Una vieja fábula oriental cuenta la llegada de un caracol al cielo. El animalito había venido arrastrándose kilómetros y kilómetros desde la tierra, dejando un surco de baba por los caminos y perdiendo también trozos del alma por el esfuerzo. Y al llegar al mismo borde del pórtico del cielo, San Pedro lo miró con compasión. Lo acarició con la punta de su bastón y le preguntó:
— ¿Qué vienes a buscar tú en el cielo, pequeño caracol?
El animalito, levantando la cabeza con mucho orgullo, respondió:
— Vengo a buscar la inmortalidad.
San Pedro se echó a reír francamente, aunque con ternura, y preguntó:
— ¿La inmortalidad? Y ¿qué harás tú con la inmortalidad?
— No te rías — dijo enojado el caracol — ¿Acaso no soy yo también una criatura de Dios, como los arcángeles? ¡Sí, eso soy, el arcángel caracol!
Ahora, la risa de San Pedro se volvió un poco más malintencionada e irónica:
— ¿Un arcángel, tú? Los arcángeles llevan alas de oro, escudo de plata, espada flamígera, sandalias rojas. ¿Dónde están tus alas, tu escudo, tu espada y tus sandalias?
El caracol volvió a levantar con orgullo su cabeza y respondió:
— Están dentro de mi caparazón. Duermen. Esperan.
— ¿Y qué esperan, si puede saberse? — arguyó San Pedro.
— Esperan el gran momento — respondió el molusco.
El portero del cielo, pensando que el caracol se había vuelto loco de repente, insistió:
— ¿Qué gran momento?
— Este — respondió el caracol. Y al decirlo, se estiró cuan largo era y cruzó el dintel de la puerta del paraíso, del cual ya nunca pudieron echarlo.
Cuento de origen desconocido
sábado, 11 de abril de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
Ojalá a todos nos llegue el gran momento.
Y que no nos cueste tanto llegar, como al pobre caracol arcángel !!
BESOS GIGANTES.
bonito cuento, seguiré en contacto, besos de mia.
Publicar un comentario