martes, 30 de agosto de 2011

Un nuevo blog

Quiero contarles que he iniciado un nuevo blog llamado El telar de los sueños. Allí incluyo cuentos propios y leyendas del mundo en versiones personales. Me alegrará mucho que lo visiten y me ayuden a mejorarlo con sus comentarios. Pueden verlo haciendo un click aquí.

Graciela Pérez Aguilar

La puerta

Cierta vez, un derviche llegó a una ciudad y, mientras caminaba por la plaza, vio a una mujer que llevaba sobre sus espaldas una pesada puerta. Curioso, el hombre le preguntó:
—¿Por qué cargas eso?
—Porque esta mañana, al salir a trabajar, mi marido me ha dicho: “Hay objetos de valor en casa. Que nadie pase por esa puerta”. Por lo tanto, al salir, me he llevado la puerta conmigo. Para que nadie pueda pasar por ella.
—¿Quieres que te diga una cosa para que no tengas que cargarla? —le propuso el derviche.
—¡No! — exclamó ella—. Lo único que podría ayudarme es saber cómo hacerla menos pesada.
—Eso no puedo decírtelo —contestó el derviche, y siguió su camino.

Cuento de la tradición sufí.

lunes, 29 de agosto de 2011

La cleptómana

Era poderosa y aristocrática, pero tenía la obsesión de las cucharillas.
Es esa una cleptomanía corriente, sobre todo en los palacios reales, y por eso hubo reyes que cambiaron las de oro por otras de similor, para evitar que se llevasen costoso ”recuerdo de S. M.”.

Poseía cucharillas de los mejores hoteles del mundo, de las casas más nobles —con el escudo en el agarradero–, y hasta algunas arrancadas a las colecciones napoleónicas.

Un día, sin poder resistir mi curiosidad, le pregunté qué se proponía almacenando tantas cucharillas. Entonces la cleptómana me dijo en voz baja:
—Vengarme del mundo. . . Dejarlo sin una cucharilla. . …Que muevan el café con tenedor.

Cuento de Ramón Gómez de la Serna.

domingo, 28 de agosto de 2011

El juramento del cautivo

El Genio dijo al pescador que lo había sacado de la botella de cobre amarillo:
—Soy uno de los genios heréticos y me rebelé contra Salomón, hijo de David (¡que sobre los dos haya paz!). Fui derrotado; Salomón, hijo de David, me ordenó que abrazara la fe de Dios y que obedeciera sus órdenes. Rehusé; el Rey me encerró en ese recipiente de cobre y estampó en la tapa el Nombre Muy Alto, y ordenó a los genios sumisos que me arrojaran en el centro del mar. Dije en mi corazón: a quien me dé la libertad, lo enriqueceré para siempre. Pero un siglo entero pasó, y nadie me dio la libertad. Entonces dije en mi corazón: a quien me dé la libertad, le revelaré todas las artes mágicas de la tierra. Pero cuatrocientos años pasaron y yo seguía en el fondo del mar. Dije entonces: a quien me dé la libertad, yo le otorgaré tres deseos. Pero novecientos años pasaron. Entonces, desesperado, juré por el Nombre Muy Alto: a quien me dé la libertad, yo lo mataré. Prepárate a morir, oh mi salvador.

Cuento de “Las mil y una noches”.

sábado, 27 de agosto de 2011

Literatura

El novelista, en mangas de camisa, metió en la máquina de escribir una hoja de papel, la numeró, y se dispuso a relatar un abordaje de piratas. No conocía el mar y sin embargo iba a pintar los mares del sur, turbulentos y misteriosos; no había tratado en su vida más que a empleados sin prestigio romántico y a vecinos pacíficos y oscuros, pero tenía que decir ahora cómo son los piratas; oía gorjear a los jilgueros de su mujer, y poblaba en esos instantes de albatros y grandes aves marinas los cielos sombríos y empavorecedores.

