El lobo, aparte de su orgullosa altivez, es inteligente, un ser sensible y hermoso con mala fama... Trata de sobrevivir. Y observa al humano: le parece abominable, lleno de maldad, cruel; tanto así que suele utilizar proverbios tales como: “Está oscuro como boca de hombre”, para señalar algún peligro nocturno, o “el lobo es el hombre del lobo”, cuando este animal llega a ciertos excesos de fiereza semejante a la humana.
Cuento de René Avilés Fábila.
domingo, 31 de julio de 2011
Apuntes para ser leídos por los lobos
sábado, 30 de julio de 2011
Leones y hombres
Un hombre y un león que viajaban juntos llegaron a un sitio donde se levantaba una estatua de Hércules sometiendo a un formidable felino.
—Esto que ves —dijo el hombre a su compañero— prueba que los seres humanos somos más fuertes y poderosos que los leones.
—Si entre nosotros hubiera escultores —repuso el león—, verías muchas más estatuas donde los leones vencen a los hombres.
Fábula de Esopo.
—Esto que ves —dijo el hombre a su compañero— prueba que los seres humanos somos más fuertes y poderosos que los leones.
—Si entre nosotros hubiera escultores —repuso el león—, verías muchas más estatuas donde los leones vencen a los hombres.
Fábula de Esopo.
viernes, 29 de julio de 2011
Ladrones
— Despierta —cuchicheó la mujer de Nasrudín una noche—, hay ladrones en casa. Veo los bultos que han dejado en el jardín.
El mullah echó a un lado la ropa de la cama e hizo amago de salir por la ventana.
—¿Qué haces? —le preguntó su esposa.
—Mientras registran nuestras miserables posesiones, voy a robarles sus fardos.
Cuento de la tradición sufí.
El mullah echó a un lado la ropa de la cama e hizo amago de salir por la ventana.
—¿Qué haces? —le preguntó su esposa.
—Mientras registran nuestras miserables posesiones, voy a robarles sus fardos.
Cuento de la tradición sufí.
jueves, 28 de julio de 2011
La casa de las palabras
A la casa de las palabras, soñó Helena Villagra, acudían los poetas. Las palabras, guardadas en viejos frascos de cristal, esperaban a los poetas y se les ofrecían, locas de ganas de ser elegidas: ellas rogaban a los poetas que las miraran, que las olieran, que las tocaran, que las lamieran. Los poetas abrían los frascos, probaban pala¬bras con el dedo y entonces se relamían o fruncían la nariz. Los poetas andaban en busca de palabras que no conocían, y también buscaban palabras que conocían y habían perdido.
En la casa de las palabras había una mesa de los colores. En grandes fuentes se ofrecían los colores y cada poeta se ser¬vía del color que le hacía falta: amarillo limón o amarillo sol, azul de mar o de humo, rojo lacre, rojo sangre, rojo vino...
Cuento de Eduardo Galeano.
En la casa de las palabras había una mesa de los colores. En grandes fuentes se ofrecían los colores y cada poeta se ser¬vía del color que le hacía falta: amarillo limón o amarillo sol, azul de mar o de humo, rojo lacre, rojo sangre, rojo vino...
Cuento de Eduardo Galeano.
miércoles, 27 de julio de 2011
La copia perfecta
Nasrudín estaba en Turquía visitando a un amigo. Una noche, se sentaron fuera, bajo el cielo estrellado. Enseguida, el mullah empezó a dar sonoras muestras de aprobación.
— Por qué haces “¡ooh!” y “¡aah!”? —preguntó el amigo.
—Estaba admirando tu cielo y me asombraba de la maestría de vuestros pintores de cielos. Han hecho una copia perfecta de las estrellas que tenemos en mi tierra natal.
Cuento de la tradición sufí.
— Por qué haces “¡ooh!” y “¡aah!”? —preguntó el amigo.
—Estaba admirando tu cielo y me asombraba de la maestría de vuestros pintores de cielos. Han hecho una copia perfecta de las estrellas que tenemos en mi tierra natal.
