Luego de la muerte del maestro Bankei, un ciego que vivía cerca de su templo le dijo a un amigo:
— Como no puedo ver la cara de las personas, debo juzgar su carácter por el sonido de su voz. Normalmente, cuando oigo a alguien felicitar a otro por su dicha o su éxito, también escucho un tono de secreta envidia. Cuando expresan condolencias por la desgracia, oigo el placer y la satisfacción, como si el que se conduele ganara algo con esa desdicha. Sin embargo, la voz de Bankei siempre fue sincera. Cada vez que expresó su felicidad, no oí nada más que alegría. Cada vez que manifestó su tristeza, todo lo que escuché fue dolor.
Cuento de la tradición budista zen.
martes, 9 de marzo de 2010
La voz de la felicidad
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