Cuando Yu Li-si abandonó la capital para regresar a su pueblo natal, el primer ministro puso un funcionario a su disposición para que lo acompañara y le dijo:
—Elige para tu viaje el barco del gobierno que más te agrade.
El día de la partida, Yu Li-si fue el primero en llegar al embarcadero. Había allí varios miles de embarcaciones amarradas a lo largo de la ribera. Todo esfuerzo para reconocer los barcos del gobierno le resultó inútil. Cuando llegó el funcionario que debía acompañarlo, le preguntó:
—¡Aquí hay tantos barcos! ¿Cómo distinguir los del gobierno?
—Nada más fácil —contestó el funcionario—. Aquellos que tienen el toldo agujereado, los remos quebrados y las velas rasgadas, son todos barcos del gobierno.
Yu Li-si levantó sus ojos al cielo y suspirando se dijo a sí mismo: "No es de extrañar que el pueblo sea tan miserable. ¡El emperador seguramente también lo considera como propiedad del gobierno!"
Cuento anónimo chino.
lunes, 28 de febrero de 2011
Los barcos viejos
domingo, 27 de febrero de 2011
El secreto de la felicidad
Cierto mercader envió a su hijo al más sabio de todos los hombres para que aprendiera el secreto de la felicidad. El muchacho anduvo muchos días, hasta que llegó a un castillo en lo alto de una montaña.
Cuando finalmente lo recibió, el sabio escuchó el motivo de la visita y luego le entregó una cucharita colmada de aceite mientras le decía:
—Recorre el castillo y contempla sus riquezas, pero no permitas que se derrame ni una gota de este aceite.
El muchacho comenzó su recorrido, manteniendo siempre los ojos fijos en la cucharita. Cuando regresó, el sabio le preguntó:
—¿Has visto las alfombras persas que hay en mi comedor? ¿Viste el jardín centenario? ¿Contemplaste los bellos pergaminos de mi biblioteca?
El joven, avergonzado, confesó que no había visto nada. Su única preocupación era no derramar el aceite.
—Vuelve, pues, y conoce las maravillas de mi mundo —dijo el sabio—. No puedes confiar en un hombre si no conoces su casa.
Ya más tranquilo, el muchacho retomó la cucharita y volvió a pasear por el palacio, fijándose esta vez en todas las obras de arte que poblaban el lugar. Al regresar, relató con pormenores lo que había visto.
— Pero, ¿dónde está el aceite que te confié? —preguntó el sabio.
Al mirar la cucharita, el joven se dio cuenta de que lo había derramado.
—Pues ése es el único consejo que te puedo dar —dijo el dueño del palacio—. El secreto de la felicidad está en mirar todas las maravillas del mundo sin olvidarte nunca del aceite de la cucharita.
Cuento de origen desconocido.
Cuando finalmente lo recibió, el sabio escuchó el motivo de la visita y luego le entregó una cucharita colmada de aceite mientras le decía:
—Recorre el castillo y contempla sus riquezas, pero no permitas que se derrame ni una gota de este aceite.
El muchacho comenzó su recorrido, manteniendo siempre los ojos fijos en la cucharita. Cuando regresó, el sabio le preguntó:
—¿Has visto las alfombras persas que hay en mi comedor? ¿Viste el jardín centenario? ¿Contemplaste los bellos pergaminos de mi biblioteca?
El joven, avergonzado, confesó que no había visto nada. Su única preocupación era no derramar el aceite.
—Vuelve, pues, y conoce las maravillas de mi mundo —dijo el sabio—. No puedes confiar en un hombre si no conoces su casa.
Ya más tranquilo, el muchacho retomó la cucharita y volvió a pasear por el palacio, fijándose esta vez en todas las obras de arte que poblaban el lugar. Al regresar, relató con pormenores lo que había visto.
— Pero, ¿dónde está el aceite que te confié? —preguntó el sabio.