Cuento de la tradición sufí.
martes, 26 de julio de 2011
El objeto del espacio exterior y los perritos de las praderas
Una aeronave a propulsión en cierta zona del territorio de Texas, un día brillante y soleado en medio de una colonia de perritos de las praderas. La parte superior del cohete se desatornilló, produciendo un ruido áspero y chirriante, y, arrastrándose, salió afuera un Ser del espacio. El Ser llevaba un rayo mortífero, un retorcedor de mentes, un amplificador del dolor y muchos otros ingeniosos instrumentos de guerra, tortura y destrucción. Babeó un líquido verdoso, y miró en derredor en busca de algo que matar.
Cuando un perrito se asomó fuera de su madriguera, la Cosa giró rápidamente sus tentáculos y emitió el cegador chorro de fuego de unas de sus armas, que redujo al perrito de las praderas a una nube de ceniza que quedó flotando en el aire. La Cosa burbujeó de alegría y empezó a buscar ansiosamente más pequeñas criaturas.
Pero, en ese momento, se abrieron dos escotillones muy bien camuflados en el suelo y de cada uno de ellos surgió un reluciente cañón electrónico, maniobrado por un equipo de perritos de las praderas en uniforme de campaña. Los dos cañones hicieron fuego a la vez sobre la Cosa y la aniquilaron.
— Ha sido muy oportuno estar preparados —dijo el capitán de los perritos de las praderas—. Pero hubiese jurado que los humanos serían los primeros en atacarnos.
Moraleja: “Infórmate sobre qué mosca aplastas”.
Cuento de Gahan Wilson.
Cuando un perrito se asomó fuera de su madriguera, la Cosa giró rápidamente sus tentáculos y emitió el cegador chorro de fuego de unas de sus armas, que redujo al perrito de las praderas a una nube de ceniza que quedó flotando en el aire. La Cosa burbujeó de alegría y empezó a buscar ansiosamente más pequeñas criaturas.
Pero, en ese momento, se abrieron dos escotillones muy bien camuflados en el suelo y de cada uno de ellos surgió un reluciente cañón electrónico, maniobrado por un equipo de perritos de las praderas en uniforme de campaña. Los dos cañones hicieron fuego a la vez sobre la Cosa y la aniquilaron.
— Ha sido muy oportuno estar preparados —dijo el capitán de los perritos de las praderas—. Pero hubiese jurado que los humanos serían los primeros en atacarnos.
Moraleja: “Infórmate sobre qué mosca aplastas”.
Cuento de Gahan Wilson.
lunes, 25 de julio de 2011
La bondad
El mendigo ciego:
—¡Una limosnita, por amor de Dios!
Pero no es ciego porque ahora ha abierto un ojo.
La señora –enfurecida porque el ciego ve- no le da limosna.
—Me ha pretendido engañar, ¡miserable!
—Pero, señora, cálmese usted —responde el limosnero—. ¿No es mucho mejor que haya pretendido engañarla que ser ciego verdaderamente?
Cuento de Braulio Arenas.
—¡Una limosnita, por amor de Dios!
Pero no es ciego porque ahora ha abierto un ojo.
La señora –enfurecida porque el ciego ve- no le da limosna.
—Me ha pretendido engañar, ¡miserable!
—Pero, señora, cálmese usted —responde el limosnero—. ¿No es mucho mejor que haya pretendido engañarla que ser ciego verdaderamente?
Cuento de Braulio Arenas.
domingo, 24 de julio de 2011
La montaña de los monos
El príncipe de Wu tomó un bote hasta la Montaña de los monos. En cuanto éstos lo vieron, huyeron con gran pánico y se refugiaron en las copas de los árboles.
Un mono, no obstante, permaneció tranquilo, completamente despreocupado, balanceándose de rama en rama, ¡una extraordinaria exhibición!
El Príncipe disparó una flecha al mono, pero éste, con gran destreza, capturó la flecha en pleno vuelo.
Ante esto, el Príncipe ordenó a sus acompañantes que hicieran un ataque conjunto.
En un momento, el mono quedó acribillado a flechazos y cayó muerto.
Entonces el Rey se volvió hacia su compañero Yen Pu’i: “¿Ves lo que ha pasado?”, dijo, “Este animal hacía pública su inteligencia. Confiaba en su propia habilidad. Pensaba que nada podría tocarlo. ¡Recuerda eso! No te apoyes en la distinción y el talento cuando trates con los hombres!”.
Cuando volvieron a casa, Yen Pu’i se convirtió en el discípulo de un sabio para librarse de todo aquello que lo hacía destacar. Renunció a todo placer. Aprendió a ocultar toda distinción.
