miércoles, 16 de marzo de 2011

Poderes extraordinarios

Un arrogante asceta se acercó hasta Buda para decirle:
—Señor, durante años me he ejercitado en todo tipo de austeridades, ayunos, penitencias y automortificaciones, y por fin he conseguido caminar sobre las aguas.

Buda lo miró unos instantes y luego despegó los labios para decir:
—Amigo mío, ¡qué pérdida de tiempo, habiendo barcas!

Cuento tomado del libro “Cuentos espirituales del Tibet”, de Ramiro Calle.

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