jueves, 30 de junio de 2011

Corte de pelo en horario de trabajo

Nasrudín había conseguido empleo en un taller cuando el capataz lo vio dejar sus herramientas y dirigirse hacia la puerta.
—¿Qué crees que estás haciendo? —le dijo.
—Voy a que me corten el pelo.
—¡No puedes ir a que te corten el pelo en tu horario de trabajo!
—Pero me ha crecido también en ese horario.
—Todo no. Eso no es cierto.
—Está bien, en ese caso no me lo haré cortar del todo —concluyó el mullah saliendo del taller.

Cuento de la tradición sufí.

miércoles, 29 de junio de 2011

Dinero falso

Un hombre fue acusado de usar dinero falso para pagar una cuenta. En la corte, el acusado arguyó que no sabía que el dinero era falsificado. Cuando se le insistió en que lo comprobara, respondió:
—Yo lo robé. ¿Me hubiera robado ese dinero a sabiendas de que era falso?

Tras pensarlo, el juez decidió que la respuesta tenía sentido. Por lo tanto, lo absolvió del cargo de falsificación y le impuso un nuevo cargo: hurto.
—Claro que yo me lo robé —admitió de buen grado el hombre—. Pero el dinero falsificado no tiene ningún valor legal. ¿Desde cuándo es un crimen robarse nada?

Nadie pudo encontrar la menor falla en su razonamiento y el acusado fue absuelto.

Cuento tomado del libro “El hombre que amaba las gaviotas y otros relatos”, de Osho.

martes, 28 de junio de 2011

Ventana sobre la palabra

Magda recorta palabras de los diarios, palabras de todos los tamaños, y las guarda en cajas. En cajas rojas guarda las palabras furiosas. En caja verde, las palabras amantes. En caja azul, las neutrales. En caja amarilla, las tristes. Y en caja transparente guarda las palabras que tienen magia. A veces, ella abre las cajas y las pone boca abajo sobre la mesa, para que las palabras se mezclen como quieran. Entonces, las palabras le cuentan lo que ocurre y le anuncian lo que ocurrirá.

Cuento de Eduardo Galeano.

lunes, 27 de junio de 2011

La montaña

El niño empezó a treparse por el corpachón de su padre, que estaba amodorrado en la butaca, en medio de la gran siesta, en medio del gran patio. Al sentirlo, el padre, sin abrir los ojos y sotorriéndose, se puso todo duro para ofrecer al juego del hijo una solidez de montaña. Y el niño lo fue escalando: se apoyaba en las estribaciones de las piernas, en el talud del pecho, en los brazos, en los hombros, inmóviles como rocas. Cuando llegó a la cima nevada de la cabeza, el niño no vio a nadie.
—¡Papá, papá! —llamó a punto de llorar.

Un viento frío soplaba allá en lo alto, y el niño, hundido en la nieve, quería caminar y no podía.
—¡Papá, papá!

El niño se echó a llorar, solo sobre el desolado pico de la montaña.

Cuento de Enrique Anderson Imbert.

domingo, 26 de junio de 2011

La vuelta del maestro

Desde sus primeros años, Migyur —tal era su nombre— había sentido que no estaba donde tenía que estar. Se sentía forastero en su familia, forastero en su pueblo.

Al soñar, veía paisajes que no eran de Ngari: soledades de arena, tiendas circulares de fieltro, un monasterio en la montaña; en la vigilia, estas mismas imágenes velaban o empañaban la realidad.

A los diecinueve años huyó, ávido de encontrar la realidad que correspondía a esas formas. Fue vagabundo, pordiosero, trabajador, a veces ladrón. Hoy llegó a esta posada, cerca de la frontera.

Vio la casa, la fatigada caravana mongólica, los camellos en el patio. Atravesó el portón y se encontró ante el anciano monje que comandaba la caravana.
Entonces se reconocieron: el joven vagabundo se vio a sí mismo como un anciano lama y vio al monje como era hace muchos años, cuando fue su discípulo; el monje reconoció en el muchacho a su viejo maestro, ya desaparecido. Recordaron la peregrinación que había hecho a los santuarios del Tíbet, el regreso al monasterio de la montaña.

Hablaron, evocaron el pasado; se interrumpían para intercalar detalles precisos.

El propósito del viaje de los mogoles era buscar un nuevo jefe para su convento. Hacía veinte años que había muerto el antiguo y que en vano esperaban su reencarnación.