Pronto nadie en todo el reino sabía qué pensar de él.
Por lo tanto, lo miraban con temerosa admiración.
Cuento tomado del libro “El camino de Chuang Tzu”, de Thomas Merton.
Un mono, no obstante, permaneció tranquilo, completamente despreocupado, balanceándose de rama en rama, ¡una extraordinaria exhibición!
El Príncipe disparó una flecha al mono, pero éste, con gran destreza, capturó la flecha en pleno vuelo.
Ante esto, el Príncipe ordenó a sus acompañantes que hicieran un ataque conjunto.
En un momento, el mono quedó acribillado a flechazos y cayó muerto.
Entonces el Rey se volvió hacia su compañero Yen Pu’i: “¿Ves lo que ha pasado?”, dijo, “Este animal hacía pública su inteligencia. Confiaba en su propia habilidad. Pensaba que nada podría tocarlo. ¡Recuerda eso! No te apoyes en la distinción y el talento cuando trates con los hombres!”.
Cuando volvieron a casa, Yen Pu’i se convirtió en el discípulo de un sabio para librarse de todo aquello que lo hacía destacar. Renunció a todo placer. Aprendió a ocultar toda distinción.
Pronto nadie en todo el reino sabía qué pensar de él.
Por lo tanto, lo miraban con temerosa admiración.
Cuento tomado del libro “El camino de Chuang Tzu”, de Thomas Merton.
sábado, 23 de julio de 2011
Toque de queda
— Quédate —le dije.Y la toqué.
Cuento de Omar Lara.
Cuento de Omar Lara.
viernes, 22 de julio de 2011
La cortesía de Buda
Al salir de la ciudad de Sravasti, el Buda tuvo que atravesar una dilatada llanura. Desde sus diversos cielos, los dioses le arrojaron sombrillas para resguardarlo del sol. A fin de no desairar a sus bienhechores, el Buda se multiplicó cortésmente y cada uno de los dioses vio un Buda que marchaba con su sombrilla.
Cuento de la tradición hindú.
Cuento de la tradición hindú.
jueves, 21 de julio de 2011
Cruce
Cruzaba la calle cuando comprendió que no le importaba llegar al otro lado.
Cuento de Arturo Pérez Reverte.
Cuento de Arturo Pérez Reverte.
miércoles, 20 de julio de 2011
Distinguir lo bueno de lo malo
Un panadero quería conocer al maestro Uways y éste fue a su panadería disfrazado de mendigo. Tomó un pan y empezó a comérselo. El panadero lo golpeó y lo echó a la calle.
— ¡Loco!—le dijo un discípulo que llegaba—. ¿No ves que acabas de echar al maestro, a quien querías conocer?
Arrepentido, el panadero salió a la calle y preguntó qué podía hacer para que lo perdonase. Uways le pidió que los invitase a comer a él y a sus discípulos. El panadero los llevó a un restaurante excelente y pidió los platos más caros.
— Así distinguimos al hombre bueno del hombre malo — dijo Uways a sus discípulos en mitad de la comida—. Este panadero es capaz de gastar diez monedas de oro en un banquete porque soy célebre, pero no puede dar pan para que se alimente un mendigo hambriento.
Cuento de la tradición sufí.
— ¡Loco!—le dijo un discípulo que llegaba—. ¿No ves que acabas de echar al maestro, a quien querías conocer?
Arrepentido, el panadero salió a la calle y preguntó qué podía hacer para que lo perdonase. Uways le pidió que los invitase a comer a él y a sus discípulos. El panadero los llevó a un restaurante excelente y pidió los platos más caros.
— Así distinguimos al hombre bueno del hombre malo — dijo Uways a sus discípulos en mitad de la comida—. Este panadero es capaz de gastar diez monedas de oro en un banquete porque soy célebre, pero no puede dar pan para que se alimente un mendigo hambriento.
Cuento de la tradición sufí.
martes, 19 de julio de 2011
El asno perdido
—¡Oh, aldeanos! —gritaba Nasrudín mientras corría por las calles de su pueblo—. ¡He perdido mi asno! ¡Se lo daré a aquel que lo recupere!
—Tienes que estar loco para hacer eso —le dijeron algunos de los que presenciaban el extraño suceso.