La lucha que sostenía con editores rapaces y con un público indiferente se le antojó el abordaje; la miseria que amenazaba su hogar, el mar bravío. Y al describir las olas en que se mecían cadáveres y mástiles rotos, el mísero escritor pensó en su vida sin triunfo, gobernada por fuerzas sordas y fatales, y a pesar de todo fascinante, mágica, sobrenatural.

Cuento de Julio Torri.

viernes, 26 de agosto de 2011

La tintorería de Nasrudín

Cuando Nasrudín atendía su tintorería, entró un cliente y le dijo:
—¿Podrías teñirme este vestido?
— ¿De qué color lo quieres?
— Ah, nada complicado, pero que no sea ni rojo, ni verde, ni blanco, ni negro, ni amarillo, ni lila. Bien, ya me entiendes, no querría ningún color conocido, pero fuera de esto, nada especial. ¿Me lo puedes hacer?
—¡Claro que sí, hombre! Pasa a recogerlo cuando quieras, pero que no sea ni lunes, ni martes, tampoco miércoles, ni jueves y menos viernes. ¡Ah! Y el sábado y domingo está cerrado. Fuera de esto, ya lo sabes, siempre y cuando quieras.

Cuento de la tradición sufí.

jueves, 25 de agosto de 2011

Peligrosa inteligencia

Un beduino, que avanzaba sentado sobre un camello cargado con dos grandes bolsas, se encontró a un hombre y prosiguió el viaje con él. El hombre le preguntó:
—¿Qué lleva tu camello?
—En un lado, una bolsa llena de maíz y, en el otro lado, una llena de arena —contestó el beduino.
—¿Por qué?
—Para equilibrar mejor la carga.
—Sería mejor repartir el maíz entre las dos bolsas —observó el hombre—. De ese modo, la carga pesará menos.

Al beduino le sorprendió la inteligencia de aquel consejo.
-—¡Tienes toda la razón del mundo! Tu pensamiento es muy sutil.

Mientras seguían viaje, el camellero le preguntó, intrigado:
—¿Quién eres? Un hombre tan inteligente como tú tiene que ser... ¿sultán, visir?
— No, no soy nada.
— Pero ¿eres rico?
—No. Mira mis ropas.
— ¿Qué clase de comercio realizas? ¿Dónde está tu casa, tu tienda?
— No tengo ni tienda ni casa.
— ¿Y tus camellos? ¿Y tus cabras?
— No los tengo.
—Pero entonces, con una inteligencia como la tuya, ¿Qué tienes?
— No tengo nada de nada, ya te lo he dicho, no tengo ni un trozo de pan para comer. Mi ropa son estos andrajos.
—¡Baja de mi camello! —gritó el beduino—. ¡Aléjate! ¡Llévate lejos de mí tu peligrosa inteligencia, porque mi idiotez es muchísimo más útil!

Cuento de la tradición sufí.

miércoles, 24 de agosto de 2011

La secta del Loto Blanco

Había una vez un hombre que pertenecía a la secta del Loto Blanco. Muchos, deseosos de dominar las artes tenebrosas, lo tomaban por maestro.

Un día el mago quiso salir. Entonces colocó en el vestíbulo un tazón cubierto con otro tazón y ordenó a los discípulos que los cuidaran. Les dijo que no descubrieran los tazones ni vieran lo que había adentro.

Apenas se alejó, levantaron la tapa y vieron que en el tazón había agua pura y en el agua un barquito de paja, con mástiles y velamen. Sorprendidos, lo empujaron con el dedo. El barco se volcó. De prisa lo enderezaron y volvieron a tapar el tazón.

El mago apareció inmediatamente y les dijo:
— ¿Por qué me han desobedecido?

Los discípulos se pusieron de pie y negaron. El mago declaró:
— Mi nave ha zozobrado en el confín del Mar Amarillo. ¿Cómo se atreven a engañarme?

Una tarde, encendió en un rincón del patio una pequeña vela. Les ordenó que la cuidaran del viento. Había pasado la segunda vigilia y el mago no había vuelto. Cansados y soñolientos, los discípulos se acostaron y se durmieron. Al otro día la vela estaba apagada. La encendieron de nuevo.