Al mirar la cucharita, el joven se dio cuenta de que lo había derramado.
—Pues ése es el único consejo que te puedo dar —dijo el dueño del palacio—. El secreto de la felicidad está en mirar todas las maravillas del mundo sin olvidarte nunca del aceite de la cucharita.
Cuento de origen desconocido.
sábado, 26 de febrero de 2011
La vasija
Contaba el Maestro en cierta ocasión la historia de una antigua vasija de cerámica de valor inestimable por la que había pagado una fortuna en una subasta pública. La vasija había sido usada durante años por un mendigo que acabó sus días en la miseria, totalmente ignorante del valor de aquel objeto con el que había pedido limosna.
Cuando un discípulo preguntó al Maestro qué representaba aquella vasija, el Maestro le dijo:
—A ti mismo.
El discípulo le pidió que se explicara, y el Maestro prosiguió:
—Tú centras toda tu atención en el insignificante conocimiento que adquieres de los libros y de los maestros. Sería mejor que le prestaras más atención a la vasija en la que lo guardas.
Cuento de Anthony de Mello.
Cuando un discípulo preguntó al Maestro qué representaba aquella vasija, el Maestro le dijo:
—A ti mismo.
El discípulo le pidió que se explicara, y el Maestro prosiguió:
—Tú centras toda tu atención en el insignificante conocimiento que adquieres de los libros y de los maestros. Sería mejor que le prestaras más atención a la vasija en la que lo guardas.
Cuento de Anthony de Mello.
viernes, 25 de febrero de 2011
No dividir para reinar
Cuentan que lo único que cierto sabio sufí dejó en herencia a sus cinco discípulos fue una hermosa alfombra de oración cuadrada.
Cuando hubo pasado el duelo por la muerte de su maestro, los discípulos decidieron separarse. Cada uno quería quedarse con una parte de la alfombra como recuerdo, pero no sabían cómo dividirla.
Discutieron durante largo tiempo para encontrar la solución. No les gustaba la idea de partirla en cinco bandas. Ellos preferían dividirla en cinco pedazos cuadrados ya que de esa forma podrían honrar mejor las enseñanzas de su maestro.
Sin embargo, a ninguno de ellos se le ocurrió una solución aceptable, de modo que continuaron juntos, y juntos siguieron orando sobre la alfombra.
Cuento de la tradición sufí.
Cuando hubo pasado el duelo por la muerte de su maestro, los discípulos decidieron separarse. Cada uno quería quedarse con una parte de la alfombra como recuerdo, pero no sabían cómo dividirla.
Discutieron durante largo tiempo para encontrar la solución. No les gustaba la idea de partirla en cinco bandas. Ellos preferían dividirla en cinco pedazos cuadrados ya que de esa forma podrían honrar mejor las enseñanzas de su maestro.
Sin embargo, a ninguno de ellos se le ocurrió una solución aceptable, de modo que continuaron juntos, y juntos siguieron orando sobre la alfombra.
Cuento de la tradición sufí.
jueves, 24 de febrero de 2011
El retrato de Buda
Tosui fue el maestro zen que rompió con el formalismo monástico y se fue a vivir bajo un puente con unos pordioseros. Cuando era ya muy viejo, un amigo le procuró una forma de ganarse la vida sin necesidad de mendigar. Enseñó a Tosui cómo recolectar arroz y elaborar vinagre a partir de él, actividad a la que se dedicaría el maestro el resto de su vida.
Cierto día, mientras estaba trabajando, uno de los pordioseros vino a visitarlo y le regaló un retrato de Buda. Tosui lo colgó de la pared de su choza y escribió una nota debajo. La nota decía:
“Señor Buda: ¡Este cuarto es tan estrecho...! Puedo permitirte que te quedes aquí algunos días, pero no vayas a pensar por eso que estoy pidiéndote que me hagas renacer en tu paraíso.”
Cuento de la tradición budista zen.
