domingo, 30 de noviembre de 2008

El general optimista

El ejército estaba rodeado por los enemigos, que lo superaban, en número, diez a uno. Entonces, antes de la batalla, el general reunió a las tropas y les dirigió las siguientes palabras:
— Tenemos al enemigo a la vanguardia y a la retaguardia, a la izquierda y a la derecha... ¡Esta vez no se nos escapará!

Cuento tomado de una antigua edición de “Selecciones del Reader’s”

Sal y algodón

Nasrudín llevaba una carga de sal al mercado. Como el río estaba crecido, su burro se mojó y la sal que llevaba en las alforjas se disolvió. Al alcanzar la otra orilla, el burro estaba contentísimo por ver aligerada su carga, y se puso a corretear por el prado. Pero Nasrudín estaba enojado de veras.

Al día siguiente en que había mercado, Nasrudín cubrió las alforjas con algodón. El burro, recordando lo que había sucedido el día anterior, se metió en la parte más profunda, pero casi se ahogó por el peso del algodón mojado.
— Tranquilízate- le dijo Nasrudín —. Esto te enseña que no siempre que cruces el río vas a ganar tú.

Cuento de la tradición sufí

El elefante desconocido

Unos hindúes habían llevado un elefante a un país donde los elefantes eran totalmente desconocidos. Decidieron exhibirlo y lo colocaron en una habitación a oscuras.

Las personas pagaban una moneda y entraban de a una. Como no podían verlo, lo palpaban con la mano. El primero que entró tocó la trompa y gritó a los que esperaban afuera:
— Un elefante es como un caño de agua.

El segundo tocó una oreja y dijo:
— Un elefante es como un abanico.

El tercero se abrazó a una pata y afirmó:
— Un elefante es como el tronco de un árbol.

El cuarto se apoyó en el costado y dijo:
— Un elefante es como una pared.

La quinta persona aferró la cola del animal y gritó:
— Están equivocados. Un elefante es como una cuerda finita.

Y todos se fueron a sus casas muy convencidos de que sabían cómo era un elefante.

Cuento de la tradición hindú

El gramático y el barquero

Cierto gramático se embarcó en un bote. Aquel hombre, que era muy vanidoso, se volvió al barquero y le dijo:
— ¿Has estudiado alguna vez gramática?
— No — respondió el barquero.

Y el otro le dijo:
— Entonces, has perdido la mitad de tu vida.

El barquero se quedó muy afligido pero no contestó nada.

Pues bien, he aquí que el viento empujó al bote hacia un remolino. El barquero le gritó al gramático:
— ¿Sabes nadar?
— No — contestó el gramático.
— Entonces — dijo el barquero — has perdido toda tu vida, porque vamos a naufragar.

Cuento de la tradición sufí

sábado, 29 de noviembre de 2008

El diente de león

Un hombre que se sentía orgullosísimo del césped de su jardín se encontró un buen día con que, en dicho césped, crecía una gran cantidad de "dientes de león". Y aunque trató de librarse de ellos por todos los medios, no pudo impedir que se convirtieran en una auténtica plaga.

Al fin, escribió al Ministerio de Agricultura, refiriendo todos los intentos que había hecho. Y concluía la carta preguntando:"¿Qué puedo hacer?".

Al poco tiempo, le llegó la respuesta:
— Le sugerimos que aprenda a amarlos.

Cuento tomado de una antigua edición de “Selecciones del Reader’s”

Nasrudín y el halcón

Nasrudín llegó a ser primer ministro del rey. En cierta ocasión, mientras deambulaba por el palacio, vio por vez primera en su vida a un halcón real.

Hasta entonces, Nasrudín jamás había visto semejante clase de pájaro. Solamente conocía a las palomas. De modo que tomó unas tijeras y cortó con ellas las garras, las alas y el pico del halcón.
— Ahora pareces una paloma como es debido- dijo —. Tu cuidador te ha tenido muy descuidada.

Cuento de la tradición sufí

El amante y la amada

El amante llamó a la puerta de su amada.
— ¿Quién es? — preguntó la amada desde adentro.
— Soy yo — dijo el amante.
— Entonces, márchate. En esta casa no cabemos tú y yo.

El rechazado amante se fue al desierto, donde estuvo meditando durante meses, pensando en las palabras de su amada. Por fin, regresó y volvió a llamar a la puerta:
— ¿Quién es?
— Soy tú.

Y la puerta se abrió inmediatamente.

Cuento de la tradición hindú

viernes, 28 de noviembre de 2008

¿Quién es mayor?

Cuando Nasrudín era un niño pequeño, un adulto le preguntó:
— ¿Quién es mayor, tú o tu hermano?

Nasrudín se detuvo un minuto para pensar y luego contestó:
— Bueno, el año pasado mi madre me dijo que mi hermano era un año mayor que yo, así que ahora debemos estar iguales.

Cuento de la tradición sufí

El camello numero veinte

Había una vez un árabe que viajaba en la noche, y sus esclavos, a la hora del descanso, se encontraron con que no tenían más que diecinueve estacas para atar a sus veinte camellos. Cuando consultaron al amo, éste les dijo:
— Simulad que claváis una estaca cuando lleguéis al camello número veinte. Pues como el camello es un animal tan estúpido, se creerá que está atado.

