Una vez, el sultán cabalgaba por las calles de Estambul, rodeado de cortesanos y soldados. Todos los habitantes de la ciudad habían salido de sus casas para verlo y le hacían una reverencia. Todos menos un derviche harapiento.
El sultán detuvo la procesión e hizo que lo trajeran ante él. Exigió saber por qué no se había inclinado como los demás. El hombre contestó:
— Que esta gente te haga una reverencia significa que todos anhelan lo que tú tienes: dinero, poder, posición social. Gracias a Dios, esas cosas ya no significan nada para mí. Así pues, ¿por qué habría de inclinarme ante ti, si tengo dos esclavos que son tus señores?
La muchedumbre contuvo la respiración y el sultán se puso blanco de cólera.
— ¿Qué quieres decir? —gritó.
— Mis dos esclavos, que son tus maestros, son la ira y la codicia —dijo el derviche tranquilamente.
Dándose cuenta de que lo que había escuchado era cierto, el sultán se inclinó ante el hombre sabio.
Cuento de la tradición sufí.
miércoles, 9 de febrero de 2011
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