El maestro Tajima paseaba por su jardín una hermosa tarde de primavera, completamente absorto en la contemplación de los cerezos al sol. A algunos pasos detrás de él, un joven servidor lo seguía, llevando su sable. De pronto, una idea atravesó el espíritu del joven: "A pesar de toda la habilidad de mi maestro en el manejo del sable, en este momento sería fácil atacarlo por detrás, ahora que parece tan fascinado con las flores del cerezo".
En ese preciso instante, Tajima se volvió y comenzó a buscar alrededor de sí, como si quisiera descubrir a alguien escondido. Inquieto, se puso a escudriñar todos los rincones del jardín. Al no encontrar a nadie, se retiró a su habitación muy preocupado. El servidor acabó por preguntarle si se encontraba bien y si deseaba algo. Tajima respondió:
— Estoy profundamente turbado por un incidente extraño que no puedo explicarme. Gracias a mi larga práctica de las artes marciales, puedo presentir cualquier pensamiento agresivo contra mí. Justamente cuando estaba en el jardín me ha sucedido esto. Pero aparte de ti no había nadie, ni siquiera un perro. Estoy descontento conmigo mismo, ya que no puedo justificar mi percepción.
El joven servidor, después de saber esto, se acercó al maestro y le confesó la idea que había tenido cuando se encontraba detrás de él. Humildemente le pidió perdón.
Tajima se sintió aliviado y satisfecho, y volvió al jardín.
Cuento de la tradición budista zen.
jueves, 9 de julio de 2009
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1 comentario:
EL que sabe sabe y la percepcion es intuicion o la vos de la alma, cualquiera puede sentirla, solo es cuestion de fluir.
besitos
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