domingo, 31 de octubre de 2010

Las leyes

Años atrás existía un poderoso rey muy sabio que deseaba redactar un conjunto de leyes para sus súbditos. Convocó a mil sabios pertenecientes a mil tribus diferentes y los hizo venir a su castillo para redactar las leyes. Y ellos cumplieron con su trabajo.

Pero cuando las mil leyes escritas sobre pergamino fueron entregadas al rey, y luego de éste haberlas leído, su alma lloró amargamente, pues ignoraba que hubiera mil formas de crimen en su reino.

Entonces llamó al escriba, y con una sonrisa en los labios, él mismo dictó sus leyes. Y éstas no fueron más que siete.

Y los mil hombres sabios se retiraron enojados y regresaron a sus tribus con las leyes -que habían redactado. Y cada tribu obedeció las leyes de sus hombres sabios.

Por ello es que poseen mil leyes aún en nuestros días. Es un gran país, pero tiene mil cárceles y las prisiones están llenas de mujeres y hombres, infractores de mil leyes. Es realmente un gran país, pero ese pueblo desciende de mil legisladores y de un solo rey sabio.

Cuento de Gibran Khalil Gibran.

sábado, 30 de octubre de 2010

La inevitabilidad

Un día, Nasrudín paseaba por un callejón cuando un hombre resbaló de un tejado y cayó encima de él. El hombre salió indemne, pero el mullah fue llevado al hospital.
— ¿Qué enseñanza te sugiere este suceso, maestro? —le pregunto uno de sus discípulos.
— ¡No creas en la inevitabilidad, incluso aunque causa y efecto parezcan inevitables! Elude las preguntas teóricas como “si un hombre cae desde un tejado, ¿se desnucará?”. ¡El cayó, pero fui yo quien se desnucó!

Cuento de la tradición sufí.

viernes, 29 de octubre de 2010

Desapego 3

Cuando el maestro Kitano tenía veintiocho años estudió caligrafía china y poesía. Se hizo tan hábil en estas artes que su instructor lo elogió calurosamente. Entonces, Kitano reflexionó: "Si no me detengo ahora, voy a ser un poeta, no un maestro zen". Y nunca más escribió otro poema.

Cuento de la tradición budista zen.

jueves, 28 de octubre de 2010

Desapego 2

Cuando el maestro zen Kitano tenía veintitrés años, estudió I-Ching, el libro que resume la más profunda doctrina del universo. Era la época invernal y él necesitaba algo de ropa abrigada. Por lo tanto, le escribió a su maestro, que vivía a un centenar de kilómetros de distancia, explicándole su necesidad. Luego, le dio la carta a un viajero para que se la entregara.

Pasó casi todo el invierno y no recibió la respuesta ni la ropa. Por eso, decidió consultar el libro, que también enseña el arte de la adivinación, para determinar si su carta se había perdido. La consulta le indicó que ése había sido el caso y tiempo después recibió una misiva de su maestro que no hacía mención a la ropa.

“Si realizo tales descubrimientos con el I-Ching, puedo descuidar mi meditación", pensó Kitano. Así, renunció a esta enseñanza maravillosa y nunca más recurrió a sus poderes.

Cuento de la tradición budista zen.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Desapego 1

Kitano Gempo, abad del templo de Eihei, tenía noventa y dos años cuando falleció en el año 1933. Se había esforzado toda su vida para no apegarse a nada. Como mendigo errante, cuando tenía veinte años, conoció a un viajero que fumaba tabaco. Mientras caminaban juntos por una carretera de montaña, se detuvieron bajo un árbol a descansar. El viajero le ofreció una pitada, que él aceptó, ya que tenía mucha hambre.
— ¡Qué agradable es este hábito de fumar —comentó el futuro abad.

El otro hombre le dio una bolsa de tabaco y papel para armar, y se separaron.

Pero Kitano se dijo: "Estas cosas agradables pueden perturbar la meditación. Antes de que esto vaya demasiado lejos, voy a detenerlo...”. Así que arrojó de inmediato el equipo de fumar.

