Había una vez un anciano que, en su lecho de muerte, llamó a sus tres hijos y les dijo:
—No quiero dividir en tres lo que poseo porque eso dejaría muy pocos bienes a cada uno. He decidido darle todo al que se muestre más hábil, inteligente, astuto y sagaz. Dejé encima de la mesa una moneda para cada uno de ustedes. El que compre con esa moneda algo con lo que se pueda llenar la casa completamente se quedará con todo.
Cada hijo tomó su moneda y los tres partieron a cumplir su cometido. El primer hijo compró paja, pero solo consiguió llenar la casa hasta la mitad.
El segundo hijo compró bolsas de plumas, pero no consiguió llenar la casa mucho más que el anterior.
El tercer hijo solo compró un pequeño objeto. Era una vela. Esperó hasta la noche, la encendió y llenó la casa de luz. Él fue quien consiguió la herencia.
Cuento popular etíope.
domingo, 20 de febrero de 2011
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