Había una vez dos templos budistas rivales. Los respectivos maestros estaban tan enfrentados que ordenaron a sus discípulos no mirar siquiera al otro templo.
Cada maestro contaba con un muchacho como sirviente para hacer los recados. El maestro del primer templo le advirtió a su sirviente:
— Nunca hables con el otro muchacho. Esa gente es peligrosa.
Pero, un día, se encontraron ambos sirvientes en el camino y el muchacho del primer templo le preguntó al del otro:
— ¿Adónde vas?
El otro respondió:
— Donde el viento me lleve.
El primer muchacho se sintió sorprendido y algo humillado. “Debí haber obedecido a mi maestro”, pensó. Cuando se lo contó, éste le dijo:
— Te lo advertí, pero no me escuchaste. Ahora, presta atención. Mañana lo esperarás en el mismo sitio y le preguntarás: “¿Adónde vas?”. El te dirá: ”Adonde el viento me lleve”. Entonces, tú también te pondrás filosófico y le dirás: “¿Irás sin piernas entonces? Porque el alma es incorpórea y el viento no puede llevar el alma a ninguna parte”.
Dispuesto a obedecer, el joven se preparó toda la noche, repitiendo una y otra vez las palabras. A la mañana siguiente, se colocó en el lugar exacto y esperó al otro muchacho. Cuando éste llegó, le preguntó:
— ¿Adónde vas?
Pero, en lugar de la resuesta esperada, el otro dijo:
— Voy al mercado a comprar verduras.
Cuento de la tradición budista zen.
viernes, 14 de agosto de 2009
Los dos templos rivales
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