El maestro Ryokan había dedicado su vida al estudio del zen. Un día, se enteró de que su sobrino, a pesar de las advertencias de los familiares, gastaba su dinero en una cortesana. El muchacho estaba dilapidando su fortuna y sus propiedades corrían serio riesgo de ser embargadas.
Ryokan recorrió un largo camino para visitar al joven, a quien no veía desde hacía muchos años. Éste parecía encantado de reencontrarse con su tío y lo invitó a quedarse en la casa.
Durante toda la noche, Ryokan se sentó a meditar. A la mañana siguiente le dijo al joven:
— Debo de estar haciéndome viejo: mi mano tiembla mucho. ¿Me ayudas a atar la cuerda de mis sandalias de paja?
El sobrino lo ayudó de buena gana.
— Gracias — le dijo Ryokan cuando terminó—. Como ves, los hombres nos hacemos más y más débiles cada día. Cuida bien de ti mismo.
Luego, Ryokan partió sin mencionar una palabra sobre la cortesana o las quejas de los familiares. Sin embargo, desde aquella mañana la disipación del sobrino cesó por completo.
Cuento de la tradición budista zen.
sábado, 25 de diciembre de 2010
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