Cierto día, mientras estaba trabajando, uno de los pordioseros vino a visitarlo y le regaló un retrato de Buda. Tosui lo colgó de la pared de su choza y escribió una nota debajo. La nota decía:
“Señor Buda: ¡Este cuarto es tan estrecho...! Puedo permitirte que te quedes aquí algunos días, pero no vayas a pensar por eso que estoy pidiéndote que me hagas renacer en tu paraíso.”
Cuento de la tradición budista zen.
miércoles, 23 de febrero de 2011
El arquero y la luna
Un arquero quiso cazar la luna. Noche tras noche, sin descansar, lanzó sus flechas hacia el astro.
Los vecinos comenzaron a burlarse de él. Inmutable, siguió lanzando sus flechas.
Nunca cazó la luna, pero se convirtió en el mejor arquero del mundo.
Cuento de Alejandro Jodorowsky.
Los vecinos comenzaron a burlarse de él. Inmutable, siguió lanzando sus flechas.
Nunca cazó la luna, pero se convirtió en el mejor arquero del mundo.
Cuento de Alejandro Jodorowsky.
martes, 22 de febrero de 2011
Providencia
Cierto día, el emperador y su principal consejero fueron solos a la selva a cazar. Al disparar la escopeta, el soberano se fracturó el dedo pulgar y gritó de dolor. El ministro le entablilló la herida mientras reflexionaba:
—Majestad, nunca sabemos qué es bueno o malo para nosotros. Debemos contemplar todo con ojos de providencia.
Al emperador no le cayó bien el consejo, se enojó y empujó a su ministro al fondo de un pozo abandonado. Luego, continuó su camino por el bosque.
A poco de andar, un grupo de salvajes le salió al encuentro. Lo rodearon, lo hicieron cautivo y lo llevaron ante su jefe. La tribu se preparaba a ofrecer un sacrificio humano y el soberano era la víctima elegida. El hechicero de la tribu lo examinó y, al ver que tenía el dedo pulgar roto, lo rechazó, ya que la víctima no podía tener defecto físico alguno.
El emperador cayó entonces en la cuenta de lo que le había dicho su ministro y comprendió que tenía razón. Sintió remordimientos, volvió al pozo, y sacó al hombre, a quien además pidió perdón. Este le contestó:
—Majestad no tiene por qué pedirme perdón, ya que no me ha causado ningún daño. Al contrario, me ha salvado la vida. Si no me hubiera arrojado a este pozo, hubiera continuado yo a su lado. Entonces, esos salvajes me hubieran elegido a mí para su sacrificio y me habrían matado.
Cuento de la tradición hindú.
—Majestad, nunca sabemos qué es bueno o malo para nosotros. Debemos contemplar todo con ojos de providencia.
Al emperador no le cayó bien el consejo, se enojó y empujó a su ministro al fondo de un pozo abandonado. Luego, continuó su camino por el bosque.
A poco de andar, un grupo de salvajes le salió al encuentro. Lo rodearon, lo hicieron cautivo y lo llevaron ante su jefe. La tribu se preparaba a ofrecer un sacrificio humano y el soberano era la víctima elegida. El hechicero de la tribu lo examinó y, al ver que tenía el dedo pulgar roto, lo rechazó, ya que la víctima no podía tener defecto físico alguno.
El emperador cayó entonces en la cuenta de lo que le había dicho su ministro y comprendió que tenía razón. Sintió remordimientos, volvió al pozo, y sacó al hombre, a quien además pidió perdón. Este le contestó:
—Majestad no tiene por qué pedirme perdón, ya que no me ha causado ningún daño. Al contrario, me ha salvado la vida. Si no me hubiera arrojado a este pozo, hubiera continuado yo a su lado. Entonces, esos salvajes me hubieran elegido a mí para su sacrificio y me habrían matado.
