Una vez, un maestro de la ceremonia del té, en el antiguo Japón, accidentalmente ofendió a un soldado. Se disculpó con rapidez, pero el impetuoso militar exigió que el asunto fuera resuelto en un duelo de espada.
El maestro del té, que no tenía experiencia con las espadas, pidió consejo a un amigo maestro de Zen, quien sí tenía esa habilidad. Mientras su amigo le servia la infusión, el maestro de espada, notó cómo el maestro del té realizaba su arte con perfecta concentración y tranquilidad.
— Mañana —le dijo—, cuando se enfrente al soldado, sostenga la espada sobre su cabeza y déle la cara con la misma concentración y tranquilidad con que realiza la ceremonia del té.
Al día siguiente, a la hora y lugar acordados para el duelo, el maestro del té siguió este consejo. El soldado, dispuesto a atacar, miró fijamente durante un rato la cara completamente atenta pero serena del maestro del té. Finalmente, bajó su espada, se disculpó por su arrogancia, y se fue sin dar un solo golpe.
Cuento de la tradición budista zen.
lunes, 21 de septiembre de 2009
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