viernes, 23 de abril de 2010

El anciano y el orfebre

Cierta vez, un anciano fue a ver a un orfebre y le dijo:
— ¿Puedo utilizar tu balanza para pesar mi oro?

El orfebre replicó:
— Lo siento, señor, no tengo un tamiz.
— No te burles de mí —dijo el hombre—. Te pedí una balanza y no un tamiz.
— Tampoco tengo una escoba.
— ¡Vamos! —exclamó el anciano impaciente—. ¡No te hagas el sordo!
— No soy sordo, buen hombre, y oí todo lo que dijiste —explicó el orfebre—. Pero te tiemblan las manos con la edad y el oro está en pequeños pedazos. Cuando comiences a pesarlo, lo esparcirás por el suelo. Entonces, me pedirás una escoba para barrerlo y luego un tamiz para separarlo del polvo.

El anciano debió reconocer que el artesano tenía razón.

Cuento de la tradición sufí.

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