Cuando el soberano de un reino vecino anunció su propósito de visitar el monasterio, todo el mundo exteriorizó su nerviosismo. Sólo el Maestro mantuvo su habitual calma.
Conducido el rey a presencia del Maestro, le hizo una profunda reverencia y le dijo:
— He oído decir que has alcanzado la perfección mística, y quisiera saber cuál es la esencia de lo místico.
— ¿Para qué? —preguntó el Maestro.
— Deseo averiguar la naturaleza del ser, a fin de poder controlar mi propio ser y el de mis súbditos y conducir a mi pueblo a la armonía.
— Está bien —dijo el Maestro—, pero debo advertirte que, cuando hayas avanzado en tu averiguación, descubrirás que esa armonía que buscas no se consigue a base de control, sino a base de entrega.
Cuento tomado del libro “Un minuto para el absurdo”, de Anthony de Mello.
lunes, 27 de diciembre de 2010
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