Hoy lo habían encontrado.

Al amanecer, la caravana emprendió su lento regreso. Migyur regresaba a las soledades de arena, a las tiendas circulares y al monasterio de su encarnación anterior.

Cuento de Alexandra David-Neel.

sábado, 25 de junio de 2011

El significado real de los viajes

En su juventud, Lao-tse amaba los viajes. Cierto día, el sabio Hu-Ch’eng Tse le preguntó:
—¿Por qué te gusta tanto viajar?
—Para mí —dijo Lao-tse—, el placer del viaje reside en la contemplación de la variedad. Algunas gentes viajan y sólo ven lo que tienen delante de los ojos; cuando yo viajo, contemplo el incesante fenómeno del cambio.
—Me pregunto si tus viajes son de veras distintos a los de los otros —repuso Hu-Ch’eng—. Siempre que vemos algo, contemplamos algo que está cambiando; y casi siempre, al ver eso que cambia, no nos damos cuenta de nuestros propios cambios. Los que se toman trabajos sin cuento para viajar, ni siquiera piensan que el arte de ver los cambios es también el arte de quedarse inmóvil. El viajero cuya mirada se dirige hacia su propio ser, puede encontrar en él mismo todo lo que busca. Ésta es la forma más perfecta del viaje; la otra es, en verdad, una manera muy limitada de cambiar y contemplar los cambios.

Convencido de que hasta entonces había ignorado el significado real del viaje, Lao-tse dejó de salir. Al cabo del tiempo Hu-Ch’eng Tse lo visitó:
—¡Ahora sí puedes convertirte en un verdadero viajero! —le dijo—. El gran viajero no sabe adónde va; el que de verdad contempla, ignora lo que ve. Sus viajes no lo llevan a una parte de la creación y luego a otra; sus ojos no miran un objeto y después otro; todo lo ve junto. A esto es a lo que llamo contemplación.

Cuento de la tradición taoísta.

viernes, 24 de junio de 2011

Las tres preguntas

El discípulo se dirigió al maestro para tener un encuentro espiritual. Antes de comenzar, el maestro lo previno:
—Solo te contestaré tres preguntas. Piénsalas muy bien

Tras unos instantes de reflexión, el discípulo preguntó:
—¿Cuál es la verdad más profunda?

El maestro repuso:
—Un árbol en el jardín.

Entonces el discípulo preguntó:
—¿Qué es la iluminación?

El maestro respondió:
— Un árbol en el jardín.

Consternado, el discípulo preguntó:
— ¿Qué es la sabiduría?

El maestro contestó:
—Un árbol en el jardín

Cuento de la tradición budista zen.

jueves, 23 de junio de 2011

Ágrafa musulmana en papiro de oxyrrinco

Estabas a ras de tierra y no te vi. Tuve que cavar hasta el fondo de mí para encontrarte.

Cuento de Juan José Arreola.

miércoles, 22 de junio de 2011

Ovejas negras

Un ingeniero, un físico experimental, un físico teórico y un filósofo están paseando en las montañas de Escocia. Cuando llegan a lo alto de la cima, ven en otra cima una oveja negra. El ingeniero dice:
—Está visto que las ovejas en Escocia son negras.
—Mejor sería decir que ‘algunas’ ovejas escocesas son negras —responde el físico experimental.

El físico teórico piensa un momento y exclama:
—Es más correcto decir que al menos una de las ovejas escocesas es negra.

Por fin, el filósofo responde:
—Al menos, por uno de sus lados.

Cuento tomado de la página Filosofía.org.ar

martes, 21 de junio de 2011

Los tres gusanos de seda

Había una vez tres gusanos de seda que ignoraban su futuro como mariposas. Sus nombres eran: Pesimista, Realista e Idealista. Se les acercaba la hora de su transformación y empezaron a sentir los primeros síntomas.

Su voraz apetito fue desapareciendo, su movilidad menguaba a gran velocidad y, finalmente, sintieron cómo el capullo los aislaba del mundo conocido, de la seguridad de lo cotidiano. En la oscuridad del misterio de su futuro, tuvieron pensamientos distintos.

Pesimista se dijo a sí mismo que estaba viviendo el final de su vida, y en lo más profundo de su sentir, se despidió de los buenos momentos.

