Una mujer llevó a su pequeño hijo a la escuela de Nasrudín.
— Te ruego que lo asustes un poco — le dijo —, porque ha escapado a mi control.
Nasrudín puso los ojos en blanco, empezó a resoplar y jadear, dio algunos saltos y golpeó la mesa con los puños hasta que la aterrada mujer se desmayó. Entonces, el mullah salió corriendo de la habitación.
Cuando regresó, después de que la mujer volviera en sí, ésta le dijo:
— ¡Te pedí que asustaras al muchacho, no a mí!
— Señora —replicó Nasrudín—, el peligro no tiene favoritos. Me asusté incluso a mí mismo, como viste. Cuando amenaza el peligro, afecta a todos por igual.
Cuento de la tradición sufí.
martes, 19 de octubre de 2010
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