El mago apareció inmediatamente y les dijo:
— ¿Por qué me han desobedecido?

Los discípulos negaron otra vez:
— De veras, no hemos dormido. ¿Cómo iba a apagarse la luz?

El mago les dijo:
— Quince leguas erré en la oscuridad de los desiertos tibetanos y ahora quieren engañarme.

Esto atemorizó a los discípulos.

Cuento popular chino.

martes, 23 de agosto de 2011

Los murciélagos y las comadrejas

Cayó un murciélago a tierra y fue apresado por una comadreja. Viéndose próximo a morir, imploró el murciélago por su vida. Le dijo la comadreja que no podía soltarlo porque de nacimiento era enemiga de los pájaros. El murciélago replicó que no era un pájaro sino un ratón, librándose con esta astucia.

Algún tiempo después volvió a caer de nuevo en las garras de otra comadreja, y le suplicó que no lo devorara. Contesto esta comadreja que odiaba a todos los ratones. El murciélago le afirmó que no era ratón sino pájaro. Y se libró así por segunda vez.

Fábula de Esopo.

lunes, 22 de agosto de 2011

La protección por el libro

El literato Wu, de Ch'iang Ling, había insultado al mago Chang Ch'i Shen. Seguro de que éste procuraría vengarse, Wu pasó la noche levantado, leyendo, a la luz de la lámpara, el sagrado Libro de las transformaciones. De pronto se oyó un golpe de viento que rodeaba la casa, y apareció en la puerta un guerrero que lo amenazó con su lanza. Wu lo derribó con el libro. Al inclinarse para mirarlo, vio que no era más que una figura, recortada en papel. La guardó entre las hojas. Poco después entraron dos pequeños espíritus malignos, de cara negra y blandiendo hachas. También estos, cuando Wu los derribó con el libro, resultaron ser figuras de papel. Wu las guardó como a la primera. A media noche, una mujer, llorando y gimiendo, llamó a la puerta.
— Soy la mujer de Chang —declaró—. Mi marido y mis hijos vinieron a atacarlo y usted los ha encerrado en su libro. Le suplico que los ponga en libertad.
— Ni sus hijos ni su marido están en mi libro —contestó Wu—. Sólo tengo estas figuras de papel.
— Sus almas están en esas figuras —dijo la mujer—. Si a la madrugada no han vuelto, sus cuerpos, que yacen en casa, no podrán revivir.
— ¡Malditos magos! —gritó Wu—. ¿Qué merced pueden esperar? No pienso ponerlos en libertad. De lástima, le devolveré uno de sus hijos, pero no pida más.

Le dio una de las figuras de cara negra.

Al otro día supo que el mago y su hijo mayor habían muerto esa noche.

Cuento popular chino.

domingo, 21 de agosto de 2011

El diamante del hombre rico

A un hombre rico que tenía un vecino muy pobre, le dijo un adivino que todas sus riquezas pasarían algún día a manos del pobre. El rico se impresionó tanto que lo vendió todo. Con el dinero obtenido compró un gran diamante, que escondió en el turbante.
—Ahora —se dijo—, mi pobre vecino nunca obtendrá mi diamante.

Algún tiempo después, estando en el mar, el viento le llevó el turbante, que cayó en el agua y se hundió con el precioso diamante.
—De todos modos —pensó el rico-, si he perdido el diamante, mi pobre vecino nunca podrá poseerlo.

Pero, pocos días después, el pobre compró un pez en el mercado, y al abrirlo encontró el diamante que el pez se había tragado.

Cuento del Talmud.

sábado, 20 de agosto de 2011

Rezo desperdiciado

Un seguidor de Hazrat Mohammed fue con él a la mezquita para las oraciones de madrugada. Era verano y, de regreso, vio que mucha gente todavía permanecía en sus casas. El hombre le dijo a Hazrat con mucha arrogancia:
—¿Qué les pasará a estos pecadores? No han acudi¬do a los rezos matutinos.