Realista se dio ánimos diciéndose que todo aquello sería momentáneo y que, tarde o temprano, volvería a la normalidad.

Idealista sintió que aquello que le estaba ocurriendo podría ser la oportunidad para que se cumpliese su sueño más preciado: poder volar. Y aprovechó la oscuridad para perfeccionar sus sueños.

Cuando los tres capullos se abrieron, dejaron ver tres realidades iguales y distintas a la vez…

Pesimista era una bellísima mariposa, pero estaba muerta… Había muerto de miedo.

Realista era una hermosísima mariposa pero, a pesar de ello, empezó a arrastrarse como cuando era gusano. Con satisfacción, dio las gracias al cielo por haber podido seguir igual.

Idealista, al ver la luz del día, buscó sus alas y, al contemplarlas, su corazón rezumó alegría, emprendió el vuelo, y dio las gracias, repartiendo su dicha por todo el bosque.

Cuento tomado del libro “Veintitrés maestros de corazón. Un salto cuántico en la enseñanza”, de Carlos González Pérez.

lunes, 20 de junio de 2011

El hombre más pobre de la ciudad

Cierto día, un monje dejó su ashram y fue a la calle principal de la ciudad, agitando unas cuantas monedas de cobre en la palma de su mano. Mientras los mendigos se aglomeraban a su alrededor, anunció que solo le daría las monedas al hombre más pobre. A medida que las manos demandantes se extendían desde todos los lados, él exclamaba:
—No, no es para ti, ni para ti, ni para ti.

De pronto, la fanfarria de las trompetas se impuso por sobre el ruido de la calle. Los guardias proclamaron con grandes voces que el maharajá salía del palacio en su elefante real.

El pueblo se alineó para ver al soberano, pero el monje se paró frente al elefante y, mientras arrojaba las monedas, gritó:
—¡Oh, ¡Gran Maharajá! Tengo algo para ti!

El gobernante se mostró sorprendido y demandó una explicación acerca de la impertinente conducta del hombre.
—Su Majestad, prometí que hoy le daría estas monedas de cobre al hombre más pobre de la ciudad.
—¡Yo soy el dueño esta ciudad, insensato! ¿Cómo puedes decir que soy el hombre más pobre?
—Porque usted tiene un constante deseo de poseer más.

Cuento de la tradición hindú.

domingo, 19 de junio de 2011

¡Espero estar muy enfermo!

Mientras Nasrudín estaba sentado en la sala de espera del consultorio del doctor, repetía en voz alta:
—¡Oh, Dios, espero estar muy enfermo!

Esto intrigó mucho a los otros pacientes que, sin embargo, no se atrevieron a averiguar la razón de tales palabras. Cuando el médico llegó, el mullah dijo casi a gritos:
—¡Realmente, espero estar muy enfermo!
—¿Por qué dices eso? —preguntó el galeno.
—No me gustaría pensar que alguien que se siente tan mal como yo no tiene nada.

Cuento de la tradición sufí.

sábado, 18 de junio de 2011

Demostración

Un profesor de filosofía entra en clase para tomarles el examen final a sus alumnos. Pone su silla encima del escritorio y le dice a la clase:
— Usando cualquier cosa aplicable que hayan aprendido durante este curso, demuéstrenme que esta silla no existe.

Todos los alumnos se ponen a la tarea. Utilizan sus lápices y gomas de borrar y aventuran argumentos para probar que la silla no existe. Pero un alumno, después de escribir rápidamente su respuesta, entrega el examen ante el asombro de sus compañeros.

Pasan unos días y cuando el profesor entrega las notas finales, para sorpresa del grupo, el alumno que entregó primero su examen obtiene la mejor calificación. Su respuesta fue: “¿Qué silla?”

Cuento tomado de la página Filosofía.org.ar

viernes, 17 de junio de 2011

Etapas de una búsqueda

El maestro estaba de un talante comunicativo, y por eso sus discípulos trataron de que les contara las fases por las que había pasado en su búsqueda de la divinidad.
— Primero—les dijo—, Dios me condujo de la mano al País de la Acción, donde permanecí una serie de años. Luego volvió y me condujo al País de la Aflicción, y allí viví hasta que mi corazón quedó purificado de toda afección desordenada. Entonces fue cuando me vi en el País del Amor, cuyas ardientes llamas consumieron cuanto quedaba en mi de egoísmo. Tras de lo cual, accedí al País del Silencio, donde se develaron ante mis asombrados ojos los misterios de la vida y de la muerte.
—¿Y fue ésta la fase final de tu búsqueda? —le preguntaron.
—No respondió, el Maestro—. Un día dijo Dios: “Hoy voy a llevarte al santuario más escondido del Templo, al corazón del propio Dios.... Y fui conducido al País de la Risa”.

