Había una vez un rey que tenía una hermosa huerta con una higuera repleta de frutos espléndidos. Para cuidarla, el soberano nombró a dos vigilantes. Uno de ellos era cojo y el otro era ciego.
Cierto día, el cojo, le dijo al ciego:
— Este árbol tiene unos higos deliciosos. Voy a subirme a tus hombros para recogerlos y nos los comeremos.
Así lo hizo y ambos guardianes se dieron un opíparo banquete.
Tiempo después, el rey visitó su huerta y, al ver la higuera, les preguntó:
— ¿Dónde están los higos?
Con aire inocente, el cojo respondió:
— ¿Acaso tengo piernas para subirme al árbol y recogerlos?
Y el ciego replicó:
— ¿Acaso tengo ojos para verlos?
Sin dudarlo, el rey ordenó que el vigilante cojo se subiera a los hombros del ciego y ambos fueron juzgados conjuntamente.
Cuento de la tradición jasídica.
jueves, 11 de marzo de 2010
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