—De ninguna manera —les contestó el mullah—. Deben saber que el placer de encontrar algo que perdimos es mayor que el de poseerlo.
Cuento de la tradición sufí.
—Tienes que estar loco para hacer eso —le dijeron algunos de los que presenciaban el extraño suceso.
—De ninguna manera —les contestó el mullah—. Deben saber que el placer de encontrar algo que perdimos es mayor que el de poseerlo.
Cuento de la tradición sufí.
lunes, 18 de julio de 2011
Los monos y el vendedor de sombreros
Cierta vez, un vendedor de sombreros que viajaba de aldea en aldea se echó a la sombra de un árbol para dormir un poco. Cuando despertó, los monos se habían llevado toda su mercancía y estaban trepados a las ramas.
Furioso, se sacó su propio sombrero y lo arrojó al suelo. Al instante, todos los monos lo imitaron, de manera que pudo recuperarlos y se marchó.
Muchos años después, el nieto del vendedor pasó por el mismo sitio y también se acostó a dormir. Al despertarse, nuevamente los monos habían robado sus sombreros.
El hombre recordó la anécdota de su antepasado y arrojó el suyo con fuerza al suelo. Pero ninguno de los monos lo imitó. En lugar de eso, uno de ellos le dijo:
—¡Tonto! ¡Nosotros también hemos tenido abuelos!
Cuento de la tradición hindú.
Furioso, se sacó su propio sombrero y lo arrojó al suelo. Al instante, todos los monos lo imitaron, de manera que pudo recuperarlos y se marchó.
Muchos años después, el nieto del vendedor pasó por el mismo sitio y también se acostó a dormir. Al despertarse, nuevamente los monos habían robado sus sombreros.
El hombre recordó la anécdota de su antepasado y arrojó el suyo con fuerza al suelo. Pero ninguno de los monos lo imitó. En lugar de eso, uno de ellos le dijo:
—¡Tonto! ¡Nosotros también hemos tenido abuelos!
Cuento de la tradición hindú.
domingo, 17 de julio de 2011
La barrera
Cierta vez, un discípulo de Lao Tzu se acercó a él y le dijo:
—Maestro, lo he conseguido.
—Si dices que lo has conseguido—contestó Lao Tzu—, entonces es seguro que no lo has conseguido.
El discípulo esperó durante meses. Entonces, un día, volvió a acercarse y le dijo:
—Tenías razón. Ahora, eso se ha conseguido.
Lao Tzu lo miró con gran compasión y amor, y repuso:
—Está bien. Cuéntame qué ha sucedido.
—Hasta el día en que dijiste “Si dices que lo has conseguido, es seguro que no lo has conseguido”, estaba esforzándome. Estaba haciendo todo lo posible. Pero cuando dijiste esas palabras lo entendí. ¿Cómo podía “yo” conseguirlo si el “yo” es la barrera? Así que tuve que dejar que sucediera.
Cuento de la tradición taoísta.
—Maestro, lo he conseguido.
—Si dices que lo has conseguido—contestó Lao Tzu—, entonces es seguro que no lo has conseguido.
El discípulo esperó durante meses. Entonces, un día, volvió a acercarse y le dijo:
—Tenías razón. Ahora, eso se ha conseguido.
Lao Tzu lo miró con gran compasión y amor, y repuso:
—Está bien. Cuéntame qué ha sucedido.
—Hasta el día en que dijiste “Si dices que lo has conseguido, es seguro que no lo has conseguido”, estaba esforzándome. Estaba haciendo todo lo posible. Pero cuando dijiste esas palabras lo entendí. ¿Cómo podía “yo” conseguirlo si el “yo” es la barrera? Así que tuve que dejar que sucediera.
Cuento de la tradición taoísta.
sábado, 16 de julio de 2011
El mayor lujo
Cerca del monasterio de Ibak vivía un sabio sufí, excelente negociante, que había acumulado una gran riqueza.
Un visitante del monasterio, al ver los altísimos costos de los trabajos de renovación del templo, dijo a quien quisiera escucharlo:
—¡He aquí que los caminos de la sabiduría se transforman en la senda de la ilusión! He encontrado a alguien que dice buscar la verdad y, sin embargo, está repleto de dinero.