Cuento de la tradición budista zen.

martes, 26 de octubre de 2010

Una manzana celestial

Apenas había concluido Nasrudín una de sus prédicas habituales cuando un bromista de entre los asistentes le dijo:
— En lugar de tejer teorías espirituales, ¿por qué no nos muestras algo práctico?

El pobre mullah quedó totalmente perplejo.
— ¿Qué clase de cosa práctica quieres que te muestre?— atinó a preguntar.

Satisfecho de haberlo mortificado y de causar impresión a los presentes, el bromista dijo:
— Muéstranos, por ejemplo, una manzana del jardín del Edén.

Nasrudín tomó inmediatamente una manzana de un cesto y se la presentó al individuo.
— Pero esta manzana —dijo éste— está podrida por un lado. Seguramente una manzana celestial debería ser perfecta.
— Es verdad, una manzana celestial debería ser perfecta —dijo el mullah—. Pero, dadas tus reales posibilidades, esto es lo más parecido que podrás tener a una manzana celestial.

Cuento de la tradición sufí.

lunes, 25 de octubre de 2010

El agricultor modelo

El combate parecía terminado cuando una última bala, una bala perdida, impactó en la pierna derecha de Fabricien. Se vio obligado a regresar a su tierra con una pierna de madera.

En un primer momento mostró cierto orgullo; las primeras veces que entró en la iglesia del pueblo golpeando con tanta fuerza las losas, se lo habría podido confundir con un portero de gran ciudad.

Luego, una vez que la curiosidad se apaciguó, se lamentó durante mucho tiempo, avergonzado, de verse inútil para siempre.

Buscó con una obstinación, frecuentemente frustrada, la forma de ser útil.

Y ahora, en el sendero de una modesta holgura, sin menospreciar su pierna de carne, siente cierta debilidad por la de madera.

Trabaja a jornal. Le asignan un trozo del huerto. Y pueden marcharse y dejarlo trabajar.

Su bolsillo derecho está lleno de frijoles rojos o blancos, a elección. Además está roto, no demasiado, pero tampoco poco.

Con paso regular, Fabricien recorre a lo largo y a lo ancho el terreno. Su pierna de madera hace un hoyo a cada paso. Sacude su bolsillo agujereado. Los frijoles caen. Los recubre con el pie izquierdo y continúa.

Y mientras se gana la vida honradamente, el antiguo soldado, con las manos a la espalda y la cabeza en alto, parece pasearse para cuidar su salud.

Cuento de Jules Renard.

domingo, 24 de octubre de 2010

Un juez concienzudo

Dos hombres se presentaron ante Nasrudín cuando éste actuaba como magistrado. Uno de ellos dijo:
— Este hombre me ha mordido una oreja. Exijo compensación.
— Se ha mordido él mismo —adujo el otro.

Nasrudín aplazó el caso y se retiró a sus aposentos. Allí pasó media hora tratando de morderse la oreja. Todo lo que consiguió fue perder el equilibrio y magullarse la frente. Entonces, volvió a la sala del tribunal.
— Examinad al hombre cuya oreja ha sido mordida —ordenó—. Si tiene la frente magullada, es que se la mordió el mismo, y el caso está solucionado. De lo contrario, se la mordió el otro, y el hombre atacado será compensado con tres monedas de plata.

Cuento de la tradición sufí.

sábado, 23 de octubre de 2010

El Zen de Joshu

El maestro Joshu comenzó el estudio del Zen cuando tenía sesenta años y continuó hasta los ochenta, cuando se iluminó. Enseñó a partir de esa edad y siguió haciéndolo hasta los ciento veinte años.

Un estudiante le preguntó una vez:
— Si no tengo nada en mi mente, ¿qué debo hacer?
— Tíralo —fue la respuesta de Joshu.
— Pero si no tengo nada, ¿cómo puedo tirarlo?
— Entonces, guárdalo.