Cuento de la tradición hindú.
lunes, 21 de febrero de 2011
Miedo al vacío
Como consecuencia de violentas guerras fratricidas, un rey perdió hasta el último de sus soldados. No le quedaron más que dos servidores. Un día, los bárbaros llegaron a las puertas de la ciudad con la intención de poner cerco al palacio.
El rey ordenó entonces a sus servidores que abrieran todas las puertas y ventanas, y acto seguido se instaló en la galería a fin de observar la llegada de los invasores. Mientras él se abanicaba indolentemente, los vio avanzar hasta la escalinata de palacio.
Su serenidad perturbó a los bárbaros. Éstos supusieron que les esperaba una trampa en su interior. En vez de poner cerco a aquel lugar, el jefe reunió a sus hombres y tocó a retirada.
El rey dijo entonces:
—Ved, los bárbaros que son la plenitud tienen miedo del vacío.
Cuento de Alejandro Jodorowsky.
El rey ordenó entonces a sus servidores que abrieran todas las puertas y ventanas, y acto seguido se instaló en la galería a fin de observar la llegada de los invasores. Mientras él se abanicaba indolentemente, los vio avanzar hasta la escalinata de palacio.
Su serenidad perturbó a los bárbaros. Éstos supusieron que les esperaba una trampa en su interior. En vez de poner cerco a aquel lugar, el jefe reunió a sus hombres y tocó a retirada.
El rey dijo entonces:
—Ved, los bárbaros que son la plenitud tienen miedo del vacío.
Cuento de Alejandro Jodorowsky.
domingo, 20 de febrero de 2011
Llenar la casa
Había una vez un anciano que, en su lecho de muerte, llamó a sus tres hijos y les dijo:
—No quiero dividir en tres lo que poseo porque eso dejaría muy pocos bienes a cada uno. He decidido darle todo al que se muestre más hábil, inteligente, astuto y sagaz. Dejé encima de la mesa una moneda para cada uno de ustedes. El que compre con esa moneda algo con lo que se pueda llenar la casa completamente se quedará con todo.
Cada hijo tomó su moneda y los tres partieron a cumplir su cometido. El primer hijo compró paja, pero solo consiguió llenar la casa hasta la mitad.
El segundo hijo compró bolsas de plumas, pero no consiguió llenar la casa mucho más que el anterior.
El tercer hijo solo compró un pequeño objeto. Era una vela. Esperó hasta la noche, la encendió y llenó la casa de luz. Él fue quien consiguió la herencia.
Cuento popular etíope.
—No quiero dividir en tres lo que poseo porque eso dejaría muy pocos bienes a cada uno. He decidido darle todo al que se muestre más hábil, inteligente, astuto y sagaz. Dejé encima de la mesa una moneda para cada uno de ustedes. El que compre con esa moneda algo con lo que se pueda llenar la casa completamente se quedará con todo.
Cada hijo tomó su moneda y los tres partieron a cumplir su cometido. El primer hijo compró paja, pero solo consiguió llenar la casa hasta la mitad.
El segundo hijo compró bolsas de plumas, pero no consiguió llenar la casa mucho más que el anterior.
El tercer hijo solo compró un pequeño objeto. Era una vela. Esperó hasta la noche, la encendió y llenó la casa de luz. Él fue quien consiguió la herencia.
Cuento popular etíope.
sábado, 19 de febrero de 2011
Tu luz puede apagarse
Un estudiante de la escuela budista Tendai llegó al Zen como discípulo de Gasan. Cuando, unos años más tarde, se preparaba para partir, Gasan le advirtió:
—Estudiar la verdad por medio de la especulación es útil como un modo de recolectar material para predicar. Pero recuerda que, salvo que medites constantemente, tu luz de la verdad puede apagarse.
Cuento de la tradición budista zen.
—Estudiar la verdad por medio de la especulación es útil como un modo de recolectar material para predicar. Pero recuerda que, salvo que medites constantemente, tu luz de la verdad puede apagarse.