Efectivamente, así lo hicieron, y a la mañana siguiente todos los camellos estaban en su sitio. Y el número veinte al lado de lo que se imaginaba que era una estaca, sin moverse de allí. Al desatarlos para marcharse, todos se pusieron en movimiento menos el número veinte, que seguía quieto. Entonces, el amo dijo:
— Haced el gesto de desatar la estaca de la cuerda, pues el tonto aún se cree atado.

Así lo hicieron y el camello entonces se levantó y se puso a caminar con los demás.

Cuento de la tradición sufí

La luz del sol

Un vecino fue a ver, un día, a Nasrudín y se quejó de que en su casa no daba la luz del sol. Nasrudín le preguntó:
— ¿Hay sol en tu jardín?
— Sí, por supuesto — respondió el hombre.
— Entonces — exclamó Nasrudín — ¡muda tu casa al jardín!

Cuento de la tradición sufí

El ladrón y la luna

Un hombre sabio vivía en una cabaña al pie de una montaña. Cierta noche, un ladrón entró en la choza, sólo para descubrir que allí no había nada que robar. El sabio volvió entonces y lo sorprendió.
— Tal vez hayas hecho un largo camino para visitarme — le dijo al ladrón — y no debes irte con las manos vacías. Por favor, acepta mi ropa como regalo.

El ladrón quedó desconcertado, tomó la ropa y se fue sin decir nada. El sabio, desnudo, se sentó a mirar la luna.
— Pobre hombre — pensó —. Ojalá pudiera darle esta hermosa luna.

Cuento de la tradición budista

Los dos ratones

Dos ratones se cayeron en un balde de leche. Uno se asustó, y se ahogó. El otro nadó toda la noche en círculos y a la mañana siguiente pudo pararse sobre la manteca y salió del balde.

Cuento narrado por un personaje de la película “Ceremonia secreta”, de Joseph Losey

La taza de té

Cierta vez, el sabio Nan-in recibió a un vanidoso profesor universitario que lo visitaba para conocer sus enseñanzas. Nan-in le sirvió té. Llenó la taza de su visitante y cuando la misma rebalsó, siguió vertiendo la infusión. El profesor se quedó mirando cómo el líquido se derramaba y pensando que el sabio era un tonto. Finalmente no pudo contenerse:
— Está colmada — exclamó —. ¡Ya no cabe más!
— Como esta taza — dijo Nan-in —, usted está lleno de sus propias opiniones y prejuicios. ¿Cómo puedo mostrarle la verdadera sabiduría a menos que vacíe su taza antes?

Cuento de la tradición budista zen

Los chinos y los griegos

Una vez, llamó un rey a su palacio a unos pintores de China y de Grecia. Les encargó decorar con pinturas dos paredes que estaban una frente a la otra. Se corrió una cortina entre ambos grupos de competidores para que pintasen cada uno en su pared sin darse cuenta de lo que hacían sus rivales. Pero, mientras los chinos empleaban toda clase de pinturas y desplegaban grandes esfuerzos, los griegos se contentaban con pulir y lijar su pared sin descanso. Cuando descorrieron la cortina pudieron admirarse los magníficos frescos de los pintores chinos reflejados en la pared opuesta, que brillaba como un espejo. Pues bien, todo lo que había visto el rey en la pared de los chinos, parecía mucho más hermoso reflejado en la pared de los griegos.

Cuento tomado del libro “Cuentos de Oriente para niños de Occidente”

La tienda de los deseos

Había una vez una mujer muy triste y afligida por las dificultades que soñó que entraba en una tienda recién inaugurada en la plaza del mercado. Para su sorpresa, descubrió que Dios se encontraba tras el mostrador.

— ¿Qué vendes aquí? — preguntó la mujer.
— Todo lo que tu corazón desee — respondió Dios.

Sin atreverse a creer lo que estaba oyendo, la mujer se decidió a pedir lo mejor que un ser humano podía desear:
— Quiero paz de espíritu, amor, felicidad, sabiduría y ausencia de todo temor — dijo. Y luego, tras un momento de vacilación agregó —. No sólo para mí sino para todo el mundo.

Dios sonrió y dijo:
— Buena mujer, creo que no me has comprendido. Aquí no vendemos frutos. Únicamente vendemos semillas.

Cuento de origen desconocido

El zorro mutilado

Había una vez un hombre muy devoto y creyente, que salió a pasear por el bosque cercano a su aldea. De pronto vio, recostado sobre la hierba, a un zorro que había perdido sus patas y se preguntó cómo haría para sobrevivir en semejantes condiciones.

Pero, sorprendido, observó que un tigre aparecía entre los árboles con una presa en la boca. El tigre ya se había hartado de comer y dejó el resto de la carne para el zorro.

Al día siguiente, el hombre regresó al bosque y vio que se repetía la misma escena, y que la Divina Providencia volvía a alimentar al zorro por medio del tigre. Maravillado, el hombre alabó la inmensa bondad de Dios y se dijo a sí mismo: “Yo también voy a quedarme en un rincón, confiando plenamente en el Señor, y éste me dará cuanto necesito”.

