El burro de Nasrudín murió finalmente de vejez y el mullah se vio obligado a caminar de lugar en lugar. Un día, entraba andando en la ciudad cuando encontró una herradura en el camino. Se la metió en el bolsillo y siguió caminando. Unos pasos más adelante encontró otra herradura. El mullah estaba encantado.
— ¡A este ritmo, tendré un burro entero a la puesta del sol!
Cuento de la tradición sufí.
viernes, 11 de septiembre de 2009
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