Las palabras llegaron a oídos del sabio. Cuando le preguntaron qué tenía que decir, comentó:
—Pensaba que lo tenía todo y acabo de descubrir que me faltaba una cosa. Ahora sé que soy realmente un hombre rico, pues he conseguido un lujo más sofisticado: ver a alguien que tiene envidia de mí.
Cuento de la tradición sufí.
Un visitante del monasterio, al ver los altísimos costos de los trabajos de renovación del templo, dijo a quien quisiera escucharlo:
—¡He aquí que los caminos de la sabiduría se transforman en la senda de la ilusión! He encontrado a alguien que dice buscar la verdad y, sin embargo, está repleto de dinero.
Las palabras llegaron a oídos del sabio. Cuando le preguntaron qué tenía que decir, comentó:
—Pensaba que lo tenía todo y acabo de descubrir que me faltaba una cosa. Ahora sé que soy realmente un hombre rico, pues he conseguido un lujo más sofisticado: ver a alguien que tiene envidia de mí.
Cuento de la tradición sufí.
viernes, 15 de julio de 2011
Los dos pastores y el rey
Había una vez un rey, descendiente de una antigua y poderosa dinastía, que había sido despojado del trono por la adversidad y estaba huyendo de sus enemigos.
El rey estaba empapado por la lluvia, en medio de una zona pantanosa, cuando llegó a una pequeña choza. Pensó descansar allí pero, al entrar, se encontró a dos pastores envueltos en mantas para protegerse del frío.
Amablemente, le dieron la bienvenida y compartieron con él algo de pan, queso y cebollas, que era la única comida que tenían.
El soberano les dijo:
— Algún día, cuando recobre mi reino, os pagaré con moneda propia de un rey.
Sucedió que, aunque los dos pastores habían sido igualmente generosos, no se comportaban en todo de la misma forma.
El primer pastor comenzó a decirle a toda la gente que él era mejor que un noble, pues había dado comida a un rey cuando no había nadie más que lo hiciera.
Pero el segundo pastor, reflexionando, se dijo a sí mismo:
“El haber estado en la choza y tener un poco de comida fueron simples accidentes. Ofrecerle comida al rey fue una acción normal. Pero nuestro soberano quiso interpretar estos hechos como algo de mérito. Ahora, yo debo inspirarme en su ejemplo y hacerme digno de tal nobleza”.
Dos o tres años después, el rey recuperó su reino y mandó llamar a los pastores. A cada uno se le dieron valiosos regalos, y los dos tuvieron posiciones poderosas en la corte.
Pero el primer pastor, que no había hecho ningún esfuerzo por mejorar y prepararse, no tardó en tomar parte en una intriga de la corte y fue ejecutado.
Por el contrario, el segundo pastor trabajó tan bien y con tal lealtad que, cuando el rey llegó a una edad avanzada, fue nombrado y aceptado como su sucesor.
Cuento de la tradición hindú.
El rey estaba empapado por la lluvia, en medio de una zona pantanosa, cuando llegó a una pequeña choza. Pensó descansar allí pero, al entrar, se encontró a dos pastores envueltos en mantas para protegerse del frío.
Amablemente, le dieron la bienvenida y compartieron con él algo de pan, queso y cebollas, que era la única comida que tenían.
El soberano les dijo:
— Algún día, cuando recobre mi reino, os pagaré con moneda propia de un rey.
Sucedió que, aunque los dos pastores habían sido igualmente generosos, no se comportaban en todo de la misma forma.
El primer pastor comenzó a decirle a toda la gente que él era mejor que un noble, pues había dado comida a un rey cuando no había nadie más que lo hiciera.
Pero el segundo pastor, reflexionando, se dijo a sí mismo:
“El haber estado en la choza y tener un poco de comida fueron simples accidentes. Ofrecerle comida al rey fue una acción normal. Pero nuestro soberano quiso interpretar estos hechos como algo de mérito. Ahora, yo debo inspirarme en su ejemplo y hacerme digno de tal nobleza”.
Dos o tres años después, el rey recuperó su reino y mandó llamar a los pastores. A cada uno se le dieron valiosos regalos, y los dos tuvieron posiciones poderosas en la corte.
Pero el primer pastor, que no había hecho ningún esfuerzo por mejorar y prepararse, no tardó en tomar parte en una intriga de la corte y fue ejecutado.
Por el contrario, el segundo pastor trabajó tan bien y con tal lealtad que, cuando el rey llegó a una edad avanzada, fue nombrado y aceptado como su sucesor.
