martes, 14 de septiembre de 2010

El cielo y el infierno

Un hombre, su caballo y su perro iban por una carretera cuando cayó un rayo y los tres murieron fulminados. Pero el hombre no se dio cuenta de que ya había abandonado este mundo y prosiguió su marcha con los dos animales.

La carretera era muy larga, el sol era fuerte y pronto se sintieron cansados y sedientos. En una curva del camino vieron un magnifico portal que conducía a una plaza, en cuyo centro había una fuente de agua cristalina. El caminante se dirigió al hombre que custodiaba la entrada:
— ¿Cómo se llama este lugar tan bonito?
— Esto es el Cielo —replicó el guardián.
— ¡Qué bien, porque podremos apagar nuestra sed!
— Usted puede entrar y beber tanta agua como quiera —, pero su caballo y su perro no deben cruzar el portal.

El hombre hizo un gesto de disgusto, ya que tenía muchísima sed, pero no pensaba beber solo; dio las gracias al guardián y siguió adelante.

Luego de caminar otro buen rato cuesta arriba, llegaron exhaustos a un sitio cuya entrada estaba marcada por una puertita vieja que daba a un camino de tierra rodeado de árboles. A la sombra de uno de los árboles había un hombre sentado.
— Buenos días — le dijo el caminante—. Mi caballo, mi perro y yo tenemos mucha sed.
— Hay una fuente entre aquellas rocas —dijo el hombre indicando el lugar—. Pueden beber tanta agua como quieran.

Los tres fueron a la fuente y calmaron su sed. Luego, el caminante volvió atrás para darle las gracias al hombre.
— Vuelvan siempre que quieran —repuso éste.
— A propósito, ¿cómo se llama este lugar?
— El Cielo.
— ¡Pero si el guardián del portal de mármol me dijo que aquello era el Cielo!
— Aquello no era el Cielo sino el Infierno.

El caminante quedó perplejo.
— ¡Deberían prohibirles que utilicen su nombre! ¡Esta información falsa debe provocar grandes confusiones!
— ¡De ninguna manera! En realidad, nos hacen un gran favor, porque allí se quedan todos los que son capaces de abandonar a sus mejores amigos.

Cuento de origen desconocido.

1 comentario:

Ignacio Lois dijo...

Hola Graciela! Encontré esta página por casualidad, y me encanta!

Este cuento en particular me recuerda a lo que contaba Borges de las visiones de Swedenborg.

Seguiremos leyendo! Saludos.