Cuento de la tradición budista zen.
viernes, 18 de febrero de 2011
Salud y enfermedad
Para probar el conocimiento de un médico, cierto rey envió a varias personas sanas a que fuesen examinadas por él. El doctor le dio una medicina a cada una de ellas.
Cuando el rey lo amonestó y lo acusó de fraude, el galeno respondió:
— ¡Perdóname, oh gran Rey! Hace tanto tiempo que veo solamente a enfermos, que he llegado a imaginar que todo el mundo lo está y ¡tomé el brillo de los ojos de la buena salud por un síntoma de fiebre!
Cuento de la tradición sufí.
Cuando el rey lo amonestó y lo acusó de fraude, el galeno respondió:
— ¡Perdóname, oh gran Rey! Hace tanto tiempo que veo solamente a enfermos, que he llegado a imaginar que todo el mundo lo está y ¡tomé el brillo de los ojos de la buena salud por un síntoma de fiebre!
Cuento de la tradición sufí.
jueves, 17 de febrero de 2011
¿Cuántas clases de personas hay?
El discípulo le preguntó al maestro:
— ¿Cuántas clases de personas hay?
— Hay tres clases de personas —repuso el maestro—. Aquellas que hacen que las cosas ocurran. Aquellas que esperan que las cosas ocurran. Aquellas que se sorprenden por lo que ha ocurrido. ¿A qué clase perteneces tú?
Cuento de origen desconocido.
— ¿Cuántas clases de personas hay?
— Hay tres clases de personas —repuso el maestro—. Aquellas que hacen que las cosas ocurran. Aquellas que esperan que las cosas ocurran. Aquellas que se sorprenden por lo que ha ocurrido. ¿A qué clase perteneces tú?
Cuento de origen desconocido.
miércoles, 16 de febrero de 2011
Teologías y demonologías
Samuel Taylor Coleridge soñó que recorría el Paraíso y que un ángel le daba una flor como prueba de que había estado allí.
Cuando Coleridge despertó y se encontró con esa flor en la mano, comprendió que la flor era del Infierno y que se la dieron nada más que para enloquecerlo.
Cuento de Enrique Anderson Imbert.
Cuando Coleridge despertó y se encontró con esa flor en la mano, comprendió que la flor era del Infierno y que se la dieron nada más que para enloquecerlo.
Cuento de Enrique Anderson Imbert.
martes, 15 de febrero de 2011
Enamorado
Le propuso matrimonio.
Ella no aceptó.
Y fueron muy felices.
Cuento anónimo mexicano.
Ella no aceptó.
Y fueron muy felices.
Cuento anónimo mexicano.
lunes, 14 de febrero de 2011
Humildad
Un hombre acudió a Wahab Imri y le pidió:
—Enséñame humildad.
—No puedo hacerlo —dijo Wahab— porque la humildad es una maestra en sí misma. Se aprende por medio de su propia práctica. Si no la puedes practicar, no la puedes aprender. Si no la puedes aprender, no quieres realmente practicarla dentro de ti.
Cuento de la tradición sufí.
—Enséñame humildad.
—No puedo hacerlo —dijo Wahab— porque la humildad es una maestra en sí misma. Se aprende por medio de su propia práctica. Si no la puedes practicar, no la puedes aprender. Si no la puedes aprender, no quieres realmente practicarla dentro de ti.
Cuento de la tradición sufí.
domingo, 13 de febrero de 2011
El juicio
Se encontraba en medio del tribunal, todas las miradas de los jueces clavadas negramente en él. Esperaba la sentencia.
—Lo condeno a vivir para siempre —dijo uno de los esqueletos.
Cuento de Gabriel Jiménez Emán.
—Lo condeno a vivir para siempre —dijo uno de los esqueletos.
Cuento de Gabriel Jiménez Emán.
sábado, 12 de febrero de 2011
Deseo
Alégrate. Tu deseo ha sido otorgado. Escribirás los mejores cuentos del mundo. Eso sí: nadie los leerá.