Cuento de la tradición hindú.
jueves, 14 de julio de 2011
El mordisco de un tigre
Cierta vez, el maestro Pai-chang le preguntó a su discípulo, Huang-po, dónde había estado. Este repuso que había estado juntando hongos al pie de un monte. Pai-chang inquirió:
—¿Has visto un tigre?
Al punto, Huang-po rugió como un tigre. Pai-chang tomó un hacha y la levantó, como disponiéndose a golpear al tigre con ella. Entonces, el discípulo le asestó un sonoro bofetón. El maestro se echó a reír a carcajadas.
De regreso al monasterio, Pai-chan les dijo a los monjes reunidos:
—Al pie del monte hay un tigre. Debéis tener cuidado: hoy me ha dado un mordisco.
Se dice que, con esas palabras, Pai-chang confirmó a Huang-po como su sucesor.
Cuento de la tradición budista zen.
—¿Has visto un tigre?
Al punto, Huang-po rugió como un tigre. Pai-chang tomó un hacha y la levantó, como disponiéndose a golpear al tigre con ella. Entonces, el discípulo le asestó un sonoro bofetón. El maestro se echó a reír a carcajadas.
De regreso al monasterio, Pai-chan les dijo a los monjes reunidos:
—Al pie del monte hay un tigre. Debéis tener cuidado: hoy me ha dado un mordisco.
Se dice que, con esas palabras, Pai-chang confirmó a Huang-po como su sucesor.
Cuento de la tradición budista zen.
miércoles, 13 de julio de 2011
La Mosca que soñaba que era un Aguila
Había una vez una Mosca que todas las noches soñaba que era un Águila y que se encontraba volando por los Alpes y por los Andes.
En los primeros momentos esto la volvía loca de felicidad; pero pasado un tiempo le causaba una sensación de angustia, pues hallaba las alas demasiado grandes, el cuerpo demasiado pesado, el pico demasiado duro y las garras demasiado fuertes; bueno, que todo ese gran aparato le impedía posarse a gusto sobre los ricos pasteles o sobre las inmundicias humanas, así como sufrir a conciencia dándose topes contra los vidrios de su cuarto.
En realidad no quería andar en las grandes alturas o en los espacios libres, ni mucho menos.
Pero cuando volvía en sí lamentaba con toda el alma no ser un Águila para remontar montañas, y se sentía tristísima de ser una Mosca, y por eso volaba tanto, y estaba tan inquieta, y daba tantas vueltas, hasta que lentamente, por la noche, volvía a poner las sienes en la almohada.
Cuento de Augusto Monterroso.
En los primeros momentos esto la volvía loca de felicidad; pero pasado un tiempo le causaba una sensación de angustia, pues hallaba las alas demasiado grandes, el cuerpo demasiado pesado, el pico demasiado duro y las garras demasiado fuertes; bueno, que todo ese gran aparato le impedía posarse a gusto sobre los ricos pasteles o sobre las inmundicias humanas, así como sufrir a conciencia dándose topes contra los vidrios de su cuarto.
En realidad no quería andar en las grandes alturas o en los espacios libres, ni mucho menos.
Pero cuando volvía en sí lamentaba con toda el alma no ser un Águila para remontar montañas, y se sentía tristísima de ser una Mosca, y por eso volaba tanto, y estaba tan inquieta, y daba tantas vueltas, hasta que lentamente, por la noche, volvía a poner las sienes en la almohada.
Cuento de Augusto Monterroso.
martes, 12 de julio de 2011
La música del arpa
En una región remota de China había un hermoso valle donde crecía un árbol magnífico. Cierto día, pasó por allí un mago que quedó cautivado por él y, de una de sus ramas, hizo un arpa.
El hechicero regaló el instrumento al emperador, pero ninguno de sus músicos fue capaz de tocarlo. Por ello, el soberano mandó llamar al más famoso ejecutante de China, que vivía retirado en las montañas. El maestro Peiwo contempló largo rato el arpa y empezó a cantar suavemente. De pronto, comenzaron a brotar de la madera unos sonidos extraordinarios que acompañaron la voz del músico.
—¿Cómo pudiste lograr lo que ninguno de mis ejecutantes pudo? —preguntó el emperador admirado.
