Un hombre de condición humilde había perdido su herramienta de trabajo y pedía a los cielos el poder recuperarla, encomendándose a su santo particular.
— Si haces que la encuentre, prometo que entregaré tres monedas de oro en ofrenda —decía entre sollozos.
Al cabo de un rato, encontró lo perdido y exclamó:
— Oh, poderoso santo, que has logrado que encuentre mi herramienta, haz, por favor, que encuentre ahora tres monedas de oro.
Cuento tomado de “Los 120 mejores cuentos de las tradiciones espirituales de Oriente".
sábado, 12 de septiembre de 2009
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