Cuento de Enrique Anderson Imbert.
Cuento de Enrique Anderson Imbert.
viernes, 11 de febrero de 2011
Es más fácil viajar que detenerse
Un Maestro decía:
— Desgraciadamente, es más fácil viajar que detenerse.
Los discípulos quisieron saber por qué.
— Porque mientras viajas hacia una meta, puedes aferrarte a un sueño; pero cuando te detienes, tienes que hacer frente a la realidad
— Pero entonces, ¿cómo vamos a poder cambiar si no tenemos metas ni sueños? —preguntaron perplejos los discípulos.
— Para que un cambio sea real, tiene que darse sin pretenderlo. Haced frente a la realidad y, sin quererlo, se producirá el cambio.
Cuento de la tradición sufí.
— Desgraciadamente, es más fácil viajar que detenerse.
Los discípulos quisieron saber por qué.
— Porque mientras viajas hacia una meta, puedes aferrarte a un sueño; pero cuando te detienes, tienes que hacer frente a la realidad
— Pero entonces, ¿cómo vamos a poder cambiar si no tenemos metas ni sueños? —preguntaron perplejos los discípulos.
— Para que un cambio sea real, tiene que darse sin pretenderlo. Haced frente a la realidad y, sin quererlo, se producirá el cambio.
Cuento de la tradición sufí.
jueves, 10 de febrero de 2011
El cazador de sirenas
— ¿Y es difícil encontrarlas?
— No, si usted supiera, es sencillísimo.
— ¿Y son realmente, como dicen, mitad humana y mitad pez?
— Sí, claro, así son.
— ¿Y son muy difíciles de pescarlas-cazarlas?
— No, no, todo lo contrario.
— ¿Y entonces, qué?
— Es muy difícil saber qué hacer con ellas después de agarrarlas.
Cuento de José Gilberto Hernández Ramírez.
— No, si usted supiera, es sencillísimo.
— ¿Y son realmente, como dicen, mitad humana y mitad pez?
— Sí, claro, así son.
— ¿Y son muy difíciles de pescarlas-cazarlas?
— No, no, todo lo contrario.
— ¿Y entonces, qué?
— Es muy difícil saber qué hacer con ellas después de agarrarlas.
Cuento de José Gilberto Hernández Ramírez.
miércoles, 9 de febrero de 2011
Dos esclavos
Una vez, el sultán cabalgaba por las calles de Estambul, rodeado de cortesanos y soldados. Todos los habitantes de la ciudad habían salido de sus casas para verlo y le hacían una reverencia. Todos menos un derviche harapiento.
El sultán detuvo la procesión e hizo que lo trajeran ante él. Exigió saber por qué no se había inclinado como los demás. El hombre contestó:
— Que esta gente te haga una reverencia significa que todos anhelan lo que tú tienes: dinero, poder, posición social. Gracias a Dios, esas cosas ya no significan nada para mí. Así pues, ¿por qué habría de inclinarme ante ti, si tengo dos esclavos que son tus señores?
La muchedumbre contuvo la respiración y el sultán se puso blanco de cólera.
— ¿Qué quieres decir? —gritó.
— Mis dos esclavos, que son tus maestros, son la ira y la codicia —dijo el derviche tranquilamente.
Dándose cuenta de que lo que había escuchado era cierto, el sultán se inclinó ante el hombre sabio.
Cuento de la tradición sufí.
El sultán detuvo la procesión e hizo que lo trajeran ante él. Exigió saber por qué no se había inclinado como los demás. El hombre contestó:
— Que esta gente te haga una reverencia significa que todos anhelan lo que tú tienes: dinero, poder, posición social. Gracias a Dios, esas cosas ya no significan nada para mí. Así pues, ¿por qué habría de inclinarme ante ti, si tengo dos esclavos que son tus señores?