Cuento de la tradición budista zen.

viernes, 22 de octubre de 2010

Un problema más para Dios

Hace mucho tiempo, en la antigua India, tres amigos se internaron en un denso bosque. De pronto, se dieron cuenta de que un tigre los seguía a cierta distancia.
— ¡Estamos perdidos! —dijo uno de ellos—. ¡No podremos correr más rápido que él!
— ¿No tienes fe? —exclamó el otro—. Arrodillémonos y pidámosle a Dios que nos salve.
— Mejor, subámonos a ese árbol —sugirió el tercer amigo—. ¿Para qué crearle un problema más a Dios?

Cuento de Sri Ramakrishna.

jueves, 21 de octubre de 2010

Comunión con la naturaleza

Cierto día, Nasrudín vio un edificio de extraño aspecto ante cuya puerta se hallaba sentado un yogui contemplativo. El mullah decidió que aprendería algo de aquel impresionante personaje y entabló conversación con él, preguntándole quién era.
— Soy un yogui —dijo el hombre— y paso mi tiempo intentando alcanzar la armonía con todos los seres vivos.
– Eso es interesante —comentó Nasrudín—, porque en una ocasión un pez me salvó la vida.

El yogui le rogó que se quedase con él porque, durante toda una vida dedicada a armonizarse con la creación animal, nunca había estado tan cerca de dicha comunión como el mullah.

Después de varios días de contemplación, el yogui pidió a Nasrudín que le hablase más de su maravillosa experiencia con el pez, “ahora que ya se conocían mejor”.
— Ahora que te conozco mejor —dijo Nasrudín—, dudo de que te aproveche lo que tengo que decir.

Pero el yogui insistió.
— Muy bien – accedió el mullah—. El pez me salvó realmente la vida. En aquellos momentos me estaba muriendo de hambre, y él me alimentó durante tres días.


Cuento de la tradición sufí.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Lo correcto y lo incorrecto

Cuando el maestro Bankei efectuaba sus semanas de meditación cerrada, asistían discípulos de todas partes de Japón. Durante una de estas reuniones, un alumno fue sorprendido robando. El incidente se comunicó a Bankei con la petición de que el culpable fuera expulsado, pero el maestro ignoró la denuncia.

Más tarde, el alumno fue sorprendido en un acto similar, y de nuevo Bankei hizo caso omiso de la cuestión. Esto enfureció a los otros discípulos, que redactaron una carta pidiendo la expulsión del ladrón. Además, señalaban que, de lo contrario, dejarían el grupo.

Cuando Bankei leyó la petición, llamó a todos a una reunión.
— Ustedes son hermanos sabios—les dijo—. Saben lo que es correcto y lo que es incorrecto. Pueden ir a otro lugar para estudiar si quieren, pero este pobre hermano ni siquiera distingue el bien del mal. ¿Quién se lo va a enseñar? Voy a mantenerlo aquí, incluso si todo el resto se va.

Un torrente de lágrimas bañó el rostro del hermano que había robado. Todo deseo de apropiarse de lo ajeno había desaparecido de su corazón.

Cuento de la tradición budista zen.

martes, 19 de octubre de 2010

El peligro

Una mujer llevó a su pequeño hijo a la escuela de Nasrudín.
— Te ruego que lo asustes un poco — le dijo —, porque ha escapado a mi control.

Nasrudín puso los ojos en blanco, empezó a resoplar y jadear, dio algunos saltos y golpeó la mesa con los puños hasta que la aterrada mujer se desmayó. Entonces, el mullah salió corriendo de la habitación.

Cuando regresó, después de que la mujer volviera en sí, ésta le dijo:
— ¡Te pedí que asustaras al muchacho, no a mí!
— Señora —replicó Nasrudín—, el peligro no tiene favoritos. Me asusté incluso a mí mismo, como viste. Cuando amenaza el peligro, afecta a todos por igual.