Así lo hizo durante muchos días, pero no sucedía nada y el hombre estaba casi a las puertas de la muerte cuando oyó una voz que le decía: “¡Oh, tú, que te hallas en la senda del error, abre los ojos a la verdad! Deja ya de imitar al pobre zorro mutilado y sigue el ejemplo del tigre”.

Cuento del místico árabe Sa’di

jueves, 27 de noviembre de 2008

El pequeño pez

—Usted perdone —le dijo un pez a otro—. Usted es más viejo y tiene más experiencia que yo, y probablemente pueda ayudarme. Dígame, ¿dónde puedo encontrar eso que llaman Océano? He buscado por todas partes y no lo puedo encontrar.
—El Océano —respondió el viejo pez— es donde estás ahora mismo.
— ¿Esto? Pero si esto no es más que agua... Lo que yo busco es el Océano —contestó el joven pez. Y se marchó decepcionado a buscar en otra parte.

Cuento tomado del libro “El canto del pájaro”, de Anthony de Mello

El hombre sabio

Cierta vez le preguntaron a un hombre sabio:
—Se dice que, en el mundo, cada cosa tiene su lugar. Y el ser humano también tiene su lugar. Entonces, ¿por qué la gente vive tan apretada?

Y el sabio respondió:
—Porque cada uno quiere ocupar el lugar de otro.

Cuento de la tradición jasídica

El escorpión y la rana

Cierta vez, un escorpión le pidió a una rana que lo llevara sobre su lomo hasta el otro lado de un arroyo.
—Si lo hago, me clavarás tu aguijón —dijo la rana atemorizada.
—Te aseguro que no —repuso el escorpión—. Si me cruzas al otro lado, te daré lo que más desees.

No del todo convencida, la rana aceptó el trato y comenzaron la travesía. Pero en el medio del arroyo, el escorpión clavó su aguijón en el lomo de la rana. Mientras ambos se hundían, la rana alcanzó a exclamar:
— ¡Ahora, los dos moriremos! ¿Por qué has hecho esto?
Y el escorpión contestó:
—Está en mi naturaleza.

Cuento popular africano

El mono que salvó al pez

— ¿Qué demonios estás haciendo —le pregunté al mono cuando lo vi sacar un pez del agua y colocarlo en la rama de un árbol.
— Estoy salvándolo de morir ahogado —me contestó el mono.

Cuento tomado del libro “El canto del pájaro”, de Anthony de Mello

Nasrudín y el anillo

Un vecino encontró a Nasrudín en la plaza del pueblo buscando algo de rodillas.
— ¿Qué andas buscando —le preguntó.
—Mi anillo. Se me ha perdido.
—Te ayudaré a encontrarlo —dijo el vecino. Y arrodillados los dos, escarbaron entre el pasto. Al cabo de un rato, el vecino preguntó:
— ¿Dónde perdiste tu anillo?
—En mi casa— contestó Nasrudín.
— ¡Santo cielo! ¿Y por qué lo buscas aquí en la plaza?
— Porque aquí hay más luz.

Cuento de la tradición sufí

El significado de los cuentos

Los discípulos le preguntaron al maestro:
— ¿Por qué siempre nos cuentas cuentos pero nunca nos explicas su significado?

Y el maestro les respondió:
— ¿Les gustaría que alguien les ofreciera fruta y la masticara antes de dársela?

Cuento de la tradición budista zen

miércoles, 26 de noviembre de 2008

El pájaro cautivo

Había una vez un mercader que tenía enjaulado un pájaro originario de la India. Como, a pesar de mantenerlo cautivo, sentía aprecio por él, le dijo:

- Partiré de viaje a tu tierra natal. ¿Quieres que te traiga algo de allí?

- Ya que no estás dispuesto a darme la libertad, visita la jungla en que nací y anuncia a mis hermanos que me tienes cautivo- respondió el pájaro.

El mercader así lo hizo y, apenas les hubo dado la noticia, un pájaro silvestre semejante al que retenía en la jaula cayó al suelo y quedó inmóvil. El comerciante pensó que debía ser un pariente de su ave y se sintió triste por haber sido la causa de su muerte.

De regreso al hogar, el pájaro le preguntó si traía buenas nuevas de la India.

- Me temo que no- respondió el mercader-. Uno de tus parientes sufrió un colapso y cayó a mis pies cuando mencioné tu cautiverio.

Apenas hubo dicho estas palabras, el ave tambaleó y se desplomó en el fondo de la jaula.

“La noticia de la muerte de su pariente también lo ha afectado”, pensó el mercader. Y, entristecido, recogió al pájaro y lo depositó con cuidado en el alféizar de la ventana. De inmediato, el ave revivió y voló al árbol más cercano.

- Lo que creías una tragedia era un mensaje que me enviaba mi hermano- dijo el pájaro-. Él me indicó la manera de escapar de ti.

Y se alejó volando, libre al fin.

Cuento popular árabe