Vivían en la antigua ciudad de Aflcar dos eruditos que odiaban y despreciaban cada uno el saber del otro porque uno de ellos negaba que los dioses existieran, y el otro era creyente.
Un día, ambos se encontraron en el mercado y, en medio de sus partidarios, empezaron a discutir acerca de la existencia o de la no existencia de los dioses. Y se separaron tras horas de acalorada disputa.
Aquella noche, el incrédulo fue al templo, se postró ante el altar y pidió a los dioses que le perdonaran su antigua impiedad. A la misma hora, el otro erudito, el que había defendido la existencia de los dioses, quemó todos sus libros sagrados pues se había convertido en incrédulo.
Cuento de Gibran Khalil Gibran.
martes, 28 de julio de 2009
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1 comentario:
La verdad estan rara como la vida, y aveces preferimos que nos la presten aunque no sea real pues si no la descubrimos nosotros mismos estamos en el horno.
un abrazo
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