Cuento tomado del libro “Historias Zen”, de Taisen Deshimaru.

jueves, 16 de junio de 2011

El anuncio

Nasrudín estaba en la plaza del mercado y se dirigió a la multitud:
— ¡Oh, gentes de este lugar! ¿Quieren el conocimiento sin dificultad, la verdad, sin falsedad, el logro sin esfuerzo, el progreso sin sacrificio?

Muy pronto, se reunió a su alrededor un gran número de personas que gritaban:
—¡Sí, claro que queremos todo eso!
—¡Excelente! —dijo entonces muy serio el mullah—. Lo pregunté solo para saber. Pueden confiar en que, si algún día lo descubro, serán los primeros en enterarse.

Cuento de la tradición sufí.

miércoles, 15 de junio de 2011

El modo de hacer la cama

Uno de los deberes del sirviente de Rabí Méndel de Rymanov era hacer su cama, y nunca permitía que nadie la hiciera en su lugar. Cuando un joven entró como cuidador de los fogones, le pidió el sirviente que le dejara hacer la cama del maestro, pero el hombre se negó. Argumentó que, sin duda, el Rabí notaría que otra mano había realizado el servicio.

Un día, sin embargo, el sirviente fue llamado fuera de la casa antes de la noche, y dado que debía salir enseguida, transfirió sus obligaciones al fogonero, a quien dio detalladas instrucciones sobre cómo debía hacer la cama. El joven prometió seguir sus indicaciones al pie de la letra.

Cuando Rabí Méndel se levantó a la mañana siguiente, llamó al sirviente y le preguntó quién había hecho la cama. Temblando el hombre contestó y pidió perdón.
—No sabía —dijo el maestro– que se podía dormir tan dulcemente. Desde ahora el fogonero hará mi cama todos los días.

Cuento de la tradición jasídica.

martes, 14 de junio de 2011

Deseos

Nasrudín invitó a todos sus discípulos a una cena. Comieron y bebieron durante varias horas, mientras charlaban sobre el origen de las estrellas y los propósitos de la vida. Cuando casi amanecía, los comensales se prepararon para regresar a sus hogares pero el mullah trajo un gran plato de dulces exquisitos. Se los ofreció amablemente pero uno de ellos se negó a aceptarlos diciendo:
— El maestro nos está probando. Quiere comprobar si podemos controlar nuestros deseos.
—Te equivocas —repuso Nasrudín—. La mejor manera de dominar un deseo es satisfacerlo. Prefiero que tengan los dulces en el estómago que en el pensamiento, que debe utilizarse para cosas más nobles.

Cuento de la tradición sufí.

lunes, 13 de junio de 2011

La roca

Un discípulo le preguntó a su maestro:
—¿Cómo puedo convertirme en el más grande guerrero?
—Sube a esa colina e insulta a la roca que se encuentra en lo alto.
—Pero, ¿y si ella no reacciona?
—Entonces, golpéala con tu espada.
—¡Pero mi espada se romperá!
—Entonces, atácala con tus propias manos.
—De ese modo, solo lograré que me duelan las manos... Y eso no es lo que pedí. Lo que quiero saber es cómo convertirme en el mayor de los guerreros.
—El más grande de los guerreros es como la roca. No se preocupa por los insultos o provocaciones, pero siempre está dispuesto a deshacerse de cualquier ataque del enemigo

Cuento de la tradición budista zen.

domingo, 12 de junio de 2011

La verdad sobre Sancho Panza

Sancho Panza, que por lo demás nunca se jactó de ello, logró, con el correr de los años, mediante la composición de una cantidad de novelas de caballería y de bandoleros, en horas del atardecer y de la noche, apartar a tal punto de sí a su demonio, al que luego dio el nombre de don Quijote, que éste se lanzó irrefrenablemente a las más locas aventuras, las cuales empero, por falta de un objeto predeterminado, y que precisamente hubiese debido ser Sancho Panza, no hicieron daño a nadie. Sancho Panza, hombre libre, siguió impasible, quizás en razón de un cierto sentido de la responsabilidad, a don Quijote en sus andanzas, alcanzando con ello un grande y útil esparcimiento hasta su fin.

