voy a confiar un tesoro. Delante mismo de la puerta de tu casa, ahí, en ese espeso bosque, vive un animal fabuloso que se llama Satori. Su vida transcurre en la copa de los árboles, allí come y duerme. El que consiga cazarlo no tendrá que preocuparse nunca más por nada; podrá conseguir todo lo que desee y vivirá en paz el resto de su vida.
El hombre se puso muy contento y, cuando el monje partió, fue al pueblo, compró un hacha e inmediatamente se puso a talar árboles.
"Con un poco de suerte”, pensaba, “lo sorprenderé mientras duerme y antes de que se dé cuenta lo habré cazado".
Pero el animal Satori era muy sabio y muy viejo, y además poseía la facultad de leer el pensamiento; por eso, cada vez que el hombre se acercaba al árbol donde él estaba, se trasladaba a otro.
Así pasó el tiempo. El hombre había talado ya muchos árboles, y aprovechaba la madera para venderla como leña en el pueblo.
Así, sus problemas económicos se habían solucionado. Llegó el día en que ni siquiera pensaba en el animal. Cortaba un árbol, recogía la madera y se iba. El animal Satori también había dejado de temerle. No percibía en él ningún pensamiento amenazador.
Una mañana, el hombre cortaba un árbol, como de costumbre, cuando el animal Satori cayó a sus pies. Estaba durmiendo entre las ramas y no había podido detectar en la mente del hombre ni un solo pensamiento que le avisara de su presencia.
Cuento de la tradición budista zen.
jueves, 6 de mayo de 2010
El perfume
Hace muchos años, había un ciervo que continuamente sentía en su hocico la fragancia del olor a musgo. Trepaba por las verdes pendientes de los montes y olfateaba ese perfume delicioso, penetrante, dulcísimo. Entraba en el bosque y percibía ese aroma en el aire, a su alrededor.
Obsesionado empezó a correr en busca del origen de aquel extraordinario olor. El pobre animal no quería ya comer, beber, ni dormir. Sentía un aguijón que lo impulsaba a buscarlo a través de cerros y colinas, hasta que, muerto de hambre y de cansancio, resbaló en una roca y cayó mortalmente herido.
Sus lesiones eran dolorosas y profundas. El animal se lamió el pecho sangrante y, en ese preciso momento, descubrió algo sorprendente. El perfume, ese perfume que lo había fascinado, estaba precisamente allí, adherido a su cuerpo, en el “portamusgo” que tienen todos los ciervos de su especie.
Cuento de la tradición hindú.
Obsesionado empezó a correr en busca del origen de aquel extraordinario olor. El pobre animal no quería ya comer, beber, ni dormir. Sentía un aguijón que lo impulsaba a buscarlo a través de cerros y colinas, hasta que, muerto de hambre y de cansancio, resbaló en una roca y cayó mortalmente herido.
Sus lesiones eran dolorosas y profundas. El animal se lamió el pecho sangrante y, en ese preciso momento, descubrió algo sorprendente. El perfume, ese perfume que lo había fascinado, estaba precisamente allí, adherido a su cuerpo, en el “portamusgo” que tienen todos los ciervos de su especie.
Cuento de la tradición hindú.
miércoles, 5 de mayo de 2010
El mejor discípulo
Junaid tenía un discípulo al que prefería sobre todos los demás, lo que incitó los celos de los otros discípulos. El maestro, que conocía los corazones, se dio cuenta de ello.
— El es superior en cortesía y en inteligencia —les dijo—. Hagamos una experiencia para que vosotros también lo comprendáis.
Junaid mandó entonces que le trajeran veinte aves, y ordenó a los discípulos:
— Que cada uno tome un pájaro, se lo lleve a un lugar en el que nadie lo vea, lo mate, y me lo traiga.
Todos los discípulos se fueron, mataron los pájaros y los volvieron a traer. Todos, salvo el discípulo favorito, que lo devolvió vivo.
— ¿Por qué no lo has matado? —preguntó Junaid.
— Porque tú has dicho que tenía que hacerse en un lugar en el que nadie pudiese vernos. Pues bien, en todas partes a donde he ido, Dios me estaba mirando y además estaba presente mi conciencia, que me dice que no puedo matar a ningún ser vivo.
— ¿Veis su grado de comprensión? —exclamó Junaid—. Comparadlo con el vuestro.
Los discípulos pidieron perdón a Dios.
Cuento de la tradición sufí.
— El es superior en cortesía y en inteligencia —les dijo—. Hagamos una experiencia para que vosotros también lo comprendáis.
Junaid mandó entonces que le trajeran veinte aves, y ordenó a los discípulos:
— Que cada uno tome un pájaro, se lo lleve a un lugar en el que nadie lo vea, lo mate, y me lo traiga.
