Dos hombres se presentaron ante Nasrudín cuando éste actuaba como magistrado. Uno de ellos dijo:
— Este hombre me ha mordido una oreja. Exijo compensación.
— Se ha mordido él mismo —adujo el otro.
Nasrudín aplazó el caso y se retiró a sus aposentos. Allí pasó media hora tratando de morderse la oreja. Todo lo que consiguió fue perder el equilibrio y magullarse la frente. Entonces, volvió a la sala del tribunal.
— Examinad al hombre cuya oreja ha sido mordida —ordenó—. Si tiene la frente magullada, es que se la mordió el mismo, y el caso está solucionado. De lo contrario, se la mordió el otro, y el hombre atacado será compensado con tres monedas de plata.
Cuento de la tradición sufí.
domingo, 24 de octubre de 2010
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