Cuento de Franz Kafka.

sábado, 11 de junio de 2011

El río

Era un discípulo que siempre estaba generando crispación y un día, atormentado, le preguntó al maestro:
—¿Dónde está el secreto para ir más allá del conflicto?
—En el río.
—No te entiendo.
—Entonces, conviértete en río.

Cuento tomado del libro “Cuentos espirituales de la China”, de Ramiro Calle.

viernes, 10 de junio de 2011

Ventana sobre la palabra II

En Haití no se puede contar cuentos durante el día. Quien cuenta de día merece la desgracia: la montaña le arrojará una pedrada a la cabeza, su madre sólo podrá caminar en cuatro patas.

Los cuentos se cuentan en la noche, porque en la noche vive lo sagrado, y quien sabe contar cuenta sabiendo que el nombre es la cosa que el nombre nombra.

Cuento de Eduardo Galeano.

jueves, 9 de junio de 2011

Proporción

A un visitante que había acudido esperando encontrarse con algo fuera de lo normal, lo defraudaron las triviales palabras que el Maestro le había dirigido.
—He venido aquí buscando a un Maestro —le dijo a un discípulo—, y todo lo que encontré fue a un ser humano que no se diferencia de los demás.

Y el discípulo le replicó:
—El Maestro es un zapatero con infinitas provisiones de cuero. Pero lo corta y lo cose de acuerdo con las dimensiones de tu pie.

Cuento de Anthony de Mello.

miércoles, 8 de junio de 2011

Mudanza imprevista

Un ladrón se introdujo en casa de Nasrudín para despojarlo. Tan pronto como éste advirtió su presencia, se escondió en un rincón.

Desde su escondite, el mullah asistió a la operación del robo y luego siguió al malhechor hasta su casa, donde lo abordó educadamente.
—Gracias por haber trasladado todos mis efectos y mis muebles —le dijo—. Has hecho que abandonáramos nuestro sórdido alojamiento, en el que tanto mi familia como yo nos estábamos pudriendo. Ahora, vamos a poder vivir aquí. ¡Voy ya mismo a buscar a mi mujer y a mis hijos para que disfruten sin más tardanza de tu generosa hospitalidad!

El ladrón, angustiado ante la idea de tener que cargar con toda aquella gente, le devolvió en el acto sus bienes:
— ¡Tómalo todo de nuevo! —exclamó— ¡Y guárdate para ti tu familia y tus problemas!

Cuento de la tradición sufí.

martes, 7 de junio de 2011

Llenar de agua un colador

Cierta vez, una mujer visitó a un maestro para aprender a desarrollar una vida espiritual. El maestro le dio un colador y un tazón, y fueron juntos a una playa cercana. Se pararon sobre una roca rodeados por las olas.
-Muéstrame cómo llenas el colador con agua —le dijo el maestro

Ella se inclinó y comenzó a llenarlo con el tazón. El agua apenas llegaba a cubrir la base y luego se filtraba a través de los agujeros.
—Con la práctica espiritual sucede lo mismo —dijo el maestro—, mientras uno permanezca de pie en la roca de la personalidad e intente llenarse con cucharadas de conciencia espiritual.
—Entonces, ¿cómo se hace? —preguntó la mujer.

El maestro tomó el colador y lo arrojó al mar. El objeto flotó unos instantes y después se hundió.
—Ahora está lleno de agua y así permanecerá —dijo luego—. Ese es el modo de llenar un colador con agua y también de realizar la práctica espiritual. No se logra vertiendo pequeñas dosis de espíritu en la individualidad, sino arrojando la individualidad dentro del mar de la vida espiritual.

Cuento de origen desconocido.

lunes, 6 de junio de 2011

Doble trabajo

Una vez se le acercó a Isócrates un joven que, con gran derroche de palabras, pidió ser admitido como discípulo. Se dice que Isócrates lo admitió, pero quiso cobrarle el doble que al resto de los alumnos. Ante las protestas del candidato, el maestro repuso:
—Contigo el trabajo es doble: a ti debo enseñarte primero a callar y, cuando hayas aprendido esto, a hablar correctamente.

