Había una vez un hombre muy devoto y creyente, que salió a pasear por el bosque cercano a su aldea. De pronto vio, recostado sobre la hierba, a un zorro que había perdido sus patas y se preguntó cómo haría para sobrevivir en semejantes condiciones.
Pero, sorprendido, observó que un tigre aparecía entre los árboles con una presa en la boca. El tigre ya se había hartado de comer y dejó el resto de la carne para el zorro.
Al día siguiente, el hombre regresó al bosque y vio que se repetía la misma escena, y que la Divina Providencia volvía a alimentar al zorro por medio del tigre. Maravillado, el hombre alabó la inmensa bondad de Dios y se dijo a sí mismo: “Yo también voy a quedarme en un rincón, confiando plenamente en el Señor, y éste me dará cuanto necesito”.
Así lo hizo durante muchos días, pero no sucedía nada y el hombre estaba casi a las puertas de la muerte cuando oyó una voz que le decía: “¡Oh, tú, que te hallas en la senda del error, abre los ojos a la verdad! Deja ya de imitar al pobre zorro mutilado y sigue el ejemplo del tigre”.
Cuento del místico árabe Sa’di
viernes, 28 de noviembre de 2008
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