Mohammed se detuvo y le contestó:
—Vete a tu casa. Debo regresar a la mezquita.
—¿Por qué? —preguntó el hombre
— Mi oración matutina se ha desperdiciado por tu culpa—repuso el maestro—. Tengo que rezar de nuevo. Y en cuanto a ti, acuérdate de no venir más. Tus rezos sólo han conseguido darte un pretexto para condenar a los demás.

Cuento de Osho.

viernes, 19 de agosto de 2011

La suegra de Nasrudín

Cierta vez, los vecinos de Nasrudín corrieron a avisarle que su suegra había caído al río. Sin dudarlo un instante, el mullah se zambulló y comenzó a nadar contra la corriente.
—¡No! —le gritaron—. ¡Ve aguas abajo!
—¡Escuchen! —jadeó Nasrudín mientras continuaba nadando—. Conozco a la madre de mi mujer. Cuando todos los demás son arrastrados por la corriente, ella trata de llevarle la contraria.

Cuento de la tradición sufí.

jueves, 18 de agosto de 2011

Problema

Un hombre preguntó a su psiquiatra, "Estoy muy preocupado, hablo conmigo mismo. ¿Qué debería hacer? ¿Puede ayudarme?".

El psiquiatra le contestó, "No es nada por lo que deba de preocuparse. Todo el mundo habla consigo mismo, no es un gran problema. Sólo cuando empiece a contestarse, venga a mí. Entonces le puedo ser de ayuda".

Cuento de Osho.

miércoles, 17 de agosto de 2011

El anillo de Carlomagno

El emperador Carlomagno se enamoró, siendo ya viejo, de una muchacha alemana. Los nobles de la corte estaban muy preocupados porque el soberano, poseído de ardor amoroso y olvidado de la dignidad real, descuidaba los asuntos del Imperio. Cuando la muchacha murió repentinamente, los dignatarios respiraron aliviados, pero por poco tiempo, porque el amor de Carlomagno no había muerto con ella. El Emperador, que había hecho llevar a su aposento el cadáver embalsamado, no quería separarse de él. El arzobispo Turpín, asustado de esta macabra pasión, sospechó un encantamiento y quiso examinar el cadáver. Escondido debajo de la lengua muerta encontró un anillo con una piedra preciosa. No bien el anillo estuvo en manos de Turpín, Carlomagno se apresuró a dar sepultura al cadáver y volcó su amor en la persona del arzobispo. Para escapar de la embarazosa situación, Turpín arrojó el anillo al lago de Constanza, Carlomagno se enamoró del lago de Constanza y no quiso alejarse nunca más de sus orillas.

Cuento de Jules Barbey d’Aurevilly.

martes, 16 de agosto de 2011

Fidelidad

El maestro Najmaini expulsó a un estudiante con estas palabras:
—Tu fidelidad ha sido probada. La encuentro tan inconmovible que debes irte.

Desconcertado, el estudiante repuso:
—Me iré, pero no puedo entender cómo la fidelidad puede ser un motivo de expulsión.
—Durante tres años —replicó el maestro—, hemos probado tu fidelidad a conocimientos inútiles y a juicios superficiales. Es por eso que te tienes que ir.

Cuento de la tradición sufí.

lunes, 15 de agosto de 2011

Elogio de la imaginación

Hace unos años, la BBC preguntó a los niños británicos si preferían la televisión o la radio. Casi todos se pronunciaron por la televisión, lo que fue algo así como comprobar que los gatos maúllan o que los muertos no respiran. Pero entre los poquitos niños que eligieron la radio, hubo uno que explicó: “Me gusta más la radio, porque por la radio veo paisajes más lindos”.

Cuento de Eduardo Galeano.

domingo, 14 de agosto de 2011

“Usted es un buda”

Antaño, los monjes budistas eran vegetarianos, castos, no bebían sake y permanecían solteros.

El abad del monasterio de Eihei, Hara Tazan, que anteriormente había sido profesor en la universidad de Tokio, se tomaba estas restricciones a la ligera.

