Una vez, llamó un rey a su palacio a unos pintores de China y de Grecia. Les encargó decorar con pinturas dos paredes que estaban una frente a la otra. Se corrió una cortina entre ambos grupos de competidores para que pintasen cada uno en su pared sin darse cuenta de lo que hacían sus rivales. Pero, mientras los chinos empleaban toda clase de pinturas y desplegaban grandes esfuerzos, los griegos se contentaban con pulir y lijar su pared sin descanso. Cuando descorrieron la cortina pudieron admirarse los magníficos frescos de los pintores chinos reflejados en la pared opuesta, que brillaba como un espejo. Pues bien, todo lo que había visto el rey en la pared de los chinos, parecía mucho más hermoso reflejado en la pared de los griegos.
Cuento tomado del libro “Cuentos de Oriente para niños de Occidente”
viernes, 28 de noviembre de 2008
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