Nasrudín le había pedido prestada una olla a su vecino. Como el tiempo pasaba y no la devolvía, el vecino llamó a su puerta.
— Maestro, si ya terminaste de usar la olla, ¿podría llevármela? Mi esposa la necesita hoy mismo.
Cuando Nasrudín volvió con la olla, el vecino se percató de que en su interior había una ollita.
— ¿Y esto qué es?
— ¡Felicidades, vecino! Tu olla dio a luz una ollita bebé —dijo Nasrudin.
El vecino, encantado, agradeció a Nasrudín, tomó su olla y la ollita nueva, y se fue a su casa. Unas semanas después, Nasrudín pidió prestada la olla nuevamente. Y, una vez más, demoró una eternidad en devolverla. El vecino no tuvo más remedio que pedírsela otra vez.
— ¡Ah! —se lamentó Nasrudin—. Me temo que tu olla murió.
— Maestro, eso no es posible. ¡Una olla no puede morir! — exclamó el incrédulo vecino.
— Mi estimado amigo, si aceptaste que puede dar a luz, ¿por qué no crees que también puede morir?
Cuento de la tradición sufí.
viernes, 19 de marzo de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario