Un hombre angustiado se acercó al maestro de Zen.
— Me siento perdido, desesperado. No sé quién soy. Por favor, muéstreme mi yo verdadero.
Pero el aludido sólo desvió la mirada sin responder. El hombre comenzó a suplicar, pero aun así el maestro no le dio respuesta. Finalmente, rindiéndose, el hombre se dio vuelta para marcharse. En ese momento, el maestro lo llamó por su nombre en voz alta.
— ¡Si! —dijo el hombre mientras giraba.
— ¡Allí está! —exclamó el maestro.
Cuento de la tradición budista zen.
lunes, 28 de septiembre de 2009
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