Cuento de origen desconocido.

domingo, 5 de junio de 2011

La palmera y la piedra

Había una vez un hombre malvado llamado Ben Sadok, cuyo carácter era tan violento que no podía ver nada hermoso sin estropearlo. Este hombre llegó a orillas de un oasis donde crecía una bella y joven palmera. Su vista hirió los ojos del malvado, que tomó una gran piedra, la puso encima de la corona de la palmera y continuó su camino.

La joven planta se sacudió, se inclinó e intentó deshacerse de la pesada carga sin éxito. Entonces arañó el suelo, excavó y se mantuvo en pie a pesar de la enorme piedra. Como no podía estirar sus ramas, se fue hundiendo y enterró sus raíces tan profundamente que encontró las vetas de agua más escondidas del oasis. Esas aguas frescas la alimentaron y fortalecieron hasta que creció tan alto que ya ningún árbol pudo hacerle sombra.

Al cabo de unos años volvió el malvado Ben Sadok, para alegrarse la vista con el árbol que él había estropeado. Buscó sin éxito hasta que la palmera más orgullosa bajó su corona, le enseñó la piedra y le dijo:
—Tengo que darte las gracias porque tu carga me ha hecho fuerte.

Cuento popular africano.

sábado, 4 de junio de 2011

La mejor mentira

Cierta vez, el rey hizo colocar en la plaza central un aviso que anunciaba:

“Premiaré al niño capaz de decirme la mejor mentira.”

Cuando leyeron esto, los nobles y oficiales de la corte acudieron con sus hijos para que le contaran al soberano toda clase de embustes, pero ninguno lo convenció. Al final, apareció un muchacho pobre.
— ¿A qué has venido?—le preguntó el rey.
—Mi padre me mandó a que cobrara una deuda que Su Majestad tiene con él.
—Con tu padre no hay ninguna deuda, tú mientes —contestó el monarca.
—Si realmente he mentido, entrégueme entonces el premio.

El rey se dio cuenta del ardid y repuso con prontitud:
—Me parece que todavía no has dicho ninguna mentira.
—Si no he mentido, entonces pague su deuda —dijo el muchacho.

Al rey no le quedó más remedio que mandarlo a casa entregándole una bolsa de oro y frutas, como había prometido.

Cuento popular mongol.

viernes, 3 de junio de 2011

El burro perdido

Nasrudín había perdido el burro y, mientras lo buscaba, rezaba y daba gracias a Dios.
—¿Cómo puedes estar tan contento si has perdido tu precioso burro? —le preguntaron.
—Estoy feliz porque no estaba encima del animal en ese momento. ¡De no ser así, me habría perdido yo también!

Cuento de la tradición sufí.

jueves, 2 de junio de 2011

Las granadas

Había una vez un hombre que tenía muchos granados en su huerta. Y durante varios otoños puso sus granadas en bateas de plata fuera de su casa, con un letrero que decía: "Toma una gratis y que seas bien servido". Pero la gente pasaba y nadie tomaba fruta alguna. Entonces el hombre reflexionó, y un otoño no puso granadas en bateas de plata fuera de su casa, pero escribió con grandes caracteres: "Aquí tenemos las mejores granadas de la región y se venden más caras que las de cualquier otro". Y de esa manera, todos los hombres y todas las mujeres del pueblo se apresuraron a comprarlas.

Cuento de Gibrán Khalil Gibrán.

miércoles, 1 de junio de 2011

Palillos de marfil

Cuando Chu, último rey de la dinastía Chang, ordenó que de un marfil de inmenso valor se le fabricaran palillos para comer, su tío y consejero, el príncipe Ki, se mostró sumamente triste y preocupado. Los palillos de marfil no pueden usarse con tazones y platos de barro cocido: exigen vasos tallados en cuernos de rinoceronte y platos de jade, donde en vez de cereales y legumbres deben servirse manjares exquisitos, como ser colas de elefante y fetos de tigre. Llegado a esto, difícilmente el rey estaría dispuesto a vestir telas burdas y vivir bajo un techo de paja: encargaría sedas y mansiones lujosas.
—Me inquieta adónde conducirá todo eso —dijo el príncipe Ki.

Efectivamente, cinco años después el rey Chu de la dinastía Chang asolaba el reino para colmar sus despensas con todas las exquisiteces, torturaba a sus súbditos con hierros cadentes, y se embriagaba en un lago de vino. Y de este modo perdió su reino.

Cuento popular chino.