Cuento de la tradición sufí.

sábado, 16 de octubre de 2010

El imán

Había una vez un imán y en el vecindario vivían unas limaduras de acero. Un día, a dos limaduras se les ocurrió bruscamente visitar al imán y empezaron a hablar de lo agradable que sería esta visita. Otras limaduras cercanas sorprendieron la conversación y las embargó el mismo deseo. Se agregaron otras y al fin todas las limaduras empezaron a discutir el asunto y gradualmente el vago deseo se transformó en impulso. “¿Por qué no ir hoy?”, dijeron algunas, pero otras opinaron que sería mejor esperar hasta el día siguiente. Mientras tanto, sin advertirlo, habían ido acercándose al imán, que estaba muy tranquilo, como si no se diera cuenta de nada. Así prosiguieron discutiendo, siempre acercándose al imán, y cuanto más hablaban, más fuerte era el impulso, hasta que las más impacientes declararon que irían ese mismo día, hicieran lo que hicieran las otras. Se oyó decir a algunas que su deber era visitar al imán y que hacía ya tiempo que le debían esa visita. Mientras hablaban, seguían inconscientemente acercándose.

Al fin prevalecieron las impacientes, y en un impulso irresistible la comunidad entera gritó:
— Inútil esperar. Iremos hoy. Iremos ahora. Iremos en el acto.

La masa unánime se precipitó y quedó pegada al imán por todos lados. El imán sonrió, porque las limaduras de acero estaban convencidas de que su visita era voluntaria.

Cuento de Oscar Wilde.

viernes, 15 de octubre de 2010

Lo más importante

Poco tiempo después de la muerte del rabino Moshé, el rabino Mendel de Kotzk le preguntó a uno de sus discípulos:
— ¿Qué era lo más importante para vuestro maestro?

El discípulo reflexionó y luego dijo:
— Cualquier cosa que estuviera haciendo en ese momento.

Cuento de la tradición jasídica.

jueves, 14 de octubre de 2010

¿Me dejarás en paz?

Cierto día, Nasrudín estuvo a punto de caer en un estanque, pero su vecino lo sostuvo en el último momento. En lo sucesivo, cada vez que se encontraban, el hombre le recordaba que lo había salvado de mojarse.

Por fin, incapaz de soportarlo por más tiempo, el mullah llevó a su vecino al estanque, se sumergió en él hasta el cuello y gritó:
— ¡Ahora estoy tan mojado como lo hubiera estado de no haberte visto nunca! ¿Me dejarás en paz?

Cuento de la tradición sufí.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Los dos místicos

Había una vez dos amigos que tenían una gran tendencia hacia la mística. Por lo tanto, cada uno de ellos consiguió una parcela de terreno donde poder retirarse a meditar tranquilamente.

Uno de los amigos tuvo la idea de plantar un rosal, pero enseguida rechazó el propósito, pensando que las rosas le originarían apego y terminarían por encadenarlo. El otro tuvo la misma idea y plantó el rosal.

Con el paso del tiempo, el rosal floreció, y el hombre que lo poseía disfrutó de las rosas, meditó a través de ellas y así elevó su espíritu y se sintió unido a la naturaleza, aunque nunca se apegó a las flores.

El otro amigo empezó a anhelar el rosal y las hermosas flores que hubieran deleitado su vista y su olfato. Así, se apegó a las rosas de su mente y, a diferencia de su compañero, creó ataduras.

Cuento de la tradición hindú.

martes, 12 de octubre de 2010

El sudor de Kasan

A un maestro zen llamado Kasan se le pidió que oficiara el funeral de un señor de la provincia. Como nunca antes había conocido a personajes nobles, se sentía muy nervioso y comenzó a sudar profusamente al iniciar la ceremonia.

Cuando regresó de ella, reunió a sus discípulos y les confesó que no estaba calificado para ser su maestro. Le faltaba, para desempeñarse en el mundo, la sabiduría que poseía aislado en su templo

Luego, Kasan renunció y se convirtió en discípulo de otro maestro. Ocho años más tarde volvió a sus antiguos alumnos, ya iluminado.

Cuento de la tradición budista zen.

lunes, 11 de octubre de 2010

Un consejo

Nasrudín llamó a la puerta de una casa opulenta para pedir dinero con fines benéficos, pero el criado le dijo:
— Mi amo ha salido.
— Muy bien —replicó el mullah—, aunque no haya podido contribuir, te ruego que le des a tu amo un consejo de mi parte. Dile: “La próxima vez que salgas, no dejes tu cara en la ventana. Alguien podría robarla”.

Cuento de la tradición sufí.