Cierto día, un hombre rico lo invitó a comer a su casa junto con un maestro de moral, Honshorishi. Una servidora trajo sake. El maestro de moral reusó la bebida, pero el maestro Hara bebió y apreció su calidad:
—¡Está muy bueno! Los que no pueden beber esto, no son hombres.

Honshorisi se encolerizó:
—¿Pretende usted decir que yo no soy un hombre?
—No, usted es un buda —contestó Hara.

Todos los presentes se rieron mucho con esta respuesta, incluso el maestro de moral, desarmado por la sabiduría de Hara.

Cuento de la tradición budista.

sábado, 13 de agosto de 2011

El hombre devoto y el rey

Había una vez un hombre devoto que soñó con la visión de un rey en el Paraíso y la de otro hombre piadoso en el Infierno.
—¡Esto es una injusticia! —exclamó—. ¿No debería ser al revés?
—De ninguna manera —llegó la respuesta—.. El rey está en el cielo porque amaba y era devoto de los derviches. El hombre piadoso está en el Infierno porque se relacionaba demasiado con los reyes.

Cuento de la tradición sufí.

viernes, 12 de agosto de 2011

Rasca donde no pica

El pastor Miguel Brun me contó que hace algunos años estuvo con los indios del Chaco paraguayo. Él formaba parte de una misión evangelizadora. Los misioneros visitaron a un cacique que tenía prestigio de muy sabio. El cacique, un gordo quieto y callado, escuchó sin pestañear la propaganda religiosa que le leyeron en lengua de los indios. Cuando la lectura terminó, los misioneros se quedaron esperando.

El cacique se tomó su tiempo. Después, opinó:
—Eso rasca. Y rasca mucho, y rasca muy bien.

Y sentenció:
—Pero rasca donde no pica.

Cuento de Eduardo Galeano.

jueves, 11 de agosto de 2011

Experiencia

Cierta vez, Nasrudín se cayó de una escalera y se hizo mucho daño. A pesar de los emplastos y de las pociones, el dolor lo hacía sufrir terriblemente y sus amigos fueron a consolarlo:
—¡Hubiera podido ser mucho peor! —dijo uno.
—Después de todo, no te has roto nada —dijo otro.
—Pronto te repondrás —dijo un tercero.

En el colmo del dolor, Nasrudín se puso a pegar alaridos:
—¡Salid todos de aquí! ¡Abandonad esta habitación en el acto! ¡Madre, no dejes entrar a nadie a menos que se haya caído alguna vez de una escalera!

Cuento de la tradición sufí.

miércoles, 10 de agosto de 2011

La apariencia del maestro

Alguien vino a visitar por primera vez al maestro Joshu. Apenas entró, vio, al fondo del jardín, a un magnifico anciano en profunda meditación. Le pregunto al jardinero, que estaba muy cerca, si ese anciano era Joshu. Y el jardinero le respondió:
—No, en absoluto. Joshu soy yo. Él es mi mejor discípulo.

Cuento de la tradición budista zen.

martes, 9 de agosto de 2011

La envidia

Cierta vez, mientras el demonio atravesaba el desierto de Libia, llegó a un lugar donde un grupo de amigos suyos trataba de atormentar a un santo ermitaño mediante imágenes de los siete pecados capitales. Pero la fuerza de voluntad de aquel santo hombre era demasiado poderosa para ellos, de modo que éste pudo desbaratar fácilmente sus diabólicas intenciones.

Tras observar el miserable fracaso de estos diablillos, el demonio avanzó dispuesto a darles una lección. “Lo que están haciendo es muy torpe”, les dijo, “Permítanme un momento”. Y le susurró al santo: “Tu hermano acaba de ser nombrado obispo de Alejandría”.

En el acto, una mueca de maligna envidia nubló el rostro sereno del ermitaño.
“Esta”, explicó el demonio a sus diablillos, “es la clase de cosa que suelo recomendar”.

