Había una vez un granjero que vivía en una aldea pobre y pequeña. Sus paisanos lo consideraban afortunado porque tenía un caballo que utilizaba para labrar y transportar la cosecha.
Pero un día, el caballo se escapó. La noticia corrió rápidamente por el pueblo, de modo que al llegar la noche los vecinos fueron a consolarlo por aquella grave pérdida: "¡Qué mala suerte has tenido!". La respuesta del granjero fue un sencillo "puede ser".
Pocos días después, el caballo regresó trayendo consigo dos yeguas salvajes que había encontrado en las montañas.
Enterados, los aldeanos acudieron de nuevo, esta vez para darle la enhorabuena y comentarle su buena suerte, a lo que él volvió a contestar: "puede ser".
Al día siguiente, el hijo del granjero trató de domar a una de las yeguas, pero ésta lo arrojó al suelo y el joven se rompió una pierna. Los vecinos visitaron al herido y lamentaron su mala suerte; pero el padre respondió otra vez: "puede ser".
Una semana más tarde, aparecieron en el pueblo los oficiales de reclutamiento para llevarse a los jóvenes al ejército. El hijo del granjero fue rechazado por tener la pierna rota. Al atardecer, los aldeanos que habían despedido a sus hijos se reunieron en la taberna y comentaron la buena estrella del granjero, mas éste, como podemos imaginar, contestó nuevamente: "puede ser".
Cuento de la tradición taoísta
miércoles, 7 de enero de 2009
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