domingo, 30 de mayo de 2010

El reflejo

Cuando murió Narciso, las flores de los campos quedaron desoladas y solicitaron al río gotas de agua para llorarlo.
— ¡Oh! —les respondió el río—. Aun cuando todas mis gotas de agua se convirtieran en lágrimas, no tendría suficientes para llorar yo mismo a Narciso: yo lo amaba.
— ¡Oh! —prosiguieron las flores de los campos—. ¿Cómo no ibas a amar a Narciso? Era hermoso.
— ¿Era hermoso? —preguntó el río.
— ¿Y quién mejor que tú para saberlo? —dijeron las flores—. Todos los días se inclinaba sobre tu ribera y contemplaba en tus aguas su belleza.
— Si yo lo amaba —respondió el río—, es porque, cuando se inclinaba sobre mí, veía yo en sus ojos el reflejo de mis aguas.

Cuento de Oscar Wilde.

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