Un hombre fue a visitar a Chuan Tzu y le expuso así su situación:
— Soy muy desdichado, maestro. Enséñame el camino del Tao para lograr así la felicidad.
— Antes de enseñarte cuál es el camino del Tao, necesito saber por qué eres infeliz — dijo Chuan Tzu.
— Soy infeliz porque no tengo nada — replicó el hombre mostrándole las manos vacías.
— ¿Qué tienes ahí, entonces? –preguntó el filósofo.
— Nada. ¿No ves que están vacías?
— Tienes dos manos — dijo Chuan Tzu —. No es cierto que no tengas nada.
— Soy infeliz porque no tengo casa — se quejó el hombre.
— ¿Dónde vives, entonces?— No vivo en ningún sitio. ¿No acabo de explicarte que no tengo casa?
— Vives en tu cuerpo — dijo Chuan Tzu —. Esa es tu verdadera casa.
— Soy infeliz porque estoy solo — dijo entonces el hombre.
— ¿Con quién vives, pues? –preguntó el filósofo.
— No vivo con nadie. No tengo mujer ni familia. ¿No acabo de explicarte que estoy solo?
— Vives contigo mismo — dijo Chuan Tzu —. ¿Qué otra mejor compañía podrías tener?
— Por favor, enséñame el camino del Tao.
— Tú no necesitas el camino del Tao — dijo Chuan Tzu con una amable sonrisa —. ¿Para qué, si tienes todo lo que deseas y eres ya completamente feliz?
Cuento de la tradición taoísta.
jueves, 20 de agosto de 2009
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