Había una vez dos amigos que tenían una gran tendencia hacia la mística. Por lo tanto, cada uno de ellos consiguió una parcela de terreno donde poder retirarse a meditar tranquilamente.
Uno de los amigos tuvo la idea de plantar un rosal, pero enseguida rechazó el propósito, pensando que las rosas le originarían apego y terminarían por encadenarlo. El otro tuvo la misma idea y plantó el rosal.
Con el paso del tiempo, el rosal floreció, y el hombre que lo poseía disfrutó de las rosas, meditó a través de ellas y así elevó su espíritu y se sintió unido a la naturaleza, aunque nunca se apegó a las flores.
El otro amigo empezó a anhelar el rosal y las hermosas flores que hubieran deleitado su vista y su olfato. Así, se apegó a las rosas de su mente y, a diferencia de su compañero, creó ataduras.
Cuento de la tradición hindú.
miércoles, 13 de octubre de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario