— ¿Puedo ser tu discípulo?
— Tan sólo eres discípulo porque tus ojos están cerrados. El día que los abras verás que no hay nada que puedas aprender de mí ni de ningún otro.
— Entonces, ¿para qué necesito un maestro?
— Para hacerte ver la inutilidad de tenerlo.
Cuento de Anthony de Mello.
miércoles, 4 de agosto de 2010
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