A un maestro zen llamado Kasan se le pidió que oficiara el funeral de un señor de la provincia. Como nunca antes había conocido a personajes nobles, se sentía muy nervioso y comenzó a sudar profusamente al iniciar la ceremonia.
Cuando regresó de ella, reunió a sus discípulos y les confesó que no estaba calificado para ser su maestro. Le faltaba, para desempeñarse en el mundo, la sabiduría que poseía aislado en su templo
Luego, Kasan renunció y se convirtió en discípulo de otro maestro. Ocho años más tarde volvió a sus antiguos alumnos, ya iluminado.
Cuento de la tradición budista zen.
martes, 12 de octubre de 2010
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