—Le hablé del árbol que la vio nacer, de la hierba que crecía a sus pies, de sus amigos los pájaros y del torrente de la luna sobre sus ramas.
Cuento de la tradición taoísta.
El hechicero regaló el instrumento al emperador, pero ninguno de sus músicos fue capaz de tocarlo. Por ello, el soberano mandó llamar al más famoso ejecutante de China, que vivía retirado en las montañas. El maestro Peiwo contempló largo rato el arpa y empezó a cantar suavemente. De pronto, comenzaron a brotar de la madera unos sonidos extraordinarios que acompañaron la voz del músico.
—¿Cómo pudiste lograr lo que ninguno de mis ejecutantes pudo? —preguntó el emperador admirado.
—Le hablé del árbol que la vio nacer, de la hierba que crecía a sus pies, de sus amigos los pájaros y del torrente de la luna sobre sus ramas.
Cuento de la tradición taoísta.
lunes, 11 de julio de 2011
La vida en común
Alguien que a toda hora se queja con amargura de tener que soportar su cruz (esposo, esposa, padre, madre, abuelo, abuela, tío, tía, hermano, hermana, hijo, hija, padrastro, madrastra, hijastro, hijastra, suegro, suegra, yerno, nuera) es a la vez la cruz del otro, que amargamente se queja de tener que sobrellevar a toda hora la cruz (nuera, yerno, suegra, suegro, hijastra, hijastro, madrastra, padrastro, hija, hijo, hermana, hermano, tía, tío, abuela, abuelo, madre, padre, esposa, esposo) que le ha tocado cargar en esta vida, y así, de cada quien según su capacidad y a cada quien según sus necesidades.
Cuento de Augusto Monterroso.
Cuento de Augusto Monterroso.
domingo, 10 de julio de 2011
La Bella Durmiente del bosque y el príncipe
La Bella Durmiente cierra los ojos pero no duerme. Está esperando al príncipe. Y cuando lo oye acercarse, simula un sueño todavía más profundo. Nadie se lo ha dicho, pero ella lo sabe. Sabe que ningún príncipe pasa junto a una mujer que tenga los ojos bien abiertos.
Cuento de Marco Denevi.
Cuento de Marco Denevi.
sábado, 9 de julio de 2011
Cláusula III
Soy un Adán que sueña con el paraíso, pero siempre me despierto con las costillas intactas.
Cuento de Juan José Arreola.
Cuento de Juan José Arreola.
jueves, 7 de julio de 2011
Un ruiseñor aficionado
Nasrudín entró a escondidas en un huerto, se subió a un árbol y comenzó a comer fruta. De pronto, apareció el dueño del jardín, que le dijo muy enojado:
—¿Por qué te has subido a mi árbol?
Nasrudín intentó salir del paso diciendo:
—Estimado amigo, soy un ruiseñor y he subido a cantar.
El propietario, sorprendido por la respuesta, dijo:
—Entonces, cántame algo.
Nasrudín empezó a hacer unos gorjeos extraños mientras agitaba los brazos. El propietario, que no estaba convencido, exclamó:
—¿Qué canción es ésa? Nunca escuché a un ruiseñor cantar tan mal.
—Bueno —respondió el mullah—, es que soy un ruiseñor aficionado.
Cuento de la tradición sufí.
—¿Por qué te has subido a mi árbol?
Nasrudín intentó salir del paso diciendo:
—Estimado amigo, soy un ruiseñor y he subido a cantar.
El propietario, sorprendido por la respuesta, dijo:
—Entonces, cántame algo.
Nasrudín empezó a hacer unos gorjeos extraños mientras agitaba los brazos. El propietario, que no estaba convencido, exclamó:
—¿Qué canción es ésa? Nunca escuché a un ruiseñor cantar tan mal.
—Bueno —respondió el mullah—, es que soy un ruiseñor aficionado.
Cuento de la tradición sufí.
martes, 5 de julio de 2011
Final chistoso
Una vez sucedió que en un teatro se declaró un incendio entre bastidores. El payaso salió al proscenio para dar la noticia al público. Pero éste creyó que se trataba de un chiste y aplaudió con ganas. El payaso repitió la noticia y los aplausos eran todavía más jubilosos. Así creo yo que perecerá el mundo, en medio del júbilo general del respetable que pensará que se trata de un chiste.
