Un hombre vestido como un sufí caminaba por una carretera cuando vio a un perro y lo golpeó fuertemente con su bastón. El perro, aullando de dolor, corrió hacia el gran sabio Abu-Said, se arrojó a sus pies y, mostrándole su pata herida, pidió justicia contra su agresor.
El sabio llamó al sufí y lo increpó:
— ¿Cómo tratas así a este animal? ¡Mira lo que le has hecho!
El sufí respondió:
— La culpa no es mía sino del perro. Ensució mi manto.
Pero el can persistía en su denuncia. Entonces, el sabio le habló:
— En lugar de esperar una disculpa, dime de qué modo puedo compensarte.
— Gran y sabio —repuso el perro—, cuando vi a este hombre ataviado como un sufí, pensé que no me haría ningún daño. Si hubiera visto a un hombre con traje común, naturalmente, me habría apartado de su camino. Mi verdadero error fue suponer que la apariencia exterior de un hombre indica su índole. Si desea castigarlo, quítele la ropa de los elegidos, prívelo de la vestimenta de la gente justa.
Cuento de la tradición sufí.
viernes, 17 de diciembre de 2010
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2 comentarios:
Feliz Navidad, Graciela.
Muchas gracias, Alfredo. Lo mismo te deseo a vos y a quienes leen este blog.
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