Cuento de Arthur Conan Doyle.

lunes, 8 de agosto de 2011

La isla

Hay entre nosotros un anciano que relata la historia de una pequeña isla donde el mar ha llevado tantos muertos que ya no queda más lugar para los vivos. Están como sitiados por cadáveres. Esto no es, acaso, más que un delirio y el viejo cuentista quizás esté loco. Personalmente no creo en esta historia. Pienso que la vida es más fuerte que la muerte.

Cuento de Rainer Maria Rilke.

domingo, 7 de agosto de 2011

La cabeza del perro

Estoy arrellanado en el sillón junto a la chimenea en que crepita el fuego. Tengo la copa de coñac en la mano derecha. Con la mano izquierda, caída descuidadamente, acaricio la cabeza de mi perro... hasta que descubro que no tengo perro.

Cuento de Arthur Conan Doyle.

sábado, 6 de agosto de 2011

Las vigas de agua

El jefe de los manes, que se llamaba Zameyo – Mebenga, hizo saber que daría su hija en matrimonio a aquel que le trajese unas vigas de agua. Todos gritaron: “¡Vigas de agua! ¡Eso no es posible!”.

Sólo la tortuga, el animal de las mil soluciones, aceptó la propuesta del jefe. Se dirigió hasta el río, empezó a chapotear en el agua con sus patas y le envió un mensaje a Zameyo – Mebenga, que decía:”Las vigas de agua están listas. Que me envíe rápidamente una cuerda de humo de su pipa para atarlas y se las haré llegar de inmediato”.
El jefe de los manes dio su hija a la tortuga.

Cuento popular de Camerún.

viernes, 5 de agosto de 2011

La verdadera esencia de la lucha

Se cuenta que Takuan, un célebre maestro zen, le enseñó al shogun Miyamoto Musashi la verdadera esencia de la lucha.

Una vez, el noble invitó a Takuan y a un maestro del sable muy renombrado a que fueran a su palacio. Un tigre, regalo del rey de Corea, esperaba en su jaula.

El shogun les dijo:
—Tenéis que entrar en la jaula del tigre.

El maestro de esgrima entró con su arma y se aproximó al felino que, amedrentado por su digna postura, se refugió en un rincón.

Luego el noble, dirigiéndose a Takuan, le dijo:
—Ahora, entra tú.

El maestro zen entró en la jaula del tigre se acercó a él y se puso a jugar, a rascarle las orejas y a acariciarlo.

Cuento de la tradición budista zen.

jueves, 4 de agosto de 2011

La anciana y los demonios

Una anciana visitó a un maestro zen para solicitarle un amuleto que la protegiese de los demonios. El maestro le dio una bolsita con un papel caligrafiado en su interior.

Después de un tiempo, curiosa por conocer el contenido de la inscripción, abrió la bolsita y leyó: “Cuando tenemos ilusiones, los tres mundos se convierten en un campo de batalla, en una lucha”.

Cuento de la tradición budista zen.

miércoles, 3 de agosto de 2011

El hombre invisible

Aquel hombre era invisible, pero nadie se percató de ello.

Cuento de Gabriel Jiménez Emán.

martes, 2 de agosto de 2011

Cláusula IV

Boletín de última hora: En la lucha con el ángel, he perdido por indecisión,

Cuento de Juan José Arreola.

lunes, 1 de agosto de 2011

Preferencias escatológicas

—¡Sois todos unos pecadores despreciables y unos holgazanes inmorales! —vociferaba un predicador ambulante a un grupo de aldeanos—. ¡Ningún hombre de este lugar verá las puertas del Paraíso!
—¿Estás seguro? —le preguntó Nasrudín.
—¡Haz todas las bromas que quieras, advenedizo! —bramó el predicador, furioso porque se pusiera en duda sus palabras—. ¡Tú serás el primero en sentir las llamas del infierno lamiendo tus botas!
—¿Y dónde irás tú después de morir?
—Los creyentes virtuosos como yo irán directamente al Paraíso eterno.
—En ese caso —contestó Nasrudín tranquilamente—, es mejor que acompañe a mis amigos y parientes al infierno. Prefiero contar chistes para entretenerlos que tener que vivir con maníacos como tú por toda la eternidad.

Cuento de la tradición sufí.