La muchedumbre contuvo la respiración y el sultán se puso blanco de cólera.
— ¿Qué quieres decir? —gritó.
— Mis dos esclavos, que son tus maestros, son la ira y la codicia —dijo el derviche tranquilamente.
Dándose cuenta de que lo que había escuchado era cierto, el sultán se inclinó ante el hombre sabio.
Cuento de la tradición sufí.
martes, 8 de febrero de 2011
Fábula en miniatura
Los lobos, disfrazados de corderos, entraron en el redil y empezaron a murmurar al oído de las ovejas:
— Hemos sabido, de muy buena fuente, que el perro es un lobo disfrazado.
Cuento de Marco Denevi.
— Hemos sabido, de muy buena fuente, que el perro es un lobo disfrazado.
Cuento de Marco Denevi.
lunes, 7 de febrero de 2011
El funeral de Chuang Tzu
Cuando Chuang Tzu estaba a punto de morir, sus discípulos comenzaron a planear un funeral magnífico.
Pero Chuang Tzu dijo:
— Tendré el cielo y la tierra como ataúd; el sol y la luna colgarán sobre mí como símbolos de jade; planetas y constelaciones brillarán como joyas a mi alrededor
y todos los seres estarán presentes para llorarme en el velorio. ¿Qué más se necesita? Todo está ampliamente previsto.
Pero los discípulos, dijeron:
— Tememos que los cuervos y milanos coman de nuestro Maestro.
Chuang Tzu respondió:
— Bueno, por encima del suelo me comerán cuervos y milanos. Y debajo de la tierra seré comido por hormigas y gusanos. En cualquier caso, seré consumido.
Así que ¿por qué favorecer a los pájaros?
Cuento de la tradición taoísta.
Pero Chuang Tzu dijo:
— Tendré el cielo y la tierra como ataúd; el sol y la luna colgarán sobre mí como símbolos de jade; planetas y constelaciones brillarán como joyas a mi alrededor
y todos los seres estarán presentes para llorarme en el velorio. ¿Qué más se necesita? Todo está ampliamente previsto.
Pero los discípulos, dijeron:
— Tememos que los cuervos y milanos coman de nuestro Maestro.
Chuang Tzu respondió:
— Bueno, por encima del suelo me comerán cuervos y milanos. Y debajo de la tierra seré comido por hormigas y gusanos. En cualquier caso, seré consumido.
Así que ¿por qué favorecer a los pájaros?
Cuento de la tradición taoísta.
domingo, 6 de febrero de 2011
El explorador
Cierto explorador había regresado junto a los suyos, que estaban ansiosos por saberlo todo acerca del Amazonas. Pero, ¿cómo podía él expresar con palabras la sensación que había inundado su corazón cuando contempló aquellas flores de sobrecogedora belleza y escuchó los sonidos de la selva? ¿Cómo comunicar lo que sintió en su corazón cuando se dio cuenta del peligro de las fieras o cuando conducía su canoa por las inciertas aguas del río?
Y les dijo:
— Vayan y descúbranlo ustedes mismos. Nada puede sustituir al riesgo y a la experiencia personales.
Pero, para orientarlos, les hizo un mapa del Amazonas.
Ellos tomaron el mapa y lo colocaron en el Ayuntamiento. E hicieron copias de él para cada uno. Y todo el que tenía una copia se consideraba un experto en el Amazonas, pues ¿no conocía acaso cada vuelta y cada recodo del río, y cuán ancho y profundo era, y dónde había rápidos y dónde se hallaban las cascadas?
El explorador se lamentó toda su vida de haber dibujado aquel mapa. Habría sido preferible no hacerlo.
Cuento tomado del libro “El canto del pájaro”, de Anthony de Mello.
Y les dijo:
— Vayan y descúbranlo ustedes mismos. Nada puede sustituir al riesgo y a la experiencia personales.
Pero, para orientarlos, les hizo un mapa del Amazonas.