Todos los discípulos se fueron, mataron los pájaros y los volvieron a traer. Todos, salvo el discípulo favorito, que lo devolvió vivo.
— ¿Por qué no lo has matado? —preguntó Junaid.
— Porque tú has dicho que tenía que hacerse en un lugar en el que nadie pudiese vernos. Pues bien, en todas partes a donde he ido, Dios me estaba mirando y además estaba presente mi conciencia, que me dice que no puedo matar a ningún ser vivo.
— ¿Veis su grado de comprensión? —exclamó Junaid—. Comparadlo con el vuestro.
Los discípulos pidieron perdón a Dios.
Cuento de la tradición sufí.
martes, 4 de mayo de 2010
El mundo
Dios todavía no ha creado el mundo; sólo está imaginándolo, como entre sueños. Por eso el mundo es perfecto, pero confuso.
Cuento de Augusto Monterroso.
Cuento de Augusto Monterroso.
lunes, 3 de mayo de 2010
Un ladrón agradecido
Había una vez un ladrón que ya era muy viejo y no podía hacer su trabajo, de manera que se moría de hambre. Un hombre rico lo supo y mandó que le llevaran comida. Pero sucedió que los dos murieron al mismo tiempo en un gran desastre natural. Cuando llegaron a la corte celestial, el hombre rico fue juzgado y condenado por numerosas faltas de manera que se lo mandó al infierno. Al llegar allí apareció un ángel diciendo que la sentencia había sido revisada y lo enviaron directamente al cielo. El ladrón a quien ayudara había robado la lista de sus fechorías.
Cuento de la tradición sufí.
Cuento de la tradición sufí.
domingo, 2 de mayo de 2010
Las rayas de la ardilla
Cierta vez, el rey Rama quiso construir un puente que uniera la India con la isla de Sri Lanka para rescatar a su amada Sita, secuestrada por el demonio Rávana. Todo el ejército real acumuló tierra, piedras y troncos para rellenar el istmo durante meses.
Un día, los soldados vieron que una pequeña ardilla rodaba sobre la tierra y corría hacia el puente para sacudirla encima.
— ¿Qué estás haciendo? —le preguntaron entre risas.
— Estoy ayudando a Rama a rescatar a la reina.
— ¡Hemos traído toneladas de tierra para construir el puente y tú haces esta tontería!
Pero Rama, que había hecho muchos amigos entre los pájaros y los animales de los bosques durante su largo exilio, vio la escena y dijo:
— Bendita sea esta pequeña ardilla, que está haciendo su trabajo lo mejor que puede. Ella es tan grande como cualquiera de ustedes.
Y, cariñosamente, se inclinó y acarició al pequeño animal en la espalda. Y debido a que Rama es Dios mismo, todavía se pueden ver las marcas de sus dedos en todos los descendientes de la ardilla.
Cuento tomado del Ramayana.
Un día, los soldados vieron que una pequeña ardilla rodaba sobre la tierra y corría hacia el puente para sacudirla encima.
— ¿Qué estás haciendo? —le preguntaron entre risas.
— Estoy ayudando a Rama a rescatar a la reina.
— ¡Hemos traído toneladas de tierra para construir el puente y tú haces esta tontería!
Pero Rama, que había hecho muchos amigos entre los pájaros y los animales de los bosques durante su largo exilio, vio la escena y dijo:
— Bendita sea esta pequeña ardilla, que está haciendo su trabajo lo mejor que puede. Ella es tan grande como cualquiera de ustedes.
Y, cariñosamente, se inclinó y acarició al pequeño animal en la espalda. Y debido a que Rama es Dios mismo, todavía se pueden ver las marcas de sus dedos en todos los descendientes de la ardilla.
Cuento tomado del Ramayana.
sábado, 1 de mayo de 2010
Pequeñas y grandes mentes
Cierta vez, un hombre le dijo a Rabi Uri que sabía todo el Zohar de memoria. Este replicó:
— Yo soy incapaz de retener en mi mente un número tan grande de ideas, puesto que una sola ocupa mi pensamiento durante mil días —y agregó—. La diferencia entre una gran mente y una mente pequeña es que una mente grande es capaz de concentrarse durante largo tiempo en torno a una sola idea, llevándola a la perfección, mientras que una mente pequeña es un campo de batalla entre los relámpagos de los pensamientos.
Cuento de la tradición jasídica.
— Yo soy incapaz de retener en mi mente un número tan grande de ideas, puesto que una sola ocupa mi pensamiento durante mil días —y agregó—. La diferencia entre una gran mente y una mente pequeña es que una mente grande es capaz de concentrarse durante largo tiempo en torno a una sola idea, llevándola a la perfección, mientras que una mente pequeña es un campo de batalla entre los relámpagos de los pensamientos.
Cuento de la tradición jasídica.
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