Había una vez una mujer muy triste y afligida por las dificultades que soñó que entraba en una tienda recién inaugurada en la plaza del mercado. Para su sorpresa, descubrió que Dios se encontraba tras el mostrador.
— ¿Qué vendes aquí? — preguntó la mujer.
— Todo lo que tu corazón desee — respondió Dios.
Sin atreverse a creer lo que estaba oyendo, la mujer se decidió a pedir lo mejor que un ser humano podía desear:
— Quiero paz de espíritu, amor, felicidad, sabiduría y ausencia de todo temor — dijo. Y luego, tras un momento de vacilación agregó —. No sólo para mí sino para todo el mundo.
Dios sonrió y dijo:
— Buena mujer, creo que no me has comprendido. Aquí no vendemos frutos. Únicamente vendemos semillas.
Cuento de origen desconocido
viernes, 28 de noviembre de 2008
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