Cuento de Sören Kierkegaard.
Cuento de Sören Kierkegaard.
lunes, 4 de julio de 2011
Un animal soñado
Es un animal con una gran cola, de muchos metros de largo, parecida a la del zorro. A veces me gustaría tener su cola en la mano, pero es imposible; el animal está siempre en movimiento; la cola siempre de un lado para otro. El animal tiene algo de canguro, pero la cabeza chica y oval no es característica y tiene algo de humana; sólo los dientes tienen fuerza expresiva, ya los oculte o los muestre. Suelo tener la impresión de que el animal quiere amaestrarme; si no, qué propósito puede tener retirarme la cola cuando quiero agarrarla, y luego esperar tranquilamente que ésta vuelva a traerme, y luego volver a saltar.
Cuento de Franz Kafka.
Cuento de Franz Kafka.
domingo, 3 de julio de 2011
Perder la cabeza
Una noche, una mujer tuvo un intenso sueño de gran realismo, tan claro que pensó que estaba despierta. Soñó que perdía la cabeza. Literalmente, soñó que su cabeza se caía de sus hombros.
A la mañana siguiente, se despertó y se puso a buscar como loca su cabeza. Buscó por todas partes y no consiguió encontrarla. Sus gritos desesperados no sirvieron para nada.
Por fin, acudió a un maestro y le preguntó dónde podía encontrar su cabeza. El maestro se limitó a sostener un espejo ante ella para que pudiera contemplarse. Y la mujer se dio cuenta de que la había llevado en su sitio todo el rato, que sólo la había perdido en sueños.
Cuento del budismo tibetano.
A la mañana siguiente, se despertó y se puso a buscar como loca su cabeza. Buscó por todas partes y no consiguió encontrarla. Sus gritos desesperados no sirvieron para nada.
Por fin, acudió a un maestro y le preguntó dónde podía encontrar su cabeza. El maestro se limitó a sostener un espejo ante ella para que pudiera contemplarse. Y la mujer se dio cuenta de que la había llevado en su sitio todo el rato, que sólo la había perdido en sueños.
Cuento del budismo tibetano.
sábado, 2 de julio de 2011
El león y los gatos
Un león encontró a un grupo de gatos conversando. “Voy a devorarlos”, pensó. Pero comenzó a sentir una extraña calma. Y decidió sentarse cerca para escuchar lo que decían.
—¡Oh Dios —dijo uno de los gatos, sin notar la presencia del león—, te hemos rezado toda la tarde pidiendo que lloviesen ratones del cielo!
—¡Y hasta ahora no ha pasado nada! —dijo otro-. ¿Será que Dios no existe?
El cielo permaneció mudo. Y los gatos perdieron la fe.
El león se levantó y siguió su camino mientras pensaba, “Hay que ver como son las cosas: yo iba a matar a esos animales, pero Dios me lo impidió. Aun así, ellos perdieron la fe. Estaban tan preocupados con lo que les faltaba que ni se dieron cuenta de lo que recibían”.
Cuento de origen desconocido.
—¡Oh Dios —dijo uno de los gatos, sin notar la presencia del león—, te hemos rezado toda la tarde pidiendo que lloviesen ratones del cielo!
—¡Y hasta ahora no ha pasado nada! —dijo otro-. ¿Será que Dios no existe?
El cielo permaneció mudo. Y los gatos perdieron la fe.
El león se levantó y siguió su camino mientras pensaba, “Hay que ver como son las cosas: yo iba a matar a esos animales, pero Dios me lo impidió. Aun así, ellos perdieron la fe. Estaban tan preocupados con lo que les faltaba que ni se dieron cuenta de lo que recibían”.
Cuento de origen desconocido.
viernes, 1 de julio de 2011
El imitador
Un hombre comienza a perder la vista. Antes de entrar en la sombra memoriza todo lo que hay en su pieza. Estudia los textos, las ilustraciones y la ubicación de los libros en la biblioteca. Cuando está ciego, invita gente y haciéndose el que ve les muestra su cuarto. Ofrece sillas, abre lomos, lee en voz alta, describe grabados, fabrica cócteles. Su simulación es perfecta, pero olvida encender la luz y sus visitas asisten a esa comedia en la oscuridad.
Cuento de Alejandro Jodorowsky.
Cuento de Alejandro Jodorowsky.
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