A cierto mandarín le habían ofrecido un destacado cargo oficial. Preocupado por la responsabilidad, el hombre se reunió con un amigo de la infancia y lo puso al corriente de la situación. El amigo le dijo:
— Lo que te recomiendo es que siempre seas paciente. Es muy importante. No lo olvides, ejercítate sin descanso en la paciencia.
—Te prometo que así lo haré —aseguró el mandarín.
Mientras los dos comenzaban a disfrutar de un sabroso té, el amigo repitió:
—Sé siempre paciente. No dejes de ser paciente, suceda lo que suceda.
El mandarín asintió con la cabeza pero, unos minutos después, el amigo insistió:
— No lo olvides: adiéstrate en la paciencia.
—Lo haré, lo haré —repuso el mandarín.
Cuando iban a despedirse, el amigo añadió:
— Recuerda que tienes que ser paciente.
Entonces el mandarín, exasperado, exclamó:
— ¡Me tomas por un estúpido! Ya lo has dicho varias veces. Deja de una vez de advertirme sobre lo mismo.
El amigo se limitó a sonreír y el mandarín comprendió inmediatamente el motivo. Algo avergonzado, lo abrazó y le agradeció la lección.
Cuento popular chino.
viernes, 12 de marzo de 2010
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