Ellos tomaron el mapa y lo colocaron en el Ayuntamiento. E hicieron copias de él para cada uno. Y todo el que tenía una copia se consideraba un experto en el Amazonas, pues ¿no conocía acaso cada vuelta y cada recodo del río, y cuán ancho y profundo era, y dónde había rápidos y dónde se hallaban las cascadas?
El explorador se lamentó toda su vida de haber dibujado aquel mapa. Habría sido preferible no hacerlo.
Cuento tomado del libro “El canto del pájaro”, de Anthony de Mello.
sábado, 5 de febrero de 2011
Una voz tras él
Cuentan una deliciosa historieta de horror sobre un labriego que se adentró en un bosque encantado; según la gente, lo habitaban demonios que se llevaban consigo a cualquier mortal que osara entrar en él. Pero, mientras caminaba por el mismo con paso lento, el labriego pensaba:
— Soy un buen hombre que nada malo he hecho. Si los demonios pueden hacerme algún daño es que no existe ninguna clase de justicia.
Y en ese momento se oyó una voz tras él que decía:
— No existe.
Cuento de Frederic Brown.
— Soy un buen hombre que nada malo he hecho. Si los demonios pueden hacerme algún daño es que no existe ninguna clase de justicia.
Y en ese momento se oyó una voz tras él que decía:
— No existe.
Cuento de Frederic Brown.
viernes, 4 de febrero de 2011
El espejo del alma
No nos habíamos visto nunca, en ningún sitio, en ninguna ocasión, pero se parecía tanto a un vecino mío que me saludó cordialmente: él también se había confundido.
Cuento de Pere Calders.
Cuento de Pere Calders.
jueves, 3 de febrero de 2011
Caminar con la propia luz
Un joven rabí se quejó al rabí de Ryzhyn:
— Durante las horas que dedico al estudio siento la vida y la luz, pero en el momento en que dejo de estudiar todo ha desaparecido. ¿Qué debo hacer?
El rabí de Rizhyn respondió:
— Es como cuando un hombre marcha por un bosque en una noche oscura y, durante un tiempo, se le une otro con una linterna en la mano. Cuando se separan en un cruce, el primero siente temor a seguir solo y a tientas su camino. Pero si un hombre lleva su propia luz consigo, no debe tener miedo a la oscuridad.
Cuento de la tradición jasídica.
— Durante las horas que dedico al estudio siento la vida y la luz, pero en el momento en que dejo de estudiar todo ha desaparecido. ¿Qué debo hacer?
El rabí de Rizhyn respondió:
— Es como cuando un hombre marcha por un bosque en una noche oscura y, durante un tiempo, se le une otro con una linterna en la mano. Cuando se separan en un cruce, el primero siente temor a seguir solo y a tientas su camino. Pero si un hombre lleva su propia luz consigo, no debe tener miedo a la oscuridad.
Cuento de la tradición jasídica.
miércoles, 2 de febrero de 2011
El sueño
Soñé que un niño me comía. Desperté sobresaltado. Mi madre me estaba lamiendo. El rabo todavía me tembló durante un rato.
Cuento de Luis Mateo Diez.
Cuento de Luis Mateo Diez.
martes, 1 de febrero de 2011
Chuang Tzu y el cangrejo
Entre sus muchas virtudes, Chuang Tzu tenía la de ser diestro en el dibujo. El rey le pidió que dibujara un cangrejo. Chuang Tzu respondió que necesitaba cinco años y una casa con doce servidores. Pasaron cinco años y el dibujo aún no estaba empezado. “Necesito otros cinco años”, dijo Chuang Tzu. El rey se los concedió. Transcurridos los diez años, Chuang Tzu tomó el pincel y en un instante, con un sólo gesto, dibujó un cangrejo, el cangrejo más perfecto que jamás se hubiera visto.
Cuento de Italo Calvino.
Cuento de Italo Calvino.
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