Había una vez un practicante que se decía especialista en medicina externa. Un guerrero herido necesitó de sus cuidados. Se trataba de extraer una flecha que se había incrustado en su cuerpo.
El cirujano tomó un par de tijeras, cortó la pluma a ras de la piel y luego reclamó sus honorarios.
— Aún tengo la punta de la flecha incrustada en mi carne, hay que sacarla —le dijo el guerrero.
— Eso ya es del dominio de la medicina interna —contestó el doctor—. ¿Cómo podría yo tomar la responsabilidad de ese tratamiento?
Cuento de Xue Tao.
